Problemas Familiares

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Recomendación Musical: "Farewell Life" – Arn Andersson & Nights Amore

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Ella abrió los ojos y la oscuridad de la noche le dio la bienvenida. Un bostezo le afirmó que no fue buena idea interrumpir su sueño, pero una molestia en su garganta la impulsó a salir por un vaso de agua. Se sentó en el borde de su cama y vio la hora en la pantalla de su celular: tres veintitrés de la mañana. Volvió a acostarse sobre las sábanas desacomodadas y pensó en ocultarse debajo de ellas una vez más; después de todo, debía levantarse en un par de horas más para alistarse e ir al trabajo de medio tiempo que consiguió el lunes pasado: asistente en una librería. Le gustaba mucho su empleo, de verdad, pero le parecía muy tranquilo y había veces en que le costaba trabajo despertar para iniciar la práctica con su equipo.

Desde que se despidió de Yūgana y la rubia se fue del país, continuó con la promesa que le hizo a su familia y acompañaba a las pródigas en sus entrenamientos infernales con la 'Bestia Silenciosa'. Con los pocos días que llevaba con ellos, ya había empezado a conocer a las nuevas jugadoras, en especial tres chicas de primero que le gustaban para que recibieran su uniforme. De la misma forma, comenzó a ser testigo del trabajo de la nueva capitana. Como ya había imaginado, Kotonaru aún no se acostumbraba a su nuevo rol de líder y dependía mucho de la peli-naranja; sin embargo, Katomi debía dejarla cometer sus propios errores y que aprendiera de ellos. El Inter-Escolar aún estaba a meses de comenzar, así que ella tenía tiempo para encontrar a su líder interior.

Su rutina (desde que egresó), era despertarse a las seis para salir a correr un poco, regresar, ducharse, arreglarse, vestir una playera de hombre amarilla (porque la pieza femenina más grande que tenían, le quedaba a las costillas), atender en la librería de nueve de la mañana a dos de la tarde (con un corto periodo de descanso para almorzar y repasar un poco sus libros), cambiarse a su ropa deportiva para la práctica de tres horas en Tensai, volver a casa para comer y finalizar con las tres horas de estudio que compartía junto a Midorima y Akashi. En un principio, le fue un tanto tedioso acostumbrarse a tener todo preparado, pues además de su rutina, debía tener lista la comida de todo el día (ya que no dejaba que Alexandra se acercara a más de dos metros a su estufa), y ayudar a su hermana con todas las ventas y trámites que iniciaron desde hacía meses.

Al igual que su vieja amiga, la menor de las hermanas García eligió estudiar fuera de Japón: en Los Ángeles, su ciudad natal. Se sorprendió un poco cuando sus dos amigos le dijeron que compartían su idea, pero se emocionó al darse cuenta que no sólo sería compañera de Nijimura, Himuro y Nash, sino también del pelirrojo y peli-verde. Como ambas americanas debían regresar a casa, necesitaban dinero para reconstruir su vida allá, así que llegaron al acuerdo de deshacerse de la mayoría de sus pertenencias, incluyendo el departamento. Con el paso de las semanas, éste comenzaba a verse más vacío, aunque lo que más les preocupaba era que las cosas no se vendían con la velocidad que a ella le gustaría, inclusive la camioneta de Alexandra tenía problemas en encontrar un nuevo dueño; pero aún faltaban meses para irse, así que tenía esperanza de que alguien comprara el departamento que fue su hogar por más de tres años.

Por fin reunió las fuerzas suficientes para levantarse. Con un segundo bostezo, apartó las sábanas y se colocó sus pantuflas. Dado a que la primavera ya había comenzado, intercambió su pijama de una pieza por un blusón sin mangas y un short holgado. Se estiró mientras apartaba unos pelillos de su rostro y los ataba, junto a su cabellera, en una coleta mal hecha. Lo primero que vio, al salir de su habitación, fue la puerta del cuarto de Alexandra abierta por completo, la luz encendida y el cuerpo de la oji-esmeralda en ningún lugar. Una expresión llena de extrañeza iluminó su rostro. Al estar a punto de dar un paso por el corredor, un par de voces (provenientes del cuarto de huéspedes), la hicieron detenerse de espaldas contra el muro. Asomó su mirada por la orilla del marco de la puerta. Cuando sus ojos se ajustaron a la escena dentro del cuarto, llevó una mano a su boca y se sentó sobre el piso.

Ave FénixWhere stories live. Discover now