¿Qué harías si tu hogar es atacado?
¿Si las huestes del Señor Oscuro se dedican a secuestrar, saquear y asesinar?
¿Si ves morir a toda tu familia delante de ti?
¿Si sólo fueras una muchacha de veinte años?
Creerme, cuando llegas a este punto, lo ú...
La Aparición había sembrado el miedo entre los sirvientes de Melkor. No era ningún secreto. Los orcos la temían, los seres que protagonizaban pesadillas ahora combatían las suyas propias, que tenían por protagonista a una mujer de resplandecientes ojos azules que no podía morir. No importaba la herida o el arma, la muy maldita no moría. Siempre contaba con el apoyo de un guerrero espectral que era incluso más letal que ella.
Sin embargo, ahora era ella la que moría de miedo. Ese sentimiento se hacía presente en su sangre, fluía por sus venas a toda velocidad, al ritmo que marcaba su enloquecido corazón.
¿El causante de aquella reacción atípica a ella? El enorme caragor que había escapado de los reñideros de la fortaleza de Gnufir y que ahora abría las fauces en su dirección para dejar escapar un rugido atronador a la vez que exhibía los enormes caninos con los que podría partir huesos.
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Melania tragó saliva, aferró sus armas y se puso en guardia.
"Glorfindel, vas a tener que ayudarme. Esa bestia no puede ni tocarme"
Apártate cuando te diga y clávale la espada rota en el costado, entre las juntas de su coraza.
La joven tragó saliva y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para quedarse plantada en el sitio, viendo como aquella masa de músculos y dientes se acercaba a ella a toda velocidad.
Ahora.
Melania saltó hacia la derecha y su mano, guiada por el elfo, clavó con fuerza la espada que usaba como daga entre las juntas de la coraza. La criatura lanzó un rugido cuando la cuchilla se hundió en su carne y antes de que elfo o mujer pudieran intuirlo, golpeó a Melania con una pata, tirándola al suelo y haciéndola perder su espada.
Melania gritó de terror cuando la bestia se cernió sobre ella y sus manos volaron al cuello de la criatura, donde se afianzaron, en un intento de separar los enorme caninos de su cara. Gritó por el esfuerzo mientras la bestia rugía, pero aunque el elfo le cedió su fuerza, el caragor era demasiado fuerte.
Melania volvió a gritar y el caragor a rugir.
- ¡Ayúdame!
Su grito no cayó en saco roto, sino que su espectral amigo pronto se hizo cargo de la situación. Cuando el mundo se apagó y surgieron las sombras, el cuerpo de Melania resplandeció y el elfo pudo apartar a la enorme bestia de encima suya. El animal rugió, sorprendido ante la repentina luminosidad de su presa, pero no se amainaló.
El elfo esquivó la embestida y aferró a la espada incrustada en su carne. No obstante, esta estaba enterrada en profundidad, y las corazas impedían su salida, de modo que el elfo se vio catapultado hacia la espalda del monstruo, que contaba con sendas espinas puntiagudas, que por poco atravesaron el corazón de aquel cuerpo.
¡Glorfindel, cuidado!
El elfo lo evitó, pero una de ellas se hundió en el muslo derecho.El espectro gruñó y Melania vio como la zona herida dejaba de resplandecer, ya que la luz quedaba tapada por su sangre, espesa y negra como la de un orco. La sangre de un muerto, de una maldita.