Satanás

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Tenía tus ojos sobre mí, ilusionada por lo que iba a pasar. Avisé a Sublatti para que viniera con Manclat y fue un momento eterno. Te hice esa pregunta sin pensar en tu reacción. Te quedaste inmóvil, insegura de la respuesta. Aquellos ojos ciegos se perdieron entre dudas y cambios drásticos. Asentiste retrocediendo. Dijiste que ser reina implicaría el matrimonio. "No, no tiene porqué", dije alegrando tu resplandeciente rostro. Y, así, llegaron los dos sirvientes que esperábamos. Manclat te dio unas indicaciones para preparar el ritual necesario colocando unas piedras en el suelo sonriendo de oreja a oreja. Al terminar, te situaste en el centro y comenzaste a flotar tras las palabras del brujo. Ver esa escena de tu pelo alzarse lentamente, la respiración aliviada, las piedras rodear tu diminuto cuerpo daban la esperanza de cumplir uno de tus más añorados deseos. Extendiste el brazo para alcanzarme y yo, loco por verte feliz, rocé mis dedos con los tuyos cuando observé un cambio en tus ojos. Ya no eran del mismo color, esos dos mares pasaron a ser luces que cegarían a cualquiera. Volviste al suelo cayendo sobre mí. Te vi anonadada, conociendo tu alrededor. "Por fin... Puedo verte Satan", dijiste dándome el abrazo tan fuerte que casi me ahogué. Charlaste con Sublatti preguntando sobre algunas cosas que desconocías y pediste dar un paseo para contemplar el infierno. Nos agarramos de los brazos y salimos del castillo.
Para ti, era una sensación, ya no tenías que depender de los otros sentidos. Eras libre de esa ceguera pesada, por fin disfrutarías de una buena vida. "Eres más grande de lo que imaginaba", soltaste sonriente. Decidimos parar cerca de una cueva y relajarnos. Se mantuvo un silencio incómodo, y eso me dio la señal para acercarme a ti. Cogí uno de los mechones de tu pelo e hice unos rizos jugando con ellos. Eso te gustó y dejaste que continuase. Acaricié tu rostro, enlazamos nuestras frentes, pero no lo que esperaba. Hiciste que quedase una distancia entre nosotros, estabas avergonzada de lo que tal vez hubiese ocurrido.
Sabías lo que yo sentía, aunque no compartiéramos lo mismo. Suspiraste pasando de la vergonzosa situación y anunciaste que te encontrabas cansada. Quise remediar ese error, así que te subí a uno de los hombros y llevarte allí. Olvidamos ese momento hablando de armas y, como no de tu hermana.

Creí que el volver a casa fuese una excusa, pero no fue así, realmente estabas agotada, pues nada más regresar te dormiste sin decir nada. En la cama, tiempo después de una reunión, fui a visitarte para ver si seguías dormida. Observándote contemplé algo extraño. Se suponía que Sublatti había curado la marca de la guantada y seguía ahí.

Sin embargo, no lograba fiarme del Creador. Aceptó sin quejas tu renuncia, él no es así. Algo tramaba. Necesitaba respuestas, por lo tanto, estuve pensando en posibilidades mientras tú estabas en un profundo sueño.

Traitor Angel(#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora