Sinopsis

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La mente de un bebé sólo tiene pocos conocimientos sobre la vida, los bebés no saben la infancia de su madre, no saben la escuela a la que ingresarán, no saben si el vecino alguna vez tuvo una mascota, si la enfermera fue criada por sus abuelos, o si la maestra del kínder estudió medicina y terminó siendo maestra.

Un bebé apenas conoce su nombre, un niño apenas sabe sumar y restar, un preadolescente normal se ocupa de su vida. Entonces Olivia Harries, en aquél tiempo de su vida, no era una preadolescente normal.

Era común verla en los partidos de fútbol de la escuela, o en la biblioteca, incluso en una tienda de ropa. Era una chica animada y vivaz, con una sonrisa plasmada en la cara siempre que la veías. Muchos decían que era la llama de la primaria; pues era pura alegría, aun con sus momentos de tristeza, siempre se levantaba feliz y sonriente.

Todo el grado había hecho una última fiesta de despedida antes de partir a la secundaria, algunos (incluyendo a Olivia) estaban totalmente emocionados por empezarla. Ella y su mejor amiga Savannah irían a un internado mixto como castigo por sus muchas travesuras en la primaria.

El día después de la fiesta Savannah y Olivia se reunieron en casa de la primera para festejar con una pijamada, ambas rebeldes y un tanto masoquistas, decidieron dormir en el sótano y ver una película de terror allí mismo. Antes de dormir, Olivia, emocionada, le contó a Savannah que su familia iba a viajar a la India para celebrar su cumpleaños.

Según Savannah, ese fue el último día que vio a Olivia tan contenta.

Llegó el día del viaje tan esperado.

El día anterior al cumpleaños de la niña, la familia Harries había decidido visitar un bazar para que Olivia escogiera su regalo. Entre la concurrida caminata la niña divisó a un niño que tendría más o menos su edad, de ojos grises, cabello negro y tez blanca, que actuaba muy sospechosamente cerca de unos de los puestos de venta que por allí se encontraban. A Olivia le causó gracia lo parecida que eran las pecas del muchacho con las chispas de chocolate de su tipo de galleta preferida.

El chico se ocultaba debajo de las telas de las mesas y cuando salía siempre llevaba un artículo que no llevaba antes. Hizo esta misma acción en cinco puestos consecutivos. Pero cuando se dirigía hacia el sexto, el dueño del puesto lo tomó del cuello de la camisa y lo lanzó lejos, como si el chico no pesara nada, y el muchacho impactó contra un puesto de bisutería cuya dueña no estaba presente. Refunfuñando, el chico se levantó como pudo y se marchó, desapareciendo entre la multitud.

Tal vez fue el tiempo que se quedó observando al muchacho el causante de que, al voltear, no se encontrara con su hermana mayor, ni su padre, ni su madre. Los latidos de su corazón aumentaron y miró a todos los lados posibles, buscando alguna señal de su familia. Pero no había nada además de todos los desconocidos que caminaban de aquí allá.

Olivia empezó a correr sintiendo el corazón en la garganta y estando cada vez más preocupada. Giró varias esquinas y corrió esquivando a mucha gente, sintiéndose cada vez más perdida. Fue cuando el atardecer se estaba abriendo paso en el cielo cuando Olivia, agotada, se sentó al lado de un local cerrado aún en la hilera de comercios. Se quedó allí por unos 5 minutos, cuando notó la presencia de unos sujetos con aires de maldad; por precaución se fue de allí hacia una esquina relativamente alejada de los demás puestos, donde había, lo que supuso era, otra pequeña tienda.

Se acercó al local esquinado el cual era una especie de toldo cubierto, tanto por delante como por detrás, por una tela oscura, como, o más que la noche. Se detuvo enfrente de éste unos segundos mirándolo con curiosidad, pero cuando estaba dispuesta a seguir su camino en busca de su familia, un par de manos desconocidas la empujaron hacia el interior del toldo, haciendo que cayera de boca contra el suelo.

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