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Cáncer.

Una punzada en mi cabeza me hizo abrir los ojos. Confundida mire donde me encontraba pero nada me resultaba familiar. El lugar era totalmente blanco al punto que parecía infinito.

El pánico creció en mi e intente levantarme pero la punzada volvió causando que caiga. Cerré mis ojos con fuerza, capaz así el dolor desaparecería pero no funcionaba. El dolor era tan fuerte al punto de hacerme largar un par de lagrimas.

Una mano se posó en mi cabeza y el dolor lentamente fue desapareciendo, de la sorpresa abrí mis ojos rápidamente mirando a la persona que se encontraba ahora mirándome con una sonrisa.

Creo que estoy delirando, un delirio muy serio porque él no puede estar adelante mío así como así y sonriéndome. Acaso ¿Estoy muerta? ¿Cuándo morí?

— No estas muerta, Cáncer. —su voz, no había pensado cuanto la extrañaba hasta que la escuche salir de sus labios.

Me levante tan rápido como mi cuerpo me lo permitió y lo miré a los ojos. ¡Oh por dios! ¿Esto es real?

Tape mi boca con mi mano tratando de acallar mis sollozos. Mi cuerpo no reaccionaba ante su presencia, ante la presencia de Libra.

Sus brazos se envolvieron en mi cuerpo proporcionando calor y calidez a mi cuerpo, respondí el abrazo tan fuerte como pude intentando transmitirle cuanto lo había extrañado.

— ¿Se puede saber por qué tardan tanto? Me aburro aquí. —Se escuchó decir a lo lejos y tan pronto como lo escuché sabía quien era.

Mire sorprendida a Libra a lo que él solo se limito a asentir.

Con lagrimas y una sonrisa en mi rostro, corrí tan fuerte como mis piernas me lo permitían. Cada vez que me iba acercando a su figura podía ver su sonrisa y como abría los brazos recibiendo mi abrazo.

En cuanto estuve en sus brazos lloré, como nunca en mi vida, dejando atrás el sufrimiento de estos días, la angustia y la depresión permitiendo a la esperanza, la luz y la calidez entra en mi.

Me separé de él observando son una pequeña sonrisa a las dos figuras que se encontraban delante mío.

— ¿Estoy muerta? —Pregunté nuevamente pero ahora en voz alta.

— Algo así. — Respondió tranquilamente Escorpio. — Ven, te contaremos todo. — Extendió su mano y con gusto la agarre.

Si así es el cielo, estoy feliz de haber muerto.

Sagitario.

Hace un mes intenté convencerme a mi mismo que alguno día nos iba a sacar de aquí pero al pasar los días, y estar todavía encerrado sin contacto alguno con el exterior, comencé a dudarlo.

¿Cómo podían dejar encerrado así como así a seres humanos en condiciones deplorables como estas? ¿Tan poco valemos?

Suspiré mientras mi mano pasaba contra mi cabello intentando alejar los mechones rebeldes que aparecieron hace días.

Extraño mi anterior vida, aunque no era de lo mejor, ya que formaba parte de una de las mafias más buscadas de Estados Unidos. Todo era arriesgar mi vida casi todos los días del año desde hace tres años, aunque todo comenzó a ir mejor cuando conocí a Aries a tan solo meses de haber entrado a la banda mafiosa. Digamos que su rango era superior al mío, yo tan solo me encargaba de recoger dinero de los paraderos donde vendían drogas y a veces si era necesario amenazar con mi arma pero su cargo era mi elevado, mano derecha del jefe y gran hijo de puta, así es como se podia definir a Aries. Al pasar los años no hicimos tan cercanos que hasta la fecha lo considero mi hermano de otra madre, aunque él no lo diga y haga como que no le importo estoy seguro que no permitiría que nada me pase.

En solo tres años me convertí en el jefe de tráfico de drogas más grande del país aunque tan solo lo sabe Aries me da miedo que las personas que se encuentran conmigo se enteren de algo y se alejen.

La inseguridad de aquel niñito abandonado en el orfanato sin saber si algún día encontraría una familia sigue aquí, tan presente que cala mis huesos y atrapa mi frío corazón.

Porque hasta una de las personas más peligrosas del país siente inseguridad y miedo al rechazo.

n/a: los errores a lo largo de la historia serán editados al finalizar esta misma. espero sepan comprender, muchas gracias.

cuarentena [zodiaco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora