Tomé mis lentes oscuros y fui directo a su casa. Toqué la puerta con efusividad y su padre fue quien me atendió.
- Hola Luke -saludó y yo sonreí.
- Hola señor Bouvier -sonreí- ¿está lista Scarlett?
- ¿Para qué? -preguntó ella mientras bajaba de las escaleras realmente guapa. La miré y luego de parpadear varias veces planté la mirada en el suelo.
- Iremos a comprar algunas cosas que quiero para mi cuarto y luego iremos a casa de unos amigos, me invitaron a comer... probablemente lleguemos aquí para el anochecer -contesté muy seguro.
- Pero...
- Vamos hija -dijo su padre. Ella tomó su mochila y sus lentes y salió sin si quiera mirarme.
- Hasta luego señor Bouvier -me despedí, su padre sonrió y salí de su casa a paso lento.
Scarlett ya estaba recargada en mi auto. La miré y ella frunció la boca. Me acerqué a ella, la moví un poco a la izquierda. Abrí la puerta y ella entró aún sin dirigirme la palabra. Luego entré yo y conduje hacia el centro comercial.
El camino fue de lo más cómodo. Ella estaba calladita tan solo mirando la ventana, por mi parte, me encontraba enviando mensajes a la chica con la que me encontraría en el centro comercial. La música se hizo presente y yo comencé a cantar un poco, claro que en solo murmullos, también ella lo hacía pero solo movía la boca.
- ¿Qué piensas de el trato que hicieron nuestros padres? –pregunté, yo tampoco era un piedra.
- Pienso que es inútil e innecesario –ella seguía viendo a la ventana- tú y yo nunca nos volveremos a llevar tan bien.
- Por lo menos yo hago un esfuerzo –comenté mirando a la carretera.
- Yo ya me esforcé –comentó y yo bajé la mirada- pero no funcionó, así que no lo volveré a intentar.
Nos quedamos callados luego de esa corta e incómoda plática. Conduje con tranquilidad hasta el centro comercial. Al llegar bajé del auto y me encaminé para abrirle la puerta, pero ella ya estaba afuera. Aseguré el auto y luego subimos al primer piso, pues el estacionamiento era subterráneo. Yo me miré al espejo, ya que siempre lo hacía.
- ¿Desde cuando eres tan vanidoso? –preguntó. Escuchar su voz me sobresaltó un poco.
- Desde que me gustan las chicas –dije negando con la cabeza y mirándome de nuevo en el espejo.
- ¿Entonces eres gay? –preguntó ella con media sonrisa.
- Graciosa –la fulminé con la mirada.
Llegamos a el área de cosas para el hogar y busqué un espejo que me había gustado hace unas semanas que lo vi. Allí estuvimos viendo varios. Ella también se veía en los espejos y se revisaba el cabello. No usaba una sola gota de maquillaje. Siempre lucía sus preciosos ojos azules al natural. No podía negarlo, Scarlett sin duda era una de las chicas más hermosas de la escuela. La mitad de mis amigos quería salir con ella. Pero todos sabían que era territorio prohibido.
No pude evitar observarla, mientras ella jugaba con un espejo. Su rostro era perfecto, ojos grandes y azules, nariz pequeña y un tanto afilada, labios gruesos pero no demasiado, además de rosados en su tono natural. Pestañas largas y espesas. Cabello negro como el mío, piel de porcelana… tan blanca como la nieve, sin una sola peca. Alta y de un cuerpo realmente deseable, sin duda… la clase de chica que todo chico busca. Bueno, hablando solo físicamente… pues es rencorosa, testaruda, caprichosa, un tanto detestable, celosa y además… confiable.