—Te aseguro que fue lo más impresionante que he visto en mi vida —asintió Ubbe, dándole un mordisco a un muslo de pollo que se había quedado frío.
El sol, que un par de días atrás, había brillado con intensidad en el cielo, ahora estaba tapado por densas nubes; un reflejo del sentimiento amargo con el que los vikingos, junto a Valérie, se marchaban de Franquia para regresar a su hogar, aunque con una quinta parte menos de los hombres con los que habían llegado semanas atrás.
Una gran parte se debía a la crudez de la batalla que había tenido lugar en las mismas aguas por las que los drakkars restantes navegaban en esos momentos pues, como en cualquier otro enfrentamiento bélico, se habían dado muchas bajas.
Los hombres que resultaron heridos, aún en estado demasiado pobre como para aguantar una travesía de varios días, se habían quedado en tierras francas junto a las familias que, por voluntad própia, permanecían en el asentamiento; un punto estratégico mediante el cual, según el Rey Ragnar, podrían volver a atacar París si lo deseaban al cabo de un tiempo, aunque eso fuera en contra del trato al que habían llegado con el Rey de Franquia.
Y es que hacía a penas unas horas, Carlos II, el mismo rey de Frankia, junto a un centenar de escoltas que portaban enormes cofres sobre sus hombros, había salido de la ciudad amurallada con el objetivo de reunirse con Ragnar. Al parecer, el rey de Frankia había ofrecido una generosa cantidad de oro, piedras preciosas y joyas a los nórdicos a cambio de que volvieran a sus tierras de inmediato. El Rey Ragnar, que aseguraba que no se podía comprar a un vikingo, había aceptado marcharse con el botín siempre y cuando una pequeña parte de sus hombres pudiera quedarse en el asentamiento sin ser masacrada por el ejército real. Para asegurarse de que eso no pasara por ningún medio, se había acordado que el hermano del Rey Ragnar, Rollo, el fiero hombre de los tatuajes en el pecho, se quedara en tierras francas para defender el asentamiento.
—Explicádmelo otra vez —pidió Björn, mirando, primero a sus hermanos y después a Valérie, que, sentada junto a los chicos, escuchaba como conversaban sobre todo lo ocurrido durante la batalla—; aún no me lo creo.—Pues créetelo, hermano —asintió Hvitserk, señalando a la muchacha con los huesecillos de la carne que había tomado para comer—. La chica franca que habla nórdico y que padre asegura que es vikinga es igual de buena con el hacha que tú o que yo.
ESTÁS LEYENDO
Entre Vikingos
Ficción históricaValérie es una hermosa joven que ha vivido toda su vida en una granja a las orillas del Sena junto a su familia adoptiva. No obstante, nunca ha creído en Jesucristo ni en nada que tuviera que ver con el cristianismo. Ella prefiere las historias sob...