Destruir el Gorthaur

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Multimedia: los ghûls saliendo de sus madrigueras bajo tierra.

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Durante los consecutivos meses, Mordor sangró.

Sangró la sangre de sus Caudillos y Capitanes, que morían uno tras otro bajo el filo de Urfael y Azkâr, o bien por las flechas certeras del elfo, lanzadas desde un arco legendario que según Melania descubrió, se llamaba Acharn.

Las tres armas se llenaron de sangre, bailaron en la oscuridad y en la luz. Y la Aparición bailó con ellas.

Sus heridas sanaban en minutos, su velocidad la hacía extremadamente difícil de alcanzar, su fuerza provocaba que sus mandobles mellaran armaduras y macharan cráneos, aplastando los sesos que protegían.

Sus ojos refulgían como el más brillante de los zafiros mientras luchaba, mientras volaba sobre las fortalezas, de cornisa en cornisa, despejando los cielos de arqueros orcos.

Su leyenda se reforzó y aumentó. Decían que era invencible, y uno de los caudillos quiso demostrar que no era así: la arrojó a un pozo y envió oleadas de sus secuaces contra ella, buscando su muerte. Pero la Aparición exterminó a cada orco que osó acercarse a ella hasta que huyeron despavoridos, abandonando a su caudillo. La Aparición no tardó en acabar con su vida.

También decían que fue capaz de asesinar a todos los orcos de una fortaleza en una sola noche, sin hacer saltar la alarma. Sus víctimas no la vieron venir hasta que sintieron el filo de Azkâr en su garganta. Fue como si la Muerte misma hubiera asaltado la fortaleza: amaneció poblada únicamente por cadáveres.

Se contaba que desde lo alto de un torreón, empleó las flechas de Acharn para matar a un grupo de treinta orcos en menos de dos minutos. Los huercos caían fulminados por su certera puntería.

Estas y muchas más hazañas se contaban. Y mientras la esperanza que simbolizaba la Aparición crecía, las ansias de lucha lo hicieron también. Por todo Udûn, los esclavos se rebelaban contra sus amos. Los esclavos querían escapar y la Aparición les había dado las fuerzas para intentarlo. Se organizaron y tramaron una revuelta, pero los orcos atraparon a sus líderes y los torturaron, burlándose de sus pretensiones. Las risas murieron en sus gargantas cuando la Aparición cercenó sus yugulares y liberó a los líderes de aquella revuelta.

La pequeña rebelión se llevó a cabo y durante un tiempo, varias fortalezas se quedaron sin esclavos.

La Aparición mató al segundo caudillo en un combate singular. El orgullo del caudillo hizo que tratara de derrotar a la guerrera que asolaba Mordor por sí solo, y como previeron sus detractores, cayó ante ella, aunque no sin conseguir marcarle la cara con una cicatriz que pasaba sobre su ojo izquierdo y le partía la ceja en dos.

El tercer caudillo fue más cauto, y se ocultó tras un muro de adeptos, dispuso un ejército de arqueros en las alturas. Les ordenó disparar al mínimo indicio de la Aparición. A pesar de todas sus precauciones, cuando la Aparición llegó no hubo nada que hacer. Derribó a muchos de sus guardias con las flechas de Acharn y se coló entre los pocos que quedaban mientras las flechas orcas llovían desde las alturas, impregnadas en veneno.

Peleó contra el caudillo y le dio muerte a pesar de que varias flechas envenenadas encontraron su cuerpo. Sin dejar que aquello le parara, la brutal luchadora arrancaba los proyectiles de su espalda y continuaba la lucha. Cuando el orco cayó a sus pies, le habían clavado nueve flechas. No obstante, aún le quedaron fuerzas para eliminar a todos los arqueros, uno a uno, y abandonar la fortaleza.

La leyenda no cuenta como se ocultó en una cueva y murió víctima del veneno, solo para volver a abrir los ojos tres días después, con nuevas cicatrices adornando su cuerpo. Las que más llamaban la atención, sin duda, eran las nueve que aquellas flechas habían dejado en su cuerpo, distribuidas por toda su espalda.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2018 ⏰

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