Una niña se acercó y tendió la mano hacia Maggy, ella abrió los ojos y miró al rey viendo que él asentía. Ella bajó y tomó la mano de la niña mientras era guiada hacía el centro con la familia de la pequeña, ellos saltaban y otras veces se tomaban de las manos para hacer una rueda y juguetear, otras se manchaban y reían a carcajadas. Cuando le lanzaron pintura en el rostro, ella apretó los labios y miró al malhechor, solo pudo descubrir unos ojos traviesos y de un color hermoso. Lucían reía provocando que sus ojos se achinaran y las líneas a cada lado de sus ojos se marcaran al igual que las de su frente. El rey reía a carcajadas y ella lo único que atinó a hacer fue tomar pintura y lanzarla a su rostro dejándolo mudo. Todo permaneció en silencio e incluso la música dejó de sonar.
Margaret maldijo internamente, ella había manchado el rostro del rey ¡Seguro y la mandaban a decapitar! ¡Pero que tonta! ni con un hombre de otro mundo podía hacerlo bien.
Pero un estruendo hizo que Maggy saliera de sus pensamientos y el silencio se rompiera. El rey reía a carcajadas, tomando pintura para lanzarle a ella y a su familia que a los minutos se les unieron manchándose unos a otros. El rey caminó peligrosamente hacia Maggy y la mujer corrió aun cuando él la llamaba entre risas. Cuando creyó que había salido de su visión fue envuelta en un abrazo y luego sintió los vellos de su cuello ponerse de punta.
―Te tengo ―susurró contra su cuello, Maggy abrió los ojos avergonzada al notar más de una mirada en ellos―, y no pienso dejarte ir.
―Me tienes ―afirmó ella con media sonrisa en los labios, Lucían asintió sonriendo provocando que las citas a cada lado se remarcaran con ímpetu. El nombre del rey fue gritado y él se giró sonriendo para después mirarla y guiñarle un ojo con picardía. Ella se quedó ahí hasta que fue jalada para seguir bailando en esta oportunidad con el príncipe Arthur.
―Te gusta ―afirmó risueño, ella abrió los ojos negando repetidas veces. El príncipe se colocó a su lado y elevó su mano hacia ella, Maggy sonrió viendo la sonrisa pícara del príncipe y ella terminó colocando su mano encima de la suya. A pasos cortos caminaron hacia el centro y luego a bailar.
El príncipe era sumamente guapo aunque el rey le ganaba en madurez y antaño, Arthur era del porte de su hermano, de piel oscura y ojos verdes intensos. Siempre sonreía y siempre estaba coqueteando con cualquier fémina que cruzara su mirada; él era único y de sonrisas prestadas. Parecía tan relajado, como si nada le importara y mucho menos tenía interés en la corona. Más de una muchacha lo había mirado, más de una se había avergonzado cuando él las había sorprendido viéndolo y luego él solo sonreía y hacia una reverencia.
―Creo que el licor está alterando su cerebro, majestad ―ironizó ella cuando él se acercó moviendo los hombros de un lado y haciendo unas muecas divertidas. Ella se tapó el rostro cuando él le lanzó pintura y ambos estallaron en carcajadas. El príncipe le recordaba tanto a su hermano Omar, ¿estarían ellos preocupados por su ausencia?
Al escuchar fuertes carcajadas, el rey se giró encontrándose con su hermano a lado de Margaret y a ella riendo. Él frunció el ceño y lanzó una mala mirada al ver sus ojos cómplices, sabía que su hermano era un conquistador nato y también sabía que cualquier chica caía en sus encantos, pero Maggy no.
Lucían se acercó hasta ellos y le lanzó una mirada furtiva a su hermano, el cual juntó los labios y levantó sus manos en rendición, cuando Maggy giró, ella tropezó y terminó en los brazos de su salvador. El rey bajó sus ojos encontrándose con los chocolates asustadillos de ella, él la miró fijamente y dejó su mano reposar en su cintura con delicadeza.
―Sin duda ha sido el mejor inicio de noche Fría ―musitó el rey, ella asintió separándose con lentitud. Lucían se inclinó pasando sus dedos por las mejillas manchadas de ella para después deslizar su dedo por la pequeña perla que se encontraba bajo su labio; tan pequeña que había pasado desapercibida ante sus ojos―, ¿y esto?
―Es una perforación ―murmuró pasando sus dedos por su cabello hecho un lío y lleno de pintura, aunque ella creía que se veía horrible ante los ojos del rey, Lucían creía que ella era la criatura más hermosa que jamás había visto―, me la hice cuando era muy joven, y mira... aún está aquí.
―Es hermosa como tú ―concluyó el rey, levantó su mirada viendo como todos se divertían e incluso sus padres. Se atrevió a tomar su mano con suavidad y la alejó guiándola lejos de la festividad, ambos subieron las escaleras en silencio y él empujó la puerta para que ella ingresara. Era un salón espacioso, con espejos y colores por todos lados, él no encendió las velas y ella lo agradeció―. Te enseñaré algo hermoso.
Ella asintió y él abrió las ventanas para después con media sonrisa girarse y estirar su mano hacia ella, Maggy no dudó y la tomó con suavidad acercándose hacia donde estaba él. Lucían le señaló el cielo y minutos después miles de fuegos artificiales fueron encendidos llenando de luz el cielo oscuro. Los niños gritaban felices y ella no podía apartar sus ojos de aquella luz que brillaba y rompía en el cielo. La gente reía abiertamente y saltaba, aquello los hacía tan feliz, pero en su mundo la felicidad era más cara.
Él se inclinó y ella se giró viéndolo sonreír como niño pequeño. Sus facciones estaban suaves y una que otra arruga se marcaba por su sonrisa; pero era eso lo que le hacía un hombre atractivo. Él era ese arte lleno de líneas desgastadas, ese tipo de arte que pocas sabían apreciar.
―Cuando Arthur nació, nuestra madre solía traernos aquí ―comentó él con suavidad, Maggy lo observó y le sonrió animándole a que siguiera hablando―, él era un bebé que se aburría con los bailes, pero a mi madre le gustaba tenernos cerca aun cuando tenía la opción de que nos cuidaran en nuestras habitaciones, a ella le gustaba escucharnos reír. Cuando los fuegos artificiales empezaban a dar luz al cielo ella nos traía aquí.
»Arthur dejaba de llorar y miraba el cielo, yo estaba sentado a su lado sosteniendo su mano y viendo aquel espectáculo. Podíamos pasar muchas horas aquí viendo el cielo y sonriendo, éramos muy felices, y no digo que ahora no lo seamos, cuando crecimos igual nos escapábamos para ver el cielo.
―Ustedes parecen ser muy unidos, aunque tengan personalidades opuestas.
―Sí, aunque parezca lo contrario. Arthur es mi hermano y lo amo, que no esté de acuerdo con sus decisiones no quiere decir que no lo ame.
―Yo amo a mis hermanos, pero mi cómplice es mi hermano segundo ―señaló ella viendo el cielo, se inclinó recostándose en la pared para estar un poco más cómoda―, cuando éramos pequeños reuníamos dinero un mes antes, en navidad comprábamos candelias y muchos juegos pirotécnicos, pero no tan peligrosos. Amábamos correr por el campo con las candelias encendidas; era algo hermoso.
―¿Él tiene la edad de Arthur?
―No, él es un año menor que yo. ―El rey volvió a ver el brillo en sus ojos―, mis padres no perdían el tiempo.
―¿Y tus hermanas?
―Mellizas de veinticinco años, ambas casadas y con niños ―comentó, girándose para encontrarse con aquellos ojos esmeralda que parecían que querían devorarla lentamente, ella apartó la mirada y él sonrió―, ambas de niñas eran muy lloronas, si no le dábamos un juguete lloraban, si no le prestábamos atención lloraban.
―Como Griselda, ella fue la luz en la familia cuando llegó. Mi padre había querido tener una niña y cuando ella nació él estaba loco por ella. Arthur y yo peleábamos constantemente por su atención, era una niñita hermosa, pero con tendencia a llorar mucho.
Y así pasó la noche. Ambos hablando de su familia, riendo de sus anécdotas y en más de una ocasión rozando sus dedos y viéndose fijamente. Cuando regresaron al baile permanecieron lejos, pero se buscaban entre los demás y se dedicaban sonrisas, él le guiñaba el ojo y hacía una inclinación en su dirección. Cuando la fiesta terminó, él se apresuró a llegar hasta ella para acompañarla. No hablaron, no fue necesario. Se sonrieron y un suave roce de los dedos de él contra su mejilla fue suficiente.
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UN DESEO POR NAVIDAD (TERMINADA)
RomanceCuando naces en un pueblo y vives ahí es muy difícil salir adelante, estudiar una carrera o en todo caso ser independiente es complicado, el éxito es casarse y atender bien a tu marido, quien se casa es una mujer con mucha suerte, quien se casa es t...