Opción Desechada

407 18 0
                                    

Recomendación Musical: "Sanctum of Light" – Position Music

| ~ | ~ | ~ | ~ | ~ |

Himitsu Kano se consideraba a sí mismo el peor médico. No era por tener un expediente lleno de operaciones fallidas, accidentes dentro del hospital o la pérdida de varias vidas. De hecho, muchos colegas, compañeros y amigos lo veían como un ejemplo a seguir. Sin embargo, ninguno de ellos sabía lo que a veces hacía con sus pacientes; alguien más podría llamarlo como un científico especializado en 'ratas de laboratorio'. En un principio, se sentía mal por intentar algo tan inhumano, pero las palabras de su mejor amiga y compañera lo tranquilizaron. Después de todo, ¿qué hubiera hecho si le decía a ese niño que quedaría ciego para siempre y recuperaba su vista tras unas cirugías? Se habría visto más como un ignorante que un mentiroso, eso era por seguro.

¿Por qué el caso de Katomi García no podía ser igual?

Estaba aquel niño, un mujer que tenía cáncer de mamá pero pudieron extirparle todo y se libró de la muerte, un anciano al que le dieron otros diez años de vida cuando sólo le quedaban días y un hombre que recuperó el habla aun cuando sufrió un corte en sus cuerdas vocales. Himitsu les había mentido a todos y cada uno sobre su supuesto destino, pero sus palabras se volvieron realidad al cabo de un tiempo.

Sin embargo, ese tiempo se había duplicado para Katomi y no había indicios de cambio.

Volvió a recargarse en el respaldo de su silla. Le daba igual tener una montaña entera de informes sin completar. Su mente estaba llena de otra cosa: preocupación. Tenía suerte de estar solo en su oficina, pues sabía que su expresión no tranquilizaba su intriga. Estuvo a punto de levantarse y patear su estante de libros, cuando un toqueteo en la puerta le impidió tan siquiera separarse de su silla.

―A-adelante ―intentó responder con una voz tranquila, pero le fue imposible ocultar su nerviosismo.

Una mujer entró. Llevaba consigo una pequeña libreta. Ni su uniforme de enfermera podía ocultar la tristeza que cubría su rostro. Con un simple movimiento de la cabeza de Himitsu, ella cerró la puerta detrás y se sentó en una de las sillas al otro lado del escritorio. Movió su mirada hacia el papeleo que cubría el escritorio, antes de negar con la cabeza y colocar su libreta encima de una pequeña montaña.

―Las hermanas García acaban de irse ―declaró ella con notoria tristeza―. Katomi no mostró sensación sobre su yeso falso. Hablé con Alexandra y tampoco se ha percatado de algo en casa ―al ver cómo él desviaba la mirada, se recargó en la mesa―. ¿Hasta cuándo seguiremos con esto?

―¿De verdad quieres que te responda, Ritsuka? ―cuestionó en lugar de responder― Le dije a esa niña que en tres meses su fractura se reponía, le retirábamos el supuesto yeso y podría volver a caminar. ¿Qué crees que pase si se da cuenta que todo fue una mentira y caminar se volvió sólo un sueño?

―Querrás decir: cuando se dé cuenta ―Nageku corrigió e hizo que el hombre volviera su vista hacia ella―. Eres su médico. ¿Quieres que te lo recuerde? No puedes seguir experimentando con ella. Debes decirle la verdad. Entre más tiempo pase, más difícil le será aceptar su destino. Si después Katomi tiene un problema psicológico, será toda tu culpa.

―¿Sabes cuántas veces me has dicho eso? ―preguntó al levantarse de su asiento― Siempre pierdes la confianza en mí y terminó teniendo la razón al final. Las otras veces...

―¡Esto no es como las otras veces! ―le interrumpió y también se levantó― ¡Acéptalo! ¡Katomi tuvo la mala fortuna de terminar parapléjica cuando debió sufrir sólo una fractura! ¡Ya no juegues más con los sentimientos de ambas hermanas!

Ave FénixWhere stories live. Discover now