―Eres muy guapo.
―No es cierto.
―Eres un príncipe... ¡No! ¡Eres un rey! ¡Tú eres un rey! ―bramó ella, dándose cuenta de que él era un rey, Lucían soltó una carcajada y ladeó la cabeza ligeramente para después envolver sus manos alrededor de su cuerpo y dejar un sonoro beso en su frente.
―Vamos, Margaret, hay una fiesta que espera por nosotros ―farfulló él. Ella aceptó su mano para después bajar las escaleras siendo la atención de todos los que estaban ahí. Los padres del rey sonreían gustosos, mientras que su hijo Hudson aplaudía al verlos bajar. El príncipe Arthur estaba ahí, detrás de él Luciet, mirándola con recelo. Todos aplaudieron y Lucían inclinó su rostro con una sonrisa plasmada, tomó las manos de Margaret y la llevó al centro del lugar para dar inicio al baile―, realmente estás hermosa.
―Si sigue diciéndolo terminaré por creerlo ―musitó ella con suavidad, él solo sonrió tomando su mano para inclinar su rostro y dar un paso hacia atrás, ella lo siguió y ya no tuvo que mirar sus pies para no equivocarse, él solo la tomó de las manos y le sonrió; ella sintió que flotaba.
El baile trascurrió con tranquilidad, entre risas y sonrisas cómplices entre ella y Lucían, le gustaba la manera en que él le sonreía a distancia; o cuando le hablaba. Eso sin lugar a dudas era su parte favorita, le encantaba escuchar su nombre de aquellos labios que estaban siendo su perdición, le encantaba sentir el suave apretón de sus manos cuando se conectaban como dos piezas perdidas.
―Ella es Ana Gabriela, padre ―le presentó Hudson a una muchacha, que con timidez hizo una referencia ante ellos. El rey esbozó una sonrisa e inclinó su rostro. Por la manera en que su hijo sonreía sabía que esa chica había robado su corazón.
Hudson conocía a Ana Gabriela hace mucho tiempo, lo primero que lo cautivó fue aquellos ojos color avellanas que parecían brillar con intensidad cada vez que él estaba cerca, su cabello oscuro y ondeado que caía en sus hombros y que él en pocas oportunidades había acariciado y ella reído. Sin lugar a duda era una muchacha preciosa.
El príncipe estaba rodeado de jóvenes muchachas, tratando de simpatizar y coquetear, pero lo cierto era que esa noche, Luciet estaba hermosa y más que eso. Su cabello corto y ondeado estaba adornado con una pequeña diadema ―regalo de Griselda― ella en aquel vestido celeste robaba miradas, una de esas era la del duque Frederick; Arthur lo odiaba.
Griselda se paseaba de la mano con su prometido, sonriéndole, él más que nadie disfrutaba de aquellas sonrisas y de que aquel sonrojo fuera directamente por él. Y el rey Lucían estaba más que feliz de tener la atención de Maggy, amaba como sus ojos estaban pintados esa noche, los hacía más finos y peligrosos, aquellos labios gruesos pintados de un rojo que lentamente iba perdiendo brillo por los besos que él le daba cuando desaparecían del salón; él quería esperar unos días más, unos días para proponerle que se casara con él, que le hiciera inmensamente feliz y que él también la haría feliz.
Solo un poco más.
Cuando las campanas sonaron todos sonrieron unos a otros deseándose feliz navidad, Lucían lo que hizo primero fue tomar la mano de Maggy y llevarla a sus labios, no necesitaron palabras ni nada de eso, ambos sabían lo que sentían: estaban felices de estar juntos. Pero aquella felicidad no duró mucho, no cuando el sonido de un cascabel atormentó a Maggy, rápidamente miró alrededor en busca de aquel sonido, quiso creer que tal vez era uno de los niños, pero cuando volvió a sonar, ella negó.
―¿Margaret?, ¿qué sucede, cariño? ―inquirió él, cuando ella giró vio al viejo con media sonrisa, sostenía un cascabel en su mano y lo volvió a sonar, a los segundos desapareció. Se soltó de su agarre y corrió tras el anciano mientras Lucían gritaba su nombre.

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UN DESEO POR NAVIDAD (TERMINADA)
RomanceCuando naces en un pueblo y vives ahí es muy difícil salir adelante, estudiar una carrera o en todo caso ser independiente es complicado, el éxito es casarse y atender bien a tu marido, quien se casa es una mujer con mucha suerte, quien se casa es t...