La flota del Rey Horik llego a la pequeña ciudad costera de Vejle el día siguiente al mediodía. Vejle era el puerto comercial de la capital danesa, la ciudad de Jelling, la cual se encontraba a unos diez kilómetros de distancia. Ambas estaban situadas en la parte noreste de la península de Jutlandia, sólo que una compartía mar con Kattegat y la otra se encontraba tierra adentro. Como era de esperar, la familia real vivía en Jelling, una ciudad conocida por todos los vikingos al ser el lugar más rico y con más comercio de toda Dinamarca.
Cuando el drakkar del príncipe Erlendur finalmente llegó a puerto, el estómago de Valérie comenzó a sacudirse todavía más que en alta mar. A pesar de sentirse extremadamente cansada a causa del viaje, la joven sabía que su malestar no se debía a ello ni tampoco al hecho de que estuviera embarazada. Fue cuando pisó tierra firme que se dio cuenta de que nada de eso había sido un mal sueño; realmente estaba en Dinamarca, sola y demasiado lejos de todo aquello que conocía y amaba. Si lo pensaba bien, la situación no era tan diferente a la de hacía algo menos de un año, cuando después de dos semanas a bordo de un drakkar finalmente puso los pies en Kattegat, un lugar totalmente desconocido para ella. No obstante, allí se acababan las similitudes.
En esos instantes, a pesar de tener muchos más conocimientos y habilidades que en el pasado, se sentía más vulnerable que nunca. No había ni una persona a su alrededor que le transmitiera la más mínima confianza. Ni el príncipe Erlendur ni el rey Horik; Valérie estaba rodeada de desconocidos que no sentían hacia ella ningún tipo de amor ni aprecio. Semejante pensamiento la hubiera hecho llorar si no fuera porque llevaba dándole vueltas al asunto desde que había recuperado la consciencia, varias horas atrás.
—Vamos, niña, camina —le ordenó el rey Horik desde la playa, un par de metros por delante de ella.
Valérie arrastró los pies tierra adentro dejando el mar a sus espaldas; un mar que la había acompañado desde su llegada a Kattegat y del que tendría que despedirse por un tiempo.
Tan absorbida estaba la joven en sus pensamientos que tardó un par de segundos en darse cuenta de la cantidad de gente que había salido de sus casas para recibir al rey Horik. Si bien no podía compararse con la multitud que se formaba en el puerto de Kattegat cada vez que la flota de Ragnar regresaba a la ciudad, parecía que casi todos los habitantes de aquella pequeña ciudad costera habían salido de sus casas para poder ver al rey de cerca.
Rodeada por los hombres de Horik, Valérie atravesó el tumulto de gente hasta que llegaron a la calle principal de la ciudad donde varios carros los estaban esperando para trasladar al rey y a sus hombres a la capital. Con las manos libres de ataduras, la joven se agarró al lateral del carro con tal de buscar algo de apoyo, aunque sólo fuese un trozo de madera.
—¿Ansiosa por llegar a Jelling, Princesa? —le preguntó Erlendur, sentado a su lado. El príncipe sonrió, encantado con el miedo que sabía que sentía su futura esposa—. Pero tápate las muñecas, estúpida. No querrás que la gente piense que no te trato bien, ¿verdad? Porque eso me enfadaría mucho y no te conviene que me enfade.
Valérie bajó la mirada hacia sus muñecas y comprobó por sí misma lo rojas que todavía estaban. Si bien habían decidido cortar la soga que hasta entonces la había inmovilizado no era porque se preocuparan por su bienestar, sino por el hecho de que habría quedado bastante mal pasear a la futura princesa como si fuera una rehén delante de toda la ciudad.
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Entre Vikingos
Ficción históricaValérie es una hermosa joven que ha vivido toda su vida en una granja a las orillas del Sena junto a su familia adoptiva. No obstante, nunca ha creído en Jesucristo ni en nada que tuviera que ver con el cristianismo. Ella prefiere las historias sob...