Sueña - Parte I

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Recomendación Musical: "Life Signal" – Brian Delgado & Julien Journet

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Inició el día como de costumbre. Se levantó para salir a correr, sólo que Trauern, ya de tres años y seis meses, decidió acompañarla. Como era domingo, sólo trabajaría hasta medio día y no había entrenamiento. Llegó a la librería con su uniforme, almuerzo y una laptop. Las tres horas de trabajo pasaron más rápido de lo usual. Su estómago le pidió comida antes de regresar a casa, por lo que se dirigió a la cafetería del lugar y, mientras degustaba de la primera creación de su más reciente pupilo (Akashi), mandó a imprimir una hoja, igual y como decían las instrucciones.

Como usualmente, no había visto a los dos chicos en todo el día, ya que ambos iniciaban su rutina cuando ya estaba en la librería. Par de flojos, pensaba ella. Lo más seguro es que ambios estuvieran, en esos momentos, ayudando en el restaurante de la familia Midorima.

Al mismo tiempo que sostenía la impresión entre sus manos, recibió un mensaje de parte del pelirrojo. Tal parecía que el padre del oji-verde les había dado permiso de terminar al medio día, por lo que habían decidido ir a buscarla a la librería. Sin embargo, ella prefirió que se encontraran en un punto medio, para que no tuvieran que caminar tanto. En cuanto recibió respuesta, agarró sus pertenencias y, con la hoja en mano (cuidando que nada malo le pasara), se encaminó hacia el lugar.

El verano estaba a punto de llegar, podía notarlo en el clima: el Sol resplandecía y una que otra nube indefensa era empujada por el viento. La segunda estación también indicaba el proseguir de un evento que ella disfrutó por tres años: el Inter-Escolar. De lado femenino, su equipo salió victorioso en el Torneo de Kantō y esperaban porque iniciaran los Octavos de Final.

La misión de la peli-naranja estaba casi completa. Con el paso de los días, logró hacer que Kotonaru abrazara más el puesto que se le otorgó y en los juegos demostró ser una capitana capaz, aunque aún le faltaba un poco para ser perfecta; todavía quedaba tiempo para ayudarla, aunque no suficientes. También estaba el tema de la vice-capitana, pero ya no se preocupaba por eso. Había hablado con Shijima y la capitana, y los tres llegaron al acuerdo que observarían más detenidamente a la posible ocupante y darían su dictamen cuando el día llegara.

Katomi llegó al lugar, acompañada de una melodía que tarareaba. No era una cancha que solían frecuentar, pero no les importó. No estaban ahí para tener un partido con los prodigios, sino para tratar otro asunto. A medida que se acercó, la americana notó que ambos tenían una hoja en sus manos, la misma que ella imprimió; sólo que, aseguraba, los datos eran diferentes. Se detuvo enfrente de ellos y los tres se posicionaron para formar un triángulo. Intercambiaron miradas pensativas pero mantuvieron sus expresiones indiferentes. Con un ligero movimiento de sus cabezas, dieron vuelta a las hojas y los demás vieron la palabra tan esperada.

«Felicidades»

―¡Fuimos aceptados!

Los tres gritaron al mismo tiempo y con la misma euforia. Se abrazaron entre ellos e inspeccionaron sus hojas con mayor detenimiento, aunque ya no había necesidad de estudiarle de inicio a fin; dentro de la cocina de un restaurante o la cafetería de una librería, habían leído una y otra vez el correo que, sin saberlo, les llegó simultáneamente. En ese instante, supieron que habían completado su mayor sueño y estaban más cerca de comenzar con el mayor capítulo en sus vidas.

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El peli-blanco parpadeó escéptico ante lo que tenía en sus manos. Releyó por quinta vez las palabras impresas en el papel. Si su garganta se lo hubiese permitido, habría gritado tan fuerte que la práctica hubiera sido interrumpida. Lo que sí hizo, fue atrapar a la chica en sus dos brazos y agitarla con la felicidad nata de un padre, cuidando de que la hoja no se fuera a arrugar. Le plantó un beso en la cabeza y eso hizo que ella soltara un par de risillas, igual que una pequeña de cinco años.

Ave FénixWhere stories live. Discover now