Capítulo 3

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"El chico de pecas"


Me desplomo al pie del árbol y me pongo en posición fetal, con mis brazos aferrándose a mis piernas y mi rostro escondido. No puedo evitar que las lágrimas corran.

¿Savannah es masoquista? ¿O era? ¿Sus padres la maltrataban? ¿Todo fue por qué dejé de comunicarme con ella?...

¿Era mi culpa?

Odio todas estas dudas sin respuesta.

Algo que no soporto de esta maldición, es que abarca todo tipo de cronología, es decir, puedo ver el pasado del día de ayer, o el pasado de hace cinco años; puedo ver un futuro lejano, así como puedo ver el día de mañana de esa persona; el presente se limita al día de hoy. Es todo muy confuso y lo tuve que aprender sobre la marcha.

¿Y si salió corriendo por mis ojos? Obviamente notó el cambio de color gris a violeta ¿Ahora le dirá a todo el mundo? ¿Me creerá un fenómeno? ¿Y si de verdad soy un... fenómeno? Un sollozo se escapa de mis labios. Me siento miserable. Permanezco así un largo rato.

Una mano toca mi hombro y al levantar la mirada me encuentro con un peli castaño que me mira con expresión preocupada atentamente. Su cabello está peinado hacia un lado,

— ¿Por qué lloras?—su voz es suave y tranquilizadora.

Recuerdo un fragmento de vida que vi alguna vez de una chica, cuyo novio era muy dulce y atento, y la engañó con su mejor amiga; por eso (y por otras memorias de corazones rotos que lamentablemente vi) no creo mucho en eso del "chico perfecto" que se ve en la mayoría de películas y libros.

—No te importa.

—Auch, la verdad es que sí. Sólo quería ayudar— retira su mano y sé que metí la pata hasta el fondo cuando veo su leve sonrojo, aun así no se mueve de mi lado.

—Lo siento— bajo la mirada, regañándome internamente por ser tan paranoica—soy Olivia.

—Jackson O'Neill.

Silencio.

— ¿Estás mejor ahora?

—Supongo.

—Eres muy linda como para llorar—cuando se da cuenta de lo que dijo un leve rubor mancha sus mejillas. Sin embargo, en vez de sentirme abochornada, más bien me siento incómoda.

— ¿Gracias?

—Bueno yo... te veo después, me alegra que estés mejor—se levanta— y rasca su nuca, aparentemente nervioso—Adiós Olivia.

—Adiós.

Nada semejante me había pasado nunca, y apenas es el primer día en el internado; suelto un suspiro lleno de pesadez y me quedo en apoyada en el árbol un rato más. Cierro los ojos que trato de calmar a mi corazón, pero no es precisamente por el hecho de que un chico se portara lindo conmigo, bueno tal vez un poco sí...

¡Diablos!

Este es una de esas situaciones en las que desearía que mi hermana me diera algún consejo sobre cómo manejar las emociones que se vienen a colación, que me cuente alguna anécdota amorosa (porque a Amaia no se le hacía difícil congeniar con el sexo masculino).

Muerdo mi labio para no soltar un improperio al recordar cómo nos abandonó: lentamente. Ni siquiera dijo « ¿Saben qué? Me quedó acá en Estados Unidos, besos.». No, solamente dejó de mensajear y/o llamar. Dos meses sin noticias: nos abandonó, de lo contrario al menos nos hubieran alertado de su muerte o desaparición, ¿no?

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