IX: Sumisión a la Dolencia

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Se sentía atormentado, un poeta desgarrado; de aspecto desaliñado, en un mundo organizado; con el corazón destrozado, y el pecho marcado.

Sus lágrimas caían cual cascada por su rostro, sus manos temblaban cual tierra en terremoto; intentaba que a sus pensamientos, se los llevara el viento; deseaba que sus dolorosos recuerdos se volvieran polvo, para poder lanzarlos cual cenizas al mar hondo; siente el peso de sus sentimientos sobre sus hombros, cual pesados escombros, ésos escombros metafóricos se sentían como su vida, como un rascacielos, como una vieja casa que se cae ladrillo a ladrillo, a veces pensaba que estaba perdiendo un tornillo.

Guió su mirada a las estrellas, pensando que eran bellas, se preguntó cuántas podían haber, quizá cuantos rayos de sol en el atardecer; él se había sumido en el dolor a más no poder, pocas noches paz podía tener.

A veces, quería simplemente olvidar y avanzar, pero tanto era ése dolor que no podía ése deseo consumar, para él era mejor hundirse en el dolor, impregnar cada parte de su cuerpo, mientras se consumía en la desesperanza, y la añoranza de volver a estar a lo alto de la balanza, después de tocar las profundidades de la desdichada opresión en su pecho, de sus recuerdos que dolían cual fuego sobre su piel, dejando una marca permanente, donde el doloroso ardor seguía vigente.

Hundirse hasta sentirse ahogado, para salir firme y sacudirse el dolor como si de agua de lluvia se tratase, como si pudiera sentir el dolor calar en su vestimenta... hasta corroer sus huesos de la misma manera que la lluvia fría lo hace, era fácil quitarse ése "disfraz" de lluvia, para dejar el frío de lado, pero... ¿cómo te quitas el dolor qué corroe cada uno de tus huesos hasta llegar a tu alma?

No sabía qué hacer, él había sembrado un gran sentimiento en su corazón, había regado ése sentimiento hasta convertirlo en un fuerte roble, pero, al parecer no se había puesto a pensar que los árboles pueden ser talados. Hecho de fuerte madera, como de caoba, pero... incluso la madera más fuerte podía podrirse, al igual que un sentimiento; ésa metáfora arbórea se había marchitado, y degradado hasta volverse polvo; el lugar donde había sembrado se había convertido en tierra fétida, con escasas probabilidades de florecer, como a una madre a la que le decían que es estéril y que no podrá crear vida; y él se sentía muerto en vida, él tenía que encontrar una salida, antes de consumirse en pensamientos negativos e ideas suicidas. 

Palabras al VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora