Capítulo 33, Åsgeir.

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Valérie llegó al centro de Kattegat por la tarde a lomos del majestuoso caballo de Hvitserk. Se había puesto un bonito vestido color verde esmeralda con bordados de hilo de oro alrededor de las mangas y la falda que Sigrid había hecho especialmente para ella. Llevaba el pelo recogido en una larga trenza adornada con cuentas, una diadema en la cabeza y se había delineado los ojos con un lápiz negro.

Hacía mucho tiempo que la Princesa de Valquirias no se acicalaba de semejante manera. Hasta Hvitserk pareció quedar algo aturdido por su belleza cuando había terminado de arreglarse. La misma Valérie tenía que reconocer que no se veía tan hermosa desde que se casó con el príncipe Erlendur, medio año atrás. Una vez más lucía como la princesa que era.

Juntos sobre el semental, príncipe y princesa cabalgaron hasta las puertas del palacio real donde descubrieron que la condesa Lagertha y un centenar de guerreros ya habían comenzado las celebraciones con un suculento banquete y una docena de músicos. La gente comía, bebía, cantaba y bailaba alegremente sin preocupación alguna; muchos ya ebrios. Sólo le hizo falta ver la cantidad de barriles de cerveza que había en la sala para darse cuenta de que iba a ser una noche muy larga.

Antes siquiera de que pudiera poner los pies en el suelo, el príncipe Bjorn salió por el gran portón de madera y con paso rápido se acercó a ella para ayudarla a desmontar. El vientre cada vez ocupaba más y más espacio y a esas alturas del embarazo necesitaba ayuda para hacer prácticamente cualquier cosa.

—Valérie, ¡has venido! —fue lo primero que le dijo Piel de Hierro con un tono más alegre de lo que la princesa esperaba—. Mentiría si dijese que no me alegra verte aquí.

Bjørn hizo el amago de sonreír, pero Valérie no le correspondió. Se sentía hinchada y tremendamente pesada y tener que subirse a lomos de un caballo para ver a su prometido por el cual guardaba un gran resentimiento no era lo que hubiese preferido hacer aquella tarde.

—La admiración que siento hacia tu madre es el único motivo por el que estoy aquí —le informó la princesa con dureza—. Sin embargo, hubiese preferido que se me hubiera informado con mayor antelación de que la condesa Lagertha iba a venir.

—La verdad es que estoy tan sorprendido como tú. Hace algo más de un mes, cuando supe que iba a ser padre, envié a un mensajero para que le dieran las noticias, pero no esperaba que viniese hasta Kattegat. Madre te tiene mucho aprecio, Valérie.

La joven soltó un bufido. Se daba perfectamente cuenta de que Bjørn iba a utilizar esta oportunidad para regalarle los oídos con la esperanza de poder romper la barrera que existía entre ellos. No obstante, pensar que la famosa escudera Lagertha había viajado hasta Kattegat para conocer a su nieto le calmó la expresión del rostro.

—Y yo la aprecio mucho a ella —replicó la joven mirando a Piel de Hierro a los ojos, el cual esbozó una ligera sonrisa.

—Venga, vamos dentro —le dijo tendiéndole el brazo derecho para que caminase con él. Sabiendo que era lo que se esperaba de ella, Valérie lo tomó y se adentraron juntos en el bullicio del comedor.

Cruzaron la estancia sin separarse, cosa que Valérie llegó hasta a agradecer. Decenas de hombres completamente borrachos se movían peligrosamente de un lado al otro de la sala, cantando a pleno pulmón canciones viejas sobre sirenas y tormentas y lanzándose unos a otros restos de comida. También los había que se entretenían con juegos de bebida y apuestas, mientras que otros preferían concentrar toda su atención en las mujeres.

Cuando finalmente llegaron a la mesa principal, Piel de Hierro la condujo hasta el centro de la sala, donde Lagertha charlaba animadamente con el rey Ragnar. A pesar de que el aspecto de Ragnar era muy mejorable, Valérie pensó que la condesa estaba igual de bella que cuando tuvo el honor de conocerla por primera vez. Vestía una elegante túnica morada y por encima un corset metálico que se ceñía a su cintura. El cabello lo llevaba trenzado en intrincadísimas trenzas que le caían por la espalda y un collar de delicadas piedras preciosas le adornaba el cuello.

Entre VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora