Lucha Parte I

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Recomendación Musical: "Inner Strength" – Zone Music

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Sōsu Mirai observaba con detenimiento a todos sus estudiantes. Con orgullo, posaba la mirada sobre aquellos chicos que, cuando entraron, no lograban coordinar sus brazos con sus piernas o sus caderas con las rodillas. Sabía que, si seguían de la misma forma, completarían su meta para el próximo año. Nunca había tenido a alguien que no completara su proceso, pero tampoco a alguien que quisiera estar listo en cuatro meses. Si alguien diferente a Shijima le hubiera pedido eso mismo, jamás habría aceptado. No obstante, tanto el entrenador como la chica la sorprendieron.

Habían pasado ya casi tres meses desde que Katomi García decidió entrenar con ella. Sōsu conocía la historia de la joven americana y, aunque todavía no lograba creer que lo que le ocurrió fuese posible, se planteó una nueva meta: que consiguiera la propia. Claro que, antes de iniciar, le pidió que hablara con su médico para saber si no corría ni un riesgo. Cuando descubrió que, milagrosamente, se encontraba saludable y capaz de trabajar sus piernas, inició con un entrenamiento que dejaba corto a aquel de la 'Bestia Silenciosa'.

Desde la primera semana, Katomi creyó que moriría. El descanso le parecía un sueño vivido años atrás. Había empezado a apreciar el agua como el tesoro más valioso en todo el universo, pues sólo le era permitido hidratarse tres veces en los ciento ochenta minutos de entrenamiento. Habían días en que sus piernas no le respondían, pero era debido a todo el esfuerzo que realizaban (era usual verla caminar como potrillo recién nacido, uno que otro día). Con toda la fuerza que hicieron sus brazos en el tiempo que estuvo parapléjica, no creyó que éstos podrían cansarse más, pero Sōsu rompió sus expectativas.

Sin embargo, todo ese infierno en el que ella misma se adentró, rindió sus frutos: si al inicio del ciclo corría cuatrocientos metros antes de cansarse, ahora realizaba diez kilómetros y seguía bien. Tras el primer mes, sus piernas recuperaron una masa suficiente para que éstas fueran proporcionales al resto de su cuerpo. Por fin abandonó los pantalones holgados y regresó a los jeans, shorts, licras y la falda de la escuela. Descubrió, meses atrás y después de una consulta médica, que su estatura era de ciento ochenta centímetros; cinco semanas después, medía ciento noventa. Los cuatro centímetros que perdió después del accidente, eran algo que valió la pena sacrificar por ese milagro.

Más de dos meses atrás, cuando visitó a Himitsu Kano, el pobre hombre se desmayó frente a las hermanas García. Nageku Ritsuka logró controlarse un poco más al ver a la peli-naranja. Después de que el médico recuperara la consciencia y de asegurarse que no estuviera alucinando, demandó respuestas. Ese fue el día en que Alexandra, junto con el otro par, se enteró de todos los detalles del ataque que recibió Katomi de parte de Akuma. Mientras la rubia gritaba a los siete océanos que asesinaría a las cuatro chicas, Himitsu y Nageku recordaron una posibilidad que el varón había tenido hacía tiempo, pero decidieron callar; lo mejor era apreciar ese regalo que se le otorgó a Katomi.

Tensai iba muy bien por el trofeo. Justo el día anterior, vencieron a Chishiki en la tercera ronda del Torneo de Kantō. Sorprendentemente, la alineación principal de su equipo había consistido en Yūgana, Furuhashi como Alero, una Ala-Pívot que no reconoció y las dos chicas de primero que conoció en la Ceremonia de Graduación: Kotonaru como Pívot y Rinjin como Escolta. Este par le resultó una buena estrategia, pues comprendían la forma de juego de Tensai y daban buen apoyo en las formaciones. Aun así, Kotonaru Nyoko le parecía bastante familiar.

Siempre que Katomi pensaba que el entrenamiento de Sōsu no podía llegar a ser peor, la mujer aparecía con una nueva 'Rutina Extremadamente Extrema' (o como ella misma la nombraba), preparaba a sus piernas para otras tres horas en el mismísimo infierno. Su única inspiración y lo que le hacía seguir adelante, era el deseo de jugar la final del Inter-Escolar con su equipo. Tan sólo no podía esperar el día en que volviera a colocarse su uniforme y sus zapatillas; lanzaría el mayor grito al cielo y realizaría un mate digno de recordarse. Con cada gota de sudor que resbalaba de su nuca, estaba un paso más cerca.

Ave FénixWhere stories live. Discover now