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Él regresó a su casa a las dos de la mañana, su familia lo esperaba, prometió volver por ella en unas horas para salir y ella gustosa aceptó. A las cuatro de la mañana todos fueron a la cama, Margaret no pudo alejar los pensamientos que iban directamente hacia Luke y a los recuerdos de Lucían. ¿Había sido solo un sueño? Terminó envuelta en sus sabanas y en los brazos de Morfeo.

Luke se puso la camisa roja de rallas y el gorro viejo negro con visera, su cabello estaba largo junto con la barba de días. Aquel aspecto le otorgaba unos años más, pero era lo que a él le gustaba. Se giró y sonrió cuando vio a Henry mirarlo con una ceja alzada, él se aplicaba loción y se ponía sus mejores pantalones y botas negras.

―Así que Maggy, ¿eh?

―Solo iremos por un café, hace algo de frío ―comentó ansioso, sirviéndose una taza de chocolate y abriendo un tamal de maíz pelado mientras su hijo se servía comida calentada de la noche anterior. Bastaron unos minutos más para que la mesa estuviera llena y todos rieran. Arturo estaba a su lado con una sonrisa de gato mientras se llevaba trozos de pavo a la boca―. ¿Qué?

―Nada.

―¿Qué miércoles te pasa?, ¿por qué me ves así? ―siseó viendo la mirada de su hermano, todos sonrieron juguetones y miraron sus platos―, ¿qué?

―¿Te has echado perfume, Luke? yo que creía que no conocías eso ―bromeó Arturo y todos rieron, Luke gruñó y le dio un empujón en el hombro.

―También se puso pantalones nuevos y se bañó ―comentó Henry, que de inmediato apartó los ojos cuando su padre lo miró mal.

―¡Luke se ha bañado! ―exclamó sorprendida Grecia, el aludido resopló con molestia.

―Cualquiera que los escuche dice que no me baño, ¿pero qué les pasa?

―¿Iras a ver a Maggy? ―preguntó su madre con una sonrisa en los labios, Luke se quitó la gorra y peinó su cabello para después volver a ponérsela―, la chica es muy hermosa hijo, cuídala.

―Solo nos estamos conociendo, nadie dice que me casaré o que ella terminará enamorada de mí.

―Eres un hombre maravilloso, hermano: buen padre, buen hijo, buen hermano y buen ciudadano. Te haces cargo de la chacra y siempre estás trabajando, eres el tipo que cualquier mujer quiere en su vida.

―Ella es una mujer de ciudad, ella tiene su vida allá, ¿qué hará con un hombre que sabe ordeñar leche?

―Ordéñala a ella, hermano ―murmuró Arturo, todos se giraron a verlo, él reía y los demás negaban.

―¡Que desagradable eres, Arturo! ―Su hermana lo miró mal, después se puso de pie y los demás integrantes la siguieron. Él hizo una mueca y Luke le propinó un golpe en el hombro haciendo que este protestara y se quejara como niño pequeño.

―¡Bien! váyanse si quieren, más comida para mí.

―¿Cuándo vas a madurar, idiota? ―inquirió Luke, tomó una chaqueta del ropero y salió de la casa escuchando las protestas de su hermano.

Se subió a la camioneta vieja de su padre y manejó hasta la casa de Margaret, pasó sus manos por su cabello y se volvió a poner el gorro mientras se acercaba y golpeaba la puerta. Escuchó risas y gritos, después vio a una Margaret avergonzada que lo empujó.

―¡Vamos o saldrá la bruja! ―Él tartamudeó y la ayudó a subir para después rodear la camioneta y arrancar, por el espejo retrovisor observó a la familia de ella salir y reír―, no han dejado de molestar, mi madre suele ser muy intensa.

―Mi familia está igual ―dijo risueño golpeando sus dedos en el volante, ella se inclinó encendiendo la radio, se echó hacia atrás y sonrió al escuchar a Diego Torres con La última noche.

Cerró los ojos y él se permitió verla de reojo, sonreía y llevaba sus manos a su cabello. Él condujo en silencio, pero fue un silencio cómodo. Se aclaró la garganta y cuando llegó el coro empezó a cantar:

Ay de mí es la última noche

que voy a sufrir por este amor

quiero despertar mirando las estrellas otra vez

hoy van a brillar los cielos que me han visto padecer

creo que soñar los besos que me has dado por amor.

―No sabía que te gustaba Diego Torres ―susurró ella cuando él se calló, tenía una voz muy bonita―, cantas muy bien.

―¿Con todo y gallos? ―bromeó robándole una sonrisa―, siempre me ha gustado la música de Diego Torres, Gian Marco y otros. ¿Qué puedo decirte? soy un romántico.

―Deberías dedicarte al canto, te iría muy bien.

―Aduladora ―Rió y él la ayudó a bajar de la camioneta. Saludó y la guió hasta la mesa final de la cafetería, más de uno giró y lo saludó, pero con la intensión de saber quién era la que acompañaba al viudo del pueblo―. Así es la gente del pueblo, cuando yo llegué las vecinas aparecieron en mi puerta preguntándome por mi esposa.

―Pueblo chico, infierno grande.

―Tal vez ―afirmó quitándose la chaqueta, ella lo imitó y se quitó el gorro de lana que cubría su cabeza―, pero fue un apoyo cuando todo parecía caer en mis hombros. Conocí grandes personas y ahora tengo muchos amigos aquí, uno de los que me ayudó fue un amigo que vive en la ciudad; Chars, es viudo y siempre ha criado a su hija, él me ayudó mucho.

―Es maravilloso lo fuerte que puede ser un hombre, uno como mujer siempre sabe lo que un bebé requiere mientras que un hombre no sabe casi nada. Henry es un buen chico, lo has hecho muy bien, Luke.

―Yo era todo en su vida, Henry es un buen muchacho: estudioso y obediente. Me ayuda en la chacra, pero siempre está perdiéndose en la biblioteca.

Ella sonrió recordando a Hudson, el príncipe que siempre llevaba en sus manos un libro y siempre sabía que decir.

Ambos pidieron café y pan francés mientras hablaban de la vida, de arte, de política y del amor. Eso último fue lo más mencionado mientras se veían cómplices y reían rozando sus dedos. Hablaron por horas hasta que él la dejó en la puerta de su casa, él le había regalado una rosa y ella en más de una ocasión se la había llevado a la nariz inhalando su aroma.

―¿Te veré mañana? ―Él preguntó con suavidad, ella sonrió asintiendo―, ¿y pasado mañana?

―Sí, Luke.

―¿Y el próximo año? ―Se acercó tomando su mano entre la suya, ella lo miró y asintió con media sonrisa en sus labios.

―Estaré aquí por largo tiempo, tienes mi número y mi dirección.

―Entonces nos vemos en la noche, hay un baile, ¿te parece?

―¿Y cuándo me llevarás a montar caballo? ―Él rió entre dientes quitándose el gorro para pasar sus dedos por su cabello oscuro, ella sonrió viendo las arrugas a cada lado de sus ojos y los hoyuelos formados en dos citas perfectas.

―Cuando tú quieras. Siempre estaré aquí.

―Perfecto, yo también estaré aquí ―susurró, él se inclinó rozando sus labios en su mejilla, se alejó y con una sonrisa de oreja a oreja partió dejando el corazón de ella hinchado de felicidad.

Los abuelos suelen decirlo: «El amor está a la vuelta de la esquina, solo debes usar lentes con buena medida y dejarlo entrar a casa.»

Y eso hizo Margaret.





UN DESEO POR NAVIDAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora