Capítulo 19, Nuevos Desconocidos.

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Seis días después del blót, las familias que habían viajado al lado del Rey Ragnar Lothbrok hasta Uppsala estuvieron de vuelta en la ciudad de Kattegat. La travesía de regreso había resultado algo más pesada que la de ida, pues durante los nueve días que había durado el festival, las primeras nevadas de otoño habían hecho su aparición, dejando el terreno húmedo y con ligeras capas de hielo.

Eso no hubiera resultado ningún problema si los caminantes hubieran ido ligeros de equipaje, ya que eso les hubiera permitido desplazarse por los laterales de los caminos sin ningún problema. No obstante, y aunque no tanto como en la ida, la mayoría de los viajeros iban cargados con sus tiendas de campaña y provisiones a cuestas; además de lo necesario para acampar cada noche, con lo que más de uno tuvo un accidente.

El más notorio de todos fue el que casi sufrió uno de los hijos del rey, el joven Ivar Sin Huesos que, como se veía obligado a viajar sobre un trono que dependía de la estabilidad de los cuatro sirvientes que lo llevaban a cuestas, sufría más riesgo de caída que cualquier otro.

Eso ocurrió la mañana del cuarto día de viaje. El Rey Ragnar había mandado acampar a los pies de la montaña por la que la jornada anterior habían descendido, utilizando unas aperturas en la roca a modo de refugio. Cuando amaneció, el pueblo vikingo descubrió que durante toda la noche no había hecho más que llover. Como consecuencia de la bajada de temperatura que se daba de la madrugada, ésta se había congelado sobre la roca, provocando que la superficie por la que los viajeros habían de descender se convirtiera en mucho más resbaladiza de lo normal.

Los portadores del joven Sin Huesos, como cada mañana, cargaron su trono a los hombros. Sin embargo, no habían hecho más que bajar por el primero tramo de las rocas cuando uno de ellos se resbaló, haciendo que Ivar perdiera totalmente la estabilidad y también cayera. Si no hubiera sido por uno de los cuatro portadores que consiguió cogerlo a tiempo, Ivar probablemente se hubiera abierto la cabeza contra las piedras, igual que le había pasado al primer sirviente.

Furioso al verse humillado de tal manera, el joven sacó la daga que siempre llevaba colgando en el cinturón y rebanó el cuello de todos sus hombres; todos excepto el que lo había salvado, que se vio obligado a llevarlo colgado al cuello por lo que quedaba de viaje.

Cuando la comitiva hubo llegado a Kattegat, el hombre se encontraba totalmente demacrado y exhausto, con la espalda encorvada, el torso lleno de nacras y los pies tintados de rojo a causa de las heridas abiertas. Al verlo, Valérie pensó que quizás hubiera preferido morir junto al resto de sus compañeros.

Si la comitiva había llegado a Kattegat al alba, esa misma noche el Rey Ragnar decidió organizar una celebración en la plaza mayor de la ciudad, justo delante de palacio

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Si la comitiva había llegado a Kattegat al alba, esa misma noche el Rey Ragnar decidió organizar una celebración en la plaza mayor de la ciudad, justo delante de palacio.
Aunque asistiera la mayor parte de la población, se trató de una ceremonia sencilla en la que los ciudadanos dieron gracias a los dioses por escuchar sus plegarias; nada comparado con Uppsala.

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