3 a Parte

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... bueno, de alguien había sacado Zen su carácter tan infantil; por lo que, sin más que pensar, buscó sus aparatos, los revisó de que tuvieran las baterías bien cargadas, repasó los conocimientos adquiridos en su libreta de notas, tomó las llaves de casa de su hijo, y partió.

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Entró al departamento de su hijo tranquilamente. Apenas pasaba del mediodía, por lo que Zen estaba en la editorial al igual que Yokozawa, mientras que Hiyori no llegaría hasta después de las cinco de la tarde, pues ese día tenía club de deportes, y como casi siempre, volvería con su amiga Yuki, y probablemente se quedarían en casa de ésta hasta cerca de las siete. Dejó sus zapatos en el genkan, y caminó tranquilamente hasta la sala; al parecer, sólo habían pernoctado allí la pasada noche los dueños de casa, por lo que podía ver en el fregadero, donde solo se encontraban dos tazas y dos platos ya lavados y puestos a secar. Sorata, el gato de Yokozawa, se encontraba en su menester diario de mirarse al espejo en la habitación de Zen, y si bien se fijó en que ella había llegado, no le tomó mayor importancia, por lo que ella se dedicó a buscar un buen lugar para instalar sus "equipos de espionaje". Ya a estas alturas, la adrenalina de saber que estaba haciendo una pequeña maldad le había instalado una peculiar sonrisa en el rostro, y se sentía como toda una espía en una misión de alta peligrosidad; quizás debió haberse vestido de negro para realizar mejor su personaje, pero ya se estaba yendo por la tangente, así que mejor se paró un momento, respiró profundo, ordenó sus ideas, y se dispuso a continuar con su obra. Dio un par de vueltas por la sala, buscando un lugar desde donde la pequeña cámara tuviera un buen rango de visión; tomó un par de fotos con la misma para asegurarse, y al final decidió que la dejaría oculta en el librero que estaba en el corredor entre las puertas de las habitaciones de su hijo y su nieta; desde ese lugar, en la parte alta, tenía una buena visión que abarcaba la cocina, el comedor y la sala, además de que raramente su hijo movía algo del estante superior, pues allí solo tenía algunos trofeos ganados en su época de estudiante, y unos mangas viejos que tenían un valor sentimental, pues habían sido los primeros que había editado cuando recién comenzó a trabajar.

Dio gracias de haberse acordado de llevar el mini trípode de la cámara, así que lo instaló detrás de los trofeos y lo camufló con las revistas, además de que contó con la inesperada suerte de que justo detrás del mueble había un enchufe instalado, por lo que no tendría que preocuparse por que la cámara se quedara sin baterías, simplemente la enchufó y ocultó bien los cables. A esas alturas, sus extraños movimientos ya habían llamado la atención de Sorata, quien la miraba fijamente desde su lugar en el sofá; esto a ella le sonaba casi como una acusación, y bien sabía ella que llamar la atención de un gato, por viejo que fuera, significaba un peligro para su misión. Así que mientras terminaba de ordenar las cosas que había movido, pensaba en como comprar el silencio del galante minino. Mientras hacía eso, se dio cuenta de que tendría que hacer un último ajuste, pues la cámara tenía una luz piloto en el frente de esta, la cual servía de indicador de que estaba en funcionamiento, y si bien a esa hora, con la luz del día pasaba prácticamente desapercibida, de noche sería como una antorcha en llamas, por lo que tuvo que buscar la forma de tapar el pequeño artilugio. Encontró lo necesario en uno de los cajones de la cocina, allí dio con un rollo de cinta adhesiva para cables de color negro, cortó un pequeño pedazo y tapó la luz, se alejó un poco y miró hacia la cámara desde varios puntos de la sala, y cuando estuvo conforme con que el piloto había quedado bien oculto, terminó de ordenar y ocultar el aparato.

Pero mientras había ido a buscar la cinta, al volver se encontró con Sorata, quien se había trasladado silenciosamente hasta el mueble y se había subido a él, mirando fijamente hacia donde estaba oculta la cámara. Tenía que reconocer que no sabía mucho acerca de ese gato; había tratado poco con él, pues era un animal bastante orgulloso de su posición dentro de ese hogar, y por lo general, las veces que lo había visto, había sido más que nada durmiendo, o simplemente estando en algún lugar de la sala. Pero si mal no recordaba, por lo que le conversaba siempre Hiyori, era un gran devoto de la comida, y como todo buen macho, al parecer sólo había que llenarle el estómago para tenerlo a su favor; así que simplemente la dama se dirigió a la cocina y lleno hasta el borde el plato de Sorata con comida húmeda para gato. Una vez que Sorata se dio cuenta de este hecho, fue rápidamente a comer, tiempo que aprovechó ella para terminar de instalar el micrófono en la pantalla de la luz sobre la mesa del comedor, la que al ser de madera y tener una forma que recordaba a las antiguas lámparas japonesas de bambú y papel, pero con un toque moderno, le brindaba el espacio y la discreción necesarias para instalar el diminuto aparato, aunque para hacerlo tuvo que recurrir a más agilidad de la que disponía a sus casi sesenta años, debiendo terminar por subirse a la mesa para no causar un desastre o romper algo.

Al acabar con su trabajo, la señora Kirishima ya se encontraba algo cansada, pero bastante divertida a pesar de todo. Programó la cámara para funcionar al detectar movimiento, así que solo terminó de chequear que la memoria se encontrara vacía y estuviese en modo filmación, ordenó sus cosas y se dispuso a retirarse; aún tenía que ir a la peluquería y volver a casa a terminar de arreglarse para asistir a la cena de sus amigos en la noche; ya al día siguiente se preocuparía de recuperar la cámara y el micrófono junto con lo que se hubiese grabado. Para cuando estaba colocándose el abrigo que había llevado, Sorata ya había terminado con lo que tenía en el plato y se dirigía a su lugar de siempre en el sofá. Antes de echarse a tomar su siesta, la miró por última vez con ese aire extrañamente superior que lo caracterizaba, casi como diciéndole "fue un gusto hacer negocios contigo, nena", se relamió un resto de comida que le había quedado en los bigotes y se limpió las manos, para luego hacerse un ovillo y ponerse a roncar. Ella solo se encogió de hombros al ver la altanera actitud del felino, por lo que optó simplemente por irse de ahí.


Continuará...

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