Capítulo 1

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"Años de vida"

Es difícil describir el torbellino de sentimientos que sentí en ese momento: mientras veía como el ataúd que contenía el cadáver de mi padre era enterrado en la tierra justo delante de su lápida. Muchos amigos y familia vinieron al funeral, entre ellos compañeros del trabajo de mi padre. Con pesar, todos observaban la lápida; yo sólo observaba mis zapatos y el lirio que con cuidado sostenían mis dedos. Mis lágrimas regaban a la flor, que formaría parte del arreglo de la tumba. Después de mi hermana, fue mi turno de depositar mi débil adorno y decir adiós al padre que siempre me apoyó en todo; que, aunque no era perfecto, se esforzaba por serlo.

Recuerdo ese día en el que ocurrió: papá iba a salir por motivos desconocidos (al menos para mí y mi hermana mayor). Lo siguiente que supimos fue que se había encontrado su cadáver en un punto solitario de la carretera.

Ese día había gritado a todo pulmón a mi madre que era mi culpa: ¡Yo lo había visto y no hecho nada! Yo sabía, de algún modo, que pasaría. Mi madre asumió que sólo eran pensamientos descabellados por la noticia, que me sentía horrible por aquello y no veía otro escape que culparme a mí misma. Pero, aunque ella no lo supiera, ese mismo día, sólo lo empeoró todo: el ver tantos rostros, tantos ojos. Pude ver alrededor de 9 vidas pasar ante mis ojos: la del oficial de policía que nos dio la horrible noticia, la de mi madre (la cual se pude decir que es la que más he visto, al vivir con ella y no poder evitarlo), la de mi hermana, y muchas otras de desconocidos en la calle a medida que íbamos saliendo del hotel para comer y para hacer diligencias; consecuencia de nuestro imprevisto traslado a Dailville, nuestro hogar.

Lo único positivo que le rescato a ese momento podría ser que me ayudó a comprender un poco más mis poderes. Razón por la cual, siempre desvío la mirada o miro a mis zapatos. Tengo miedo; cada vez recuerdo menos de mi infancia, haciendo que me sienta perdida cuando veo los álbumes familiares (en su mayoría llenos de fotos viejas de bebés y niños pequeños) creyendo observar a una desconocida y resulta que era yo, en una situación que no recuerdo.

Asocié mi pérdida de memoria con mi extraño poder, así que desde entonces trato de evitarlo a toda costa. Por ello mismo convencí a mi madre para estudiar en casa. Me encerraba en mi habitación y sólo salía para ir al baño, comer y a mis peculiares clases en el escritorio de la oficina. Una ventaja era que mi madre es profesora de Historia, además de ser ligeramente integral; pero eso no le daba paciencia: constantemente olvidaba las fechas de los eventos históricos, enredaba todo el ciclo de la energía de la materia y escribía mal algunos de los elementos químicos más importantes. Y las matemáticas, ¡Uff! Era un desastre con dedos: confundía la suma y la resta, olvidaba la mayoría de las tablas de multiplicar, y las divisiones eran un enigma indescifrable. ¿Por qué mis errores eran tan básicos? Simple: tras ver parte del pasado, presente y futuro del chico vendedor de mi carrito preferido de hotdogs, todo conocimiento de primer y segundo grado se esfumó de mi mente. Tanto así que al momento de pagar me quedé perpleja, sin saber cómo rayos pagar 2$ con billetes de 1$. Y aunque mejoré considerablemente, sigo siendo mala en esa materia.

La vida sedentaria dentro de casa era mega aburrida, especialmente para mí que estaba tan acostumbrada a salir a toda hora. A veces me asomaba por la ventana y observaba a los vecinos entrar y salir de la casa, todos dando sus condolencias a mi madre aunque apenas se hayan visto algunas pocas veces.

Con Savannah corté toda comunicación, lo cual fue una desesperada decisión. Pero necesitaba alejarme de todo y todos por un tiempo, no quería hablar con nadie. Con tan sólo mirar a los ojos a una persona me perdía en sus recuerdos; sentía que quería aislarme de todo y de todos.

Era así hasta que a mis doce y medio, mamá por sí sola no podía mantenernos a mí y a mi hermana, de entonces dieciséis años. Por lo que regresamos a México que, según mi madre, era mi país natal, aunque esto tampoco lo recordaba. Un cambio de entorno me aterraba, apenas estaba asumiendo la muerte mi padre y adaptándome a este nuevo (y casi imposible de creer) modo de vida.

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