El lunes de la semana siguiente lucí orgullosa mi camiseta, mi pulsera y mi colgante. Por suerte nadie se dio cuenta de que este último se podía abrir ¿cómo iba a explicar la foto de Tyler dentro? Sólo Raquel lo sabía y por suerte se mantuvo discreta, al menos cuando había gente alrededor, cuando estábamos solas no paraba de ponerme la foto frente a mis narices para lograr que admitiera algo que no quería admitir, porque no era verdad.
Un día a la salida me llegó un mensaje de mi madre.
- Mamá loca: Cariño, dile a Tyler si lo ves que venga al bar. Quiero hablar con él. Besitos.
Le mostré el mensaje al aludido y entramos de nuevo al instituto.
- ¿Por qué quiere mi madre hablar contigo?
- No tengo ni idea.
Al llegar al bar mi madre nos saludo muy efusiva, bueno más a Peeta, digo a Tyler, que a mí, supongo que me tiene muy vista.
- ¿Qué sucede mamá?
- Oh, nada. No quería asustaros. Es que un pajarito – dijo y se echó a reír ella sola – me ha dicho que la semana que viene se van tus tíos y tus primos de viaje.
Ty asintió sin entender a dónde quería llegar mi madre con eso.
- Bueno, sé que sueles comer en su casa entre semana.
- Sí, mis padres no llegan hasta la tarde de trabajar, por lo que como con ellos.
- Pues había pensado que comierais aquí.
- ¿Aquí? - pregunté.
- Sí. Los dos. Podéis comer mientras yo recojo y luego te llevamos a casa. ¿Qué te parece? Podemos llamar a tus padres y les preguntamos.
- No hace falta – murmuró Tyler.
- Claro que sí. Está decidido, a falta de hablar con tus padres, por supuesto. Llámalos y hablo con ellos.
Tyler volvió a asentir mientras sacaba su móvil del bolsillo. Se alejó un poco para hablar y yo miré a mi madre que sonreía alegremente. ¿Cómo hacía para enterarse de todo? Con lo despistada que es.
- Es mi madre – dijo Tyler pasandole el teléfono a la mía.
Ella se metió a la cocina para hablar con Rosa como si la conociera de toda la vida.
Tyler me miró confuso y yo a él.
- Está loca – la justifiqué y el se echó a reír.
- Perfecto – dijo mi madre al cabo de unos minutos -. Ya está todo hablado.
Así que tal como mi madre programó esa semana en cuanto terminábamos las clases nos dirigíamos al bar y comíamos mientras ella limpiaba y recogía. Si nos daba tiempo leíamos un poco hasta que acababa. Luego dejábamos a Tyler en su casa y nos íbamos a la nuestra.
El lunes siguiente al salir de nuestra última clase Tyler me arrastró hasta el bar.
- ¿Hoy también comes aquí? - pregunté confundida -. Pensaba que tus tíos ya habían regresado.
- Sí, ya han vuelto. Es que mi madre me dio un regalo para la tuya, en agradecimiento.
No encontramos a mi madre por ningún lado. Tyler dejó en regalo en una silla y me miró con una sonrisa traviesa.
- ¿Sabes que hora es?
Levante mi brazo para mirar mi reloj pero él me sujetó la muñeca tapándolo. Con su mano libre sacó del bolsillo un reloj antiguo unido a una cadena.
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¡No eres Peeta!
Genç KurguLa vida de Marta es normal y corriente, tirando a bastante aburrida últimamente. Todo cambia con la llegada de Tyler a su instituto. ¿Podrá el chico nuevo demostrarle a Marta que puede igualar a su adorado amor literario Peeta Mellark?