EPÍLOGO

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Margaret apretó los labios y se estiró para después sonreír, abrió los ojos encontrándose con el rostro relajado de Luke. Su cabello oscuro caía en su frente cubriendo la pequeña cicatriz que tenía ahí y que él constantemente estaba inventando una gran historia del por qué la tenía. Sus espesas pestañas protegiendo esos bonitos ojos y su nariz enrojecida por el frío que abrazaba esa época del año. Se puso de pie tomando la chaqueta de él que descansaba en el mueble, se la puso y metió sus manos dentro para calentarlas.

Hace cuatro meses recién se había mudado a su pueblo, su padre le había ayudado a buscar una pequeña casa para ella con una división para su consultorio, todo había marchado bien, ella había dejado de huir que era lo más importante.

Después de año nuevo tuvo que volver a Piura, ella tenía una vida allá aunque su corazón latía desesperado cuando su celular sonaba recibiendo una llamada del pueblerino que lentamente estaba entrando en su corazón. Los mensajes se convirtieron en llamadas nocturnas, los apretones de manos en besos y los días de visitas en largos fines de semana. Él iba los fines de semana a Piura o ella terminaba en su pueblo, pero siempre juntos.

Lo que había comenzado como una amistad había terminado en un romance lleno de brillo y mágicos momentos. Él la había atado a su pecho y ella ya no pudo huir, estar en los brazos de él era lo que ella necesitaba para ser feliz, para sentirse en casa.

―¿Huelo café? ―Ella sonrió cuando lo vio aparecer con los ojos entre abiertos, el cabello rebelde y una sudadera rosa. Ella se carcajeó sirviéndole una taza de café y a lado un huevo frito con plátanos.

―Buenos días, dormilón ―susurró ella besando sus labios, él sonrió abrazándola para después sentarla en su regazo y rodearla con su brazo―, aun tienes algo de pintura en el cabello, ¿no te bañaste anoche?

―¡Estás loca, mujer! ―replicó llevando la taza de café a sus labios, dio un corto sorbo y la miró―, el agua estaba helada, ¿tú querías que me bañara? No, prefiero mantener mi deliciosa esencia.

―Que cochino eres, pueblerino ―bromeó rodeándolo con sus brazos, él sonrió y ella se inclinó dejando sus labios pegados a su frente.

Ellos habían estado pintando el pequeño salón que utilizaría para recibir a sus pacientes, habían estado hasta tarde, aún más cuando ella quiso mover su cama y ésta terminó rompiéndose, Luke fue a su casa por herramientas y madera. Estuvieron hasta las tres de la mañana hablando sobre futuros planes y él reparaba cosas en la casa de ella, aun no vivían juntos, él se quedaba de vez en cuando, ambos querían ir lento aunque en más de una ocasión él había insinuado querer casarse con ella. Maggy sabía que lo que tenían ambos era especial, para formar algo bello debían construirlo con bases fuertes.

Dejar Piura fue un golpe grande, volver a empezar aun peor. Ella vivía en casa de sus padres y utilizaba el pequeño salón como su consultorio, fue un desastre total e incluso preparó maletas para volver, pero fue Luke quien no le permitió huir. Ahora tenía trabajo en dos colegios en el pueblo, dos días a la semana viajaba a Piura para atender en un hospital y tenía consultas en su consultorio, aunque no eran muchas, no se quejaba.

Henry ya no vivía con Luke, él ahora estaba estudiando en Piura y se quedaba con Omar, los fines de semana estaba ahí con ellos y los tres tenían tiempo valioso. Lo mejor de todo era que todos los días a la una de la tarde estaba Luke esperándola para ir a almorzar, siempre a la misma hora y siempre con una rosa.

―¿Crees que tu madre se moleste porque dormiste aquí?

―Estás bromeando, ¿verdad? ―Ella arrugó la nariz cuando él se inclinó besando sus mejillas, ella pasó sus manos por su cabello con suavidad―, mi mamá quiere botarme de la casa, dice que estoy demasiado viejo para estar visitando a mi novia.

UN DESEO POR NAVIDAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora