ESPECIAL TAKANO - RITSU

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Hola a todos, como ya había dicho antes, este fic ha llegado a su punto cúlmine, y ahora nos queda este (no tan) pequeño especial de la pareja Nostálgica.

Les agradezco infinitamente todo el apoyo que me han dado, sus comentarios tan divertidos, los cuales espero mucho y me han hecho reír y disfrutar aún más el escribir para ustedes, así como sus estrellitas lindas.

Como nunca está demás decirlo, los personajes no me pertenecen sino a su autora Nakamura-sensei, y esto es solo un fic hecho por mera entretención.

Espero que lo disfruten.


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LA HUIDA - PARTE 1

Esa tarde de domingo era bastante calurosa; ya finalizaba la primavera y el verano se acercaba haciendo los días más largos y calurosos, pero con noches aún frías, por lo que la gente aprovechaba bien el horario diurno para salir y esparcirse en plazas y parques, dejando las áreas residenciales en completa calma y agradable silencio.

En un edificio de un área residencial media acomodada reinaba la paz. La mayoría de los habitantes habían salido a disfrutar del lindo día, dejando varios pisos en los que había apenas una que otra alma. En el piso doce de dicho edificio todos los departamentos estaban en silencio; casi todas las personas del piso habían salido, pero en uno de ellos si había habitantes.

En la entrada, dos pares de zapatos estaban acomodados en el zapatero, la puerta del armario de los abrigos estaba mal cerrada, pero todas las chaquetas estaban colgadas; nadie había salido de casa el día de hoy. En la cocina había dos platos secándose en el fregadero, y en la sala una camiseta negra grande y una camisa blanca con rayas celestes más pequeña estaban tiradas en el suelo, pero no había nadie allí, salvo un pequeño gato anaranjado de pecho y pancita blanca que dormía tirado en la alfombra cuan largo era, con un collar al cuello en donde en una pequeña placa metálica se podía leer el nombre Takano Onodera Rin.

En el dormitorio el aire acondicionado estaba apagado, por lo que la temperatura de la habitación era bastante elevada, pasaba de los treinta grados, lo suficiente como para que nadie quisiera estar allí bajo las sabanas. Pero sí había alguien.

Sobre la cama, un hombre dormía; el largo cuerpo estaba extendido en toda su longitud completamente desnudo, en una pose a la vez desvergonzada y sensual, con el brazo derecho flectado por sobre la cabeza. La blanca piel estaba perlada de sudor en toda la extensión del delgado y fibroso cuerpo, y los cabellos negros como el azabache se pegaban a la frente lisa y los pómulos angulosos; en los labios carnosos, hinchados de muchos besos, se dibujaba una sutil sonrisa apenas visible. La mano izquierda estaba sobre el fuerte pecho marcado con mordidas y besos, donde relucía en uno de sus dedos un simple y liso anillo dorado, y se tocaba con otra mano izquierda más pequeña, de dedos finos y piel clara, en donde otro simple y liso anillo brillaba en el dedo anular. Apoyada en el vientre plano y firme descansaba la cabeza de cabellos castaños claros de un hombre más pequeño, el delgado y curvilíneo cuerpo de éste se extendía entre las piernas abiertas del más alto, también en completa desnudez; en la espalda se notaban en la piel sonrosada marcas de besos posesivos y una que otra marca de dientes; las largas piernas entreabiertas, más largas de lo común y más torneadas que las de una mujer solía decir el pelinegro, también tenían marcas de mordidas y besos; había sido una tarde intensa.

Pero el delgado castaño no estaba dormido, no del todo. Dormitaba, sí; y recordaba, le encantaba recordar en momentos como esos, abrazado a su pareja después de haberlo dado todo. Antes sus recuerdos le dolían, lo lastimaban, pero ahora no; ahora le hacían feliz, le daban fuerza.

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