Reliquia

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NOTA DE AUTORA AL FINAL

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El orco se acercó corriendo con la cimitarra alzada por encima de la cabeza, pero en cuanto estuvo lo suficiente cerca, Melania aprovechó que había dejado el pecho al descubierto para propinarle una estocada en el corazón, lo suficiente fuerte como para mellar la armadura. El orco la miró, sin terminar de procesar aquello, y ella sonrió cínica:

- ¿Quién iba a hacer gritar a quién?

El orco ululó de la rabia, y Melania le hizo un corte en el hombro, pues su armadura dejaba los brazos al descubierto. Luego, detuvo un golpe que iba en dirección en su cadera. Subió la espada con fuerza, provocando que el orco acabara con los brazos en alto, cosa que ella aprovechó para volver a atacar en el hombro que sostenía la cimitarra. El orco corrió hacia ella, pero ella se apartó de un salto y de un tajo cortó las tiras que sujetaban la armadura del orco, que cayó al suelo.

- ¡Sucia piel rosa!

- Yo no soy la que apesta aquí, amigo.

Deja de hablar tanto y mátalo ya.

El Capitán dio un tajo de arriba abajo, pero ella lo paró con Urfael. Hizo fuerza para desviar la cimitarra y al hacerlo, quedó de espaldas al orco y muy pegada a él. Pero antes de que al orco le diera tiempo a agarrarla del cuello, ella le propinó un codazo en la cara que lo tumbó en el suelo.

- ¡Maldita!

El segundo orco, el llamado Hurâ, corrió hacia ella con el machete alzado. Pero lo hizo mientras daba vueltas con él sobre su cabeza, dejando las muñecas al descubierto. Melania sonrió.

¿Te acuerdas de lo que te dije de las muñecas?

- Por supuesto.

Melania esperó, y cuando el orco volvió a abrir el brazo, Melania le hizo un tajo en la muñeca, y el machete salió volando. El orco arremetió contra ella, pero su armadura no era gran cosa y Urfael le atravesó el pecho, saliendo por su espalda. Arrancó la espada del cadáver del orco, que cayó al suelo, y se giró de nuevo hacia el Capitán, esperando encontrarlo tumbado aún en el suelo.

Pero El Esclavista ya se había levantado y la empujó al suelo. Alzó la cimitarra sobre ella, pero Melania rodó por el suelo, apartándose de él. Se levantó mientras el orco arrancaba la cimitarra del suelo y cuando el orco se volvió hacia ella con un grito, Melania le hizo un tajo en las rodillas que le hizo caer al suelo. El orco la miró, arrodillado y con una mueca de odio, pronunció:

- ¿Qué esperas conseguir?

- Exterminaros a todos.

Melania le cortó la cabeza de un golpe seco y la cabeza, aún recubierta por el yelmo de hierro, rodó por el suelo. Melania cerró los ojos unos segundos, cansada. Afortunadamente, la pelea había sido uno contra uno casi todo el rato, y en esa clase de peleas, ella no tenía problemas.

No estamos solos.

Melania se giró lentamente, para ver como al menos una decena de orcos acababa de llegar y por la forma en que la miraron, ella adivinó que habían visto como había matado al Capitán.

- Elfo...

No te preocupes. No van a atacarte.

- ¿Cómo estás tan seguro?

¿No reconoces al orco que está en la esquina?

Cuando Melania se fijó en él, lo reconoció al punto: era el orco que había escapado de las certeras flechas del elfo, en su primera lucha. Cuando estuvo segura de que en su mirada no había otra cosa que miedo, esbozó lentamente una sonrisa. El orco empezó a removerse, inquieto y la chica observó como murmuraba cosas.

Sombras de MordorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora