Let me love you...
Scarlett-.
Al despertar al día siguiente escuché una canción tan fuerte que sentí que tenía los audífonos puestos. Me enderecé y abrí mis ojos muy lentamente. Me enderecé y escuché su voz. ¡Demonios, es sábado! Caminé hacia mi balcón y él estaba sin camisa cantando esa canción peinándose su cabello mojado.
- ¡Baja el volumen! -pedí acercándome a su balcón.
- No -gritó él sin mirarme.
- ¿Vamos a tener esta discusión todos los malditos sábados? -pregunté mientras me rascaba un ojo con el dorso de la mano.
- No -dijo perfumándose como si apestara-, ahora la tendremos todos los días porque recuerda... son vacaciones.
- ¡Lárgate de vacaciones! -pedí por piedad.
- Esta año no, nena -dijo con media sonrisa. ¿La época más maravillosa de la vida en la que él se iba, no estaba disponible? ¿Por qué Dios? ¿Me odias?
- Baja el volumen -pedí de nuevo. Entré a mi cuarto y cerré las puertas de nuevo. A penas di algunos pasos cuando escuché su voz aún más fuerte. Ese maldito micrófono que su madre le había regalado lo haría desaparecer.
Entré a mi baño y luego de darme una provechosa ducha, cambiarme y ponerme una de mis preciadas blusas a cuadros, unos jeans azules y dejé mi cabello andar al natural. Me miré al espejo y sonreí, me veía bien. Bajé las escaleras y allí ya estaban mis padres. Desayunando juntos como siempre lo hacían.
- Buenos días hija -sonrió mi madre.
- Hola mamá -saludé mientras tomaba una dona de la caja panera.
- Siempre me he preguntado por qué las muchachas de ahora tienen problemas alimenticios -dijo mi padre.
- ¿Tengo un problema? -pregunté dándole una mordida. Me senté en la mesa y él sonrió.
- No, por eso lo digo... -su sonrisa hacía que aparecieran líneas al lado de sus ojos-. ¿Cómo es que son tan infelices preocupándose por las calorías cuando tú comes de todo a todas horas? -sonreí. Nunca había tenido problema con comer una hamburguesa, luego de un burrito o miles y millones de chocolates.
- Pues sí, pero todas esas chicas no tienen la condición y el metabolismo que tu hija tiene -exclamó mi madre.
- Pues desde que ya no se junta con Luke ya no juega...
- Papá -susurré al escuchar su nombre- basta.
- Lo siento -dijo mordiendo un poco de su pan tostado.
- ¿Saldrás hoy a algún lado o porqué estás tan bien vestida? -preguntó mi madre. Yo suspiré y pensé en algún lugar para ir a visitar.
- No lo sé... no quiero permanecer aquí un sábado por la mañana -fruncí la boca y seguí comiendo mi dona.
- Hijita, ¿podemos hablar luego que termines tu desayuno?
- Si no tiene que ver con Luke sí -dije mientras bebía de mi vaso de leche.
- No, no tiene que ver con él -admitió mi padre. Sonreí y asentí.
Luego del desayuno, mi padre tomó sus llaves y una sombrilla del lado de la puerta. El día comenzaba a nublarse y no quería que nos mojáramos. Supongo que sería una caminata como la que hacíamos cada cierto tiempo o en mi cumpleaños.
- ¿Cómo estás hija? -preguntó mi padre abrazándome y caminando así a mi lado.
- Estoy bien -dije haciendo media sonrisa- ¿por qué de repente quisiste caminar conmigo?
- Porque quería saber cómo se encontraba mi pequeña -su pequeña de 17, solo sonreí-. ¿Por qué de repente odias a Luke?
- Papá...
- Ya venimos lejos de casa... -las calles ya habían pasado- te tengo abrazada y no puedes escapar de papá.
- Dijiste que no se trataría de esto -me miró molesto- ¿qué quieres saber?
- La verdad.
- Me lastimó -dije apenada, no quería que mi papá supiera lo que había pasado entre él y yo- simplemente me dañó y no quiero volver a mencionarlo, fuimos mejores amigos, crecimos juntos y la casa del árbol que está en el patio, allí sigue... simplemente no él no fue, quien yo pensé que sería.
- ¿Pero vale la pena odiarlo? -preguntó papá- Lo miras con tanto odio que su madre me ha dicho muchas veces ¿qué pasó con eso?
- Me disculparé con la señora Brooks -dije apenada.
- ¿Qué pasa con él?
- No exageres papá -dije mientras me quitaba de su abrazo.
- Bueno, iremos ahora -dijo dándome la vuelta.
- Papá...
- No te niegues -resoplé- mientras más te resistas más te rogaré.
- Bien papá -dije molesta. Después de caminar por varias calles llegamos a su casa.
Respiré profundo y mi papá tocó con una gran sonrisa en su cara. ¿Por qué le daba tanto gusto que yo viniera a pedirle disculpas a la mamá de Luke? Tragué saliva y luego de dos toquidos más la señora Tricia abrió la puerta.
- ¿Scar? -apreté el puño tan fuerte como pude y traté de sonreír.
- Mamá no encuentro el espejo que... -Luke bajaba las escaleras y se me quedó mirando fijamente. Yo desvié la mirada y la planté en el suelo.
- Hola señor Bouvier -saludó él. Yo tragué más saliva y cerré más fuerte los puños.
- ¿Qué te trae por aquí Charly? -preguntó su madre a mi padre.
- Venimos a disculparnos por el comportamiento que ha tenido mi hija Scarlett contra tu hijo Luke -yo apreté los dientes y traté de levantar la mirada. A penas noté la mirada de su mamá y la volví a desviar.
- Lo siento -susurré.
- ¿Qué? -dijo Luke acercándose a nosotros. "No te aproveches idiota que esto no lo hago por ti".
- Que lamento mirarte con tanto odio -murmuré un tanto más alto-. Lamento odiarte como lo hago y lamento faltarle al respeto a tu mamá en su propia casa.
- No entiendo, ¿a qué vienes entonces? -preguntó él molesto- ¿A odiarme en mi propia casa?
- Mi padre me obligó a venir... -dije enojada.
- Scarlett -reprendió mi padre. Me quedé callada y luego miré a la señora Brooks, quien me observaba un tanto decepcionada. Mordí mis labios y luego una lágrima se escapó de mis ojos. Me acerqué a la señora y puse la cabeza en su hombro. Ella me abrazó y él me miraba extrañado. Levanté la mano donde tenía mi L, su mamá no me podía ver así que le levanté el dedo grosero y él frunció el ceño, pero se quedó callado.
- Lo siento -susurré en el oído de su madre.
- Te odio -moduló él como para que solo yo lo viera.
- No más que yo -dije enojada. Me separé de su madre y ella me sonrió.
- Eres bienvenida cada que lo desees -exclamó su madre y yo sonreí.
- Hasta luego señora Brooks -me despedí-. Adiós querido Luke -exclamé y él solo apretó la boca.
Salimos de la casa y caminamos directo a la nuestra. Papá me detuvo antes de entrar al pórtico. Me miraba realmente molesto.
- No quiero que jamás vuelvas a hacerle esto a Luke -reprendió-, jamás creí que fueras tan cruel...
- Papá, te dije que yo no lo quería ver... eso fue lo que pasa cuando me obligas -dije molesta también.
- Estás castigada -dijo furioso.
- ¿Qué, por qué? -pregunté entrando a la casa, él entró a la cocina y miró a mi mamá. Ella rodó los ojos.
- ¿Cuánto tiempo? -preguntó mi mamá y mi papá miró el calendario.
- ¡Papá! -dije molesta y un tanto llorosa.
- De ahora en adelante por estos dos meses de verano, tendrás que salir con Luke a donde sea...
- ¿Qué? -pregunté enojada.
- Él no se merece ese trato -dijo mi padre-. Él no se merece semejantes sentimientos de desprecio...
- Papá... -hice un puchero y él desvió la mirada.
- Lo siento hija, pero o te acostumbras a él o no saldrás estos dos meses -lo fulminé con la mirada y corrí a mi habitación.
- ¿Cómo harás para que él acepte? -preguntó mi madre.
- Eso ya lo hablé con sus papás y están totalmente de acuerdo -respondió mi padre.