Capítulo 21, La Defensa de Kattegat.

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¡TOC, TOC TOC!

Tres golpes secos en el portón de madera retumbaron por toda la estancia. Valérie, que hasta entonces había estado durmiendo como un tronco, soltó un gruñido antes de incorporarse en la cama. Mientras se cubría el cuerpo con su camisón, aprovechó para echar un vistazo a su alrededor; le dolía considerablemente la cabeza y si pensaba en la noche anterior, los recuerdos no eran del todo claros. En el colchón, tumbado su lado, descubrió a Hvitserk, que todavía dormía.

Reuniendo toda la fuerza de voluntad que fue capaz de encontrar, la joven Princesa se levantó de la cama y fue a abrir la puerta, aunque no demasiado, lo suficiente para que la vieran solamente a ella. Nadie tenía por qué saber quien más había en su cuarto.

—Mi señora —comenzó la pequeña Ruth, de pie al otro lado del portón—. Siento molestarla, pero la mujer del conde personalmente me ha pedido que la despierte.
No queda demasiado para la batalla.

¡La batalla! Por todos los dioses, ¿cómo podía no haberse dado cuenta antes? Llevaba esperando ese momento desde hacía semanas y ahora que al fin había llegado por poco se dormía. Muy alterada, Valérie asintió con la cabeza y corrió a despertar a Hvitserk, aunque quizás no de la manera más cariñosa posible.

—¡Vamos, levántate! —exclamó, sacudiendo su brazo con fuerza. El joven gruñó, malhumorado—. ¡Lagertha pregunta por mí, eso significa que a ti también te buscan! Las huestes de Steinar están cerca.

Y tal y como le había pasado a ella, el joven hijo de Ragnar también saltó de la cama y comenzó a vestirse a toda prisa. Si en algún momento habían sentido dolor de cabeza, el susto había conseguido curarlos a ambos.

—¿Es muy tarde? —preguntó Hvitserk, atándose los cordones de la camisa a toda prisa.

Valérie no respondió; estaba demasiado ocupada intentando recoger sus paños menores, desparramados por el suelo de todo el dormitorio.

—Sal de aquí antes de que te vea nadie y corre a la puerta este. Seguro que ya te están esperando —le dijo ella cuando el joven se hubo acabado de vestir.

Hvitserk asintió con la cabeza y pronto Valérie se encontró sola en la habitación. Una vez se hubo puesto el camisón y los pantalones, hizo llamar a un par de sirvientas para que la peinaran y la ayudaran a colocarse la armadura como es debido.

—Cambiad las sábanas cuando hayáis acabado —les ordenó a las dos muchachas que, en esos momentos, trenzaban su pelo—. Y después de eso, quiero que os pongáis a salvo, ¿de acuerdo?
Ambas asintieron, algo asustadas, antes de continuar con su labor.

 Y después de eso, quiero que os pongáis a salvo, ¿de acuerdo?Ambas asintieron, algo asustadas, antes de continuar con su labor

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Entre VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora