Lelahel

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Mis ojos... Era la primera vez que, al abrirlos, pude ver los colores, las formas y quiénes me acompañaban. Él se veía tan enorme y rojo de lo que pensaba.
Le pregunté si podía ir al cielo para observar cómo era aquello, además de saber el aspecto de mi hermana. Pasé la puerta que dividía los dos mundos y en sigilo busqué en mi antiguo hogar por si estaba allí. Era de noche y no logré encontrarle en su habitación. Anduve hasta reconocer su voz en una calle lejana a casa. No parecía estar muy contenta.

—Sé qué me estás engañando Azazel, ¡no soy ciega!
—Créeme, no lo haría nunca. Además, no somos pareja...
—¡Lo seremos hasta que demuestres que solo yo soy tu dueña!
—Sí, sí, de verdad. Voy a casa antes de que mi padre se preocupe.

Ella se marchó refunfuñando y él se metió en casa dando un suspiro. Salí de mi escondite y llamé a la puerta. El ángel abrió observándome con admiración.

—Eres...
—Lelahel, hermana de Diana. Quería hacerte unas preguntas... Si no te importa.
—Claro, entra y toma asiento. Espero que no esté espiándome.

Él era bastante alto, y tenía las características de un ángel común, ojos azules, pelo rubio de altura media y una piel brillante blanca. Nos sentamos sobre dos taburetes y observé a mi alrededor. Seguía impresionada de ver tantas texturas y colores después de estar tantos años viéndolo todo negro.

—Qué raro tú por aquí, creía que tras irte al infierno no volverías tan rápido -sonrió de manera forzada.
—He recuperado la vista gracias a un brujo, y quería visitar a mi hermana, aunque no esperaba que tuvies...
—¡No, no, no, no! Ella y yo no tenemos nada —interrumpió sonrojándose—. Solo le hablo por pena. Sé que es tu hermana y le admiras, pero... Es insoportable. Ante los demás es callada y conmigo no para de charlar y es demasiado posesiva.

Escuché cada palabra que pronunciaba sobre lo que podría ser Diana en verdad, no me gustaba lo que oía. Ella no era así, o como lo recordaba.

—Siento tener que decirte esto... Te envidia. Muchas veces comenta cosas malas sobre ti y a veces parece que quiere matarte.
—¿Qué? Si yo...
—Escucha: si te ve conmigo intentará hacerte daño. Y si se entera que puedes ver peor. Lleva un tiempo entrenando y es agresiva, ten cuidado cuando vengas.

Me levanté del asiento sin decir nada, había que fallaba en lo que me dijo. Era... imposible. ¿Por qué de repente tenía ese pensamiento sobre mí? Él mentía, estaba segura de ello. Salí de la casa sin despedirme para ir de regreso al infierno. Sin embargo, divisé una sombra caminando por cerca del hogar del Creador. Por curiosidad, realicé un hechizo que me daba invisibilidad y seguí al desconocido. Y, como no, llegó hasta la sala donde se anunció mi partida del cielo. No logré entrar, aunque pude oírlo todo apoyando la oreja sobre la puerta. Gracias a la ceguera, mi capacidad de audición era bastante mayor a lo que debería.

—¿Quieres hacerlo entonces? Ya sabes que si no funciona tendremos problemas, Diana —dijo el Creador.
—Me da igual, si eso me hará mejor que esa traidora del infierno, bien.
—Pues que sea así entonces, este será nuestro secreto. Tuya es la decisión de ofrecerte al experimento. Nadie debe saberlo para no fastidiarlo.

¿Qué pretendían? ¿De qué hablaban? Retrocedí tropezando con la alfombra roja que adornaba los suelos. La pequeña caída no produjo ningún ruido, lo que hizo que no fuese descubierta y marchase del cielo sin problemas. Me reuní con Satan en la sala del trono para comunicarle lo ocurrido, excepto la charla con Azazel.

—El Creador parece que trama algo... ¿No oíste nada más? —. Se frotó la barbilla pensando—. Desconozco esa clase de plan, no suena nada bien. Quédate aquí hasta que estemos enterados de eso, ¿entendido?
—¿No podré salir del infierno?

Negó con la cabeza. Me agarró de las axilas y sentó en sus piernas.

—Es peligroso. Al estar tu hermana implicada, podría hacerte daño. Confía en mí, espero que no sea nada grave.
—Está bien, me iré a dormir.

Le di las buenas noches y fui a la cama. No pude conciliar el sueño. Estuve dando vueltas por la cama mientras la mente me acribillaba de pensamientos. ¿Qué cosa tan mala podría pasar si el plan misterioso del Creador salía mal?

Vaya, vaya... La rosa dorada.

Una sombra apareció a los pies del lecho de la nada, traspasando el colchón. Su cuerpo era negro menos sus ojos rojos.

—¡¿Quién eres?! —grité.

Eso da igual, vengo a avisarte. Un desastre se acerca y solo tú puedes detenerle.

—¿Detener? ¿Qué quieres decir?

Aprecia bien lo que tienes y lo entenderás...

Desapareció. No logré comprender nada, suspiré sin darle importancia. Satan abrió la puerta para preguntar si estaba bien y le dije que fue una pesadilla. Lo pensé bien, decidiendo volver al cielo para asegurarme de que no pasaría. Al entrar vi a Azazel preocupado.

—¡Lelahel! Menos mal que has llegado... Ella...

Algo no iba bien. Se abrazó la barriga dejando caer unas gotas de sangre y se derrumbó. Corrí hacia él para socorrerlo.

—¿Qué ha pasado?
—Nos vio juntos... Se puso celosa creyendo que... —. Tosió—. Dijo que si no era de ella no lo sería de nadie... ¡Tienes que ir tras ella antes de que lo destroce todo! Vete -me empujó señalando el lugar dónde Diana se dirigía.

Empecé a correr lo más rápido que pude. Por una vez, batí las alas para poder hallarle desde las alturas. Ella entró en el palacio del Creador y aterricé en picado chocando con ella.

—¿Qué haces?
—Has matado a Azazel... ¿Por qué?

De sus espaldas sacó un arma y me apuntó al cuello con esto.

—Apártate de mis asuntos si no quieres acabar como él, traidora.
—¡Yo jamás hice traición! ¡Quería que te apreciaran como lo hago cuando estuvieses en el mando y demostraras...
—¡CÁLLATE! Vuelve con tu demonio. ¡Creador, estoy lista! —. Dio la vuelta y fue a donde comenzó la ruina. A los minutos de traspasar la puerta, se produjo una explosión que me sacó del edificio.
—¡Diana! —chillé ante los escombros.

Por desgracia, cuando ella apareció, ya no era mi hermana, sino mi peor pesadilla.

Traitor Angel(#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora