Valérie todavía se sentía tremendamente mareada cuando escuchó los primeros pasos acercándose a su habitación. Nerviosa y confundida, miró a su alrededor en busca de algo con lo que defenderse, aunque lo más peligroso que encontró a su alcance fue un frasco vacío de cristal. No tenía ni idea sobre quién podía ser el individuo que se acercaba, lo único que sabía es que estaba en su habitación malherida y prácticamente inmóvil, y eso la hacía sentir tremendamente vulnerable. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Qué le había pasado? Cada vez que cogía aire el torso le producía unos terribles pinchazos, como si la carne de su estómago se fuera a partir en dos, y sus piernas apenas respondían a los estímulos de su cerebro.
Cuando Sigrid entró en la habitación de la Princesa, casi se cayó muerta del susto al encontrarla recostada sobre la cama, mirándola con aire desafiante mientras la apuntaba con la botella de vidrio. Había despertado; Valérie estaba despierta después de algo más de un mes en reposo y ella era la primera persona en saberlo.
—Princesa... —murmuró la prometida de Ubbe Ragnarsson, tan sorprendida que la bandeja que traía entre las manos fue a parar al suelo—. Está despierta.
—S-sí —tartamudeó Valérie, con la boca demasiado seca para poder vocalizar debidamente—. Yo... sí.
Durante unos segundos, Sigrid no dijo nada; solamente intercambiaba miradas de desconcierto con Valérie, la cual no entendía nada de lo que estaba pasando. Una vez se hubo recuperado de la impresión inicial, la joven se apresuró a servirle un vaso de agua.
—Voy a avisar al Rey Ragnar, ¿de acuerdo? —le preguntó; y sin esperar respuesta, desapareció a toda prisa por la puerta de la estancia.
Valérie no tuvo que esperar más de cinco minutos para volver a escuchar pasos acercándose a su dormitorio. Sin embargo, esta vez no eran tranquilos y regulares como los de Sigrid, sino que, a juzgar por la velocidad en la que crujían los tablones de madera, eran rápidos y alterados.
—¡No! ¡No entraremos todos a la vez! —exclamó una voz masculina que Valérie identificó como la de Björn. Inevitablemente, pensó en las ganas que tenía de verlo.
—Estoy de acuerdo, hijo —esta vez fue Ragnar quién habló—. Vosotros esperaréis fuera mientras yo hablo con ella. Cuando decida que está en condiciones de recibir visitas ya os haré pasar.
Hubo protestas y lamentos; sin embargo, estos se vieron rápidamente sofocados cuando el rey ordenó que se hiciera silencio.
Desde su cama, la Princesa presenció como alguien abría el portón de madera para entrar en la sala. Era el Rey Ragnar, tan fuerte e imponente como lo recordaba. Miraba a Valérie con una mezcla de alegría y compasión; alegría porque al fin había despertado y compasión por el pobre estado en el que se encontraba.
—Buenos días, Princesa —Ragnar la saludó con un susurró; no quería alterarla—. No sabes cuánto me alegra verte despierta otra vez.
Dicho eso, el rey cogió un taburete y se sentó a su lado; todo sin borrar la dulce sonrisa de su rostro. Valérie le sostuvo la mirada, contenta de poder ver de nuevo todo lo que sucedía a su alrededor.
—Y a mí me alegra estar de vuelta —respondió ella, todo lo alto que pudo. Si articulaba más de un monosílabo, su torso se hinchaba, provocándole un dolor terrible—. ¿Qué-qué me ha pasado? —se las arregló para preguntar.
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Entre Vikingos
Historical FictionValérie es una hermosa joven que ha vivido toda su vida en una granja a las orillas del Sena junto a su familia adoptiva. No obstante, nunca ha creído en Jesucristo ni en nada que tuviera que ver con el cristianismo. Ella prefiere las historias sob...