Capítulo 8- Del sueño a la pesadilla

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Capítulo sin beteo así que, de antemano, disculpen cualquier error que se me haya escapado.

Disclaimer: La saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer, yo solamente me divierto con sus personajes, ya que me enamoré de ellos. Esta historia es una idea mía y ahora la comparto con ustedes.

Capítulo 8 — Del sueño a la pesadilla

Tras la declaración de Edward en su cuarto nos quedamos envueltos en nuestra burbuja de felicidad, intercambiando besos y caricias hasta que el hambre nos hizo acordar de que el tiempo no se había detenido por nosotros, bajamos a la cocina y Edward me hizo el almuerzo, un rico plato de pasta y gambas, me lo comí muy contenta de que ninguna náusea se me presentara, probablemente el virus se estaba yendo de mi cuerpo.

Sentada en la banqueta de la encimera lo vi manejar los utensilios de cocina y los ingredientes con gran destreza.

— Te hiciste todo un chef de cocina — lo halagué, todavía sorprendida por sus nuevas habilidades.

— La ocasión hace el maestro, ¿no? — Asentí, viéndolo limpiar las gambas y sazonarlas con jugo de limón, sal y pimienta. — O aprendía a cocinar o estaría hoy con las venas obstruidas por la grasa de las comidas rápidas, y además es un buen pasatiempo. Debo confesarte que me hice adicto de los programas de cocina, es algo que veo cuando quiero relajarme del trabajo.

— Pues, somos dos. Me encanta aprender nuevos platos y luego intentar hacerlos, debo de tener más de cien recetas apuntadas en un cuaderno, pero solamente hice unas cinco.

— Pues, ya va siendo hora de que empieces a probarlas, seré tu ayudante y degustador oficial — dijo guiñándome el ojo.

Me reí.

A la hora del postre me ofrecí para hacer una salsa de chocolate caliente para cubrir el helado de vainilla, a Edward le encantó la mezcla de temperatura y de sabores. Llevamos nuestras tazas con los helados para su sala de televisión, allí degustamos el dulce viendo el inicio de Persuasión, película basada en una de mis obras favoritas de Jane Austen. La historia de Anne y el capitán Wentworth de cierta manera era la mía y la de Edward, sino que al revés, en el libro era Anne quien era persuadida a renunciar al amor del capitán, volviendo a encontrarlo años después, para aclarar toda la situación del pasado y retomar la relación de ambos.

Cuando terminé mi helado, dejé la taza sobre una mesita al lado del gran sofá cama, y me acurruqué sobre el pecho de Edward, veíamos la peli en silencio, solamente intercambiando caricias, Edward me acariciaba el pelo, mientras yo le hacía círculos sobre su pecho con el dedo, donde la abertura de la camisa me permitía tocar su piel, o solamente dejaba mis dedos corrieren por su piel casi sin llegar a tocarla. A la mitad de la película debo de haberme quedado dormida, esto se estaba haciendo una rutina últimamente, pues cuando volví a abrir los ojos en la tele ya se subía los créditos de ésta.

— Lo siento — murmuré, enterrando el rostro en el pecho de Edward, que todavía me tenía entre sus brazos.

— No lo sientas, me encanta verte dormir y principalmente si estás entre mis brazos, aunque no me parezca normal que pases todo el día durmiendo así que se te presente una oportunidad, ¿Estás segura de que estás bien?

— Estoy recuperándome de un virus estomacal, estuve mal hasta ayer, pero hoy no sentí nada.

— Debías de habérmelo dicho, te habría cocinado algo más ligero que las gambas.

— No pasa nada, estoy bien hoy, necesitaba comer comida de verdad después de todo lo que eché.

— Me avisas si te vuelves a ponerte mal — pidió en tono serio, uno que no dejaba espacio a la contestación, así que solamente asentí y sonreí internamente, por más que siempre le dije a Edward que exageraba en su papel de protector, en realidad me encantaba que fuese tan sobreprotector conmigo, me hacía sentir protegida y amada.

Hay díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora