Capítulo 14

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N/A: El siguiente capítulo trata temas maduros, si eres sensible con respecto a temas como la depresión u eres suceptible por los puntos de vista que un personaje pueda tener, por favor sáltate este capítulo, podrás entender el transcurso de la historia igualmente. Si procedes, lees bajo tu criterio. ¡Gracias!


"Las Penas de Savannah | La primera sospecha y la visión cumplida (pt. 2)"


Normalmente las personas no recuerdan su época de bebés, o bueno, si recuerdan es algo borroso, lejano, pero perceptible. Lo normal es acordarte de tus amigos más importantes de la infancia, tu juguete favorito de los cinco años, tus maestras de primaria, tu libro favorito, etc. Lo normal es poder conservar, al menos, ese tipo de cosas; lo 'no normal' es que tu mente quedé en blanco cuando tratas de acordarte de algo ocurrido antes de tus diez años, no es normal que sientas un gran vacío cuando veas álbumes familiares, o una gran frustración cuando asegura conocerte de mucho tiempo pero tú ni siquiera recuerdas su nombre. Recuerdos por recuerdos, así es como funciona la maldición; a veces no puedo culpar a su antiguo portador por querer deshacerse de ella, aunque es una empatía que me dura poco.

La verdad es que el resto del día pasó mucho más tranquilo de lo que esperaba: no tuve que poner mucho esfuerzo en alejarme de Spencer ya que el chico faltó a las primeras clases, y después del almuerzo nunca cruzamos miradas; Luka también se percató de eso pero le restó importancia. Así que me siento ligera en mi camino al dormitorio para dormir como osa, claro después de atender la pila de deberes que tengo.

Dos chicas de primer año pasan corriendo por mi lado, aporreando mi hombro con sus bolsos de lentejuelas filosas. Una de ellas tiene el pelo en una alta coleta y lleva un paquete de galletas escondido en el saco, mientras que la otra es una maraña de rulos morenos y lleva un tarro de mantequilla de maní en las manos.

— ¡Lo sentimos! —dicen sin siquiera voltear (aunque supongo que así mejor), escucho como la de la coleta apremia a su amiga entre carcajadas— Si nos castigan por tu glotonería te mataré. —la de rulos sólo ríe bajito a la vez que apresura el paso.

De algún modo la escena me hace pensar en mí misma y en Savannah. ¿Por cuánto tiempo exactamente duró nuestra amistad? No tengo idea. Sólo sé que para los diez años ella ya estaba presente en mi vida, y algo en mí se siente culpable ante la idea de haber olvidado algo de importancia.

Sacudo la cabeza buscando despejar la mente de todo el lío que me armé.

Llegó al dormitorio y abro la puerta lista para terminar los deberes lo más pronto posible, para luego dormir. Pero al abrir la puerta, me quedo en un total asombro por lo que veo. No... puede ser.

El bolso se resbala de mis manos y cae al piso alfombrado haciendo un eco.

Había olvidado por completo replantearme esta visión, y ahora la estoy viendo con mis propios ojos: Savannah, el espejo, la camiseta de manga larga.

El tiempo parece congelarse a la vez que nuestros ojos, con pánico, se quedan estancados en la otra. Savannah apenas a unos pasos de distancia y yo sin moverme de la entrada.

Actúo por reflejo: separé la distancia entre nosotras y la envolví en mis brazos, con mi barbilla en su hombro. Al principio, Savannah no reacciona, pero después de unos segundos (cuando me empiezo a arrepentir de mi decisión), corresponde el abrazo de manera necesitada. Noto cómo su respiración empieza a ser irregular y segundos después caigo en cuenta de que está llorando.

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