16a Parte

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Hola a todos, he aquí el que en su momento era el último capítulo de este relato salido de no sé que recóndito lugar de mi cabeza, pues como ya he dicho en capítulos anteriores, aún queda un especial de Takano y Ritsu y el epílogo de esta historia.

No saben cuanto me ha gustado poder compartir con ustedes ésta faceta mía que ni yo misma conocía, pues en alguna ocasión intenté escribir algo propio y no tenía pies ni cabeza, así que puedo asegurar que uno está listo cuando está listo y no antes, y cuando se trata de escribir supongo que es igual.

No me cansaré de agradecerles el haberse dado el tiempo de leer este relato, y es de cierta forma esperanzador, pues uno que ya es viejo en años tiende a creer que los jóvenes ya no leen, y encontrar este tipo de plataformas en donde se puede encontrar todo tipo de historias y además tener la oportunidad de mantener cierto grado de comunicación con quienes leen las cosas que uno escribe es tremendamente positivo y esperanzador, además que el poder comunicarse con los lectores y otros escritores alimenta las ganas de seguir escribiendo.

Bueno, como ya me he alargado mucho, y sin parar de agradecerles por su apoyo, les dejo con el último capítulo de esta historia.

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Yokozawa Takafumi despertó muy temprano; había puesto su alarma a las seis de la mañana pues, aunque era domingo, tenía algo que hacer, y si no empezaba a trabajar temprano, no alcanzaría a estar listo antes del desayuno. Apagó la alarma y estiró un poco los brazos fuera de la cama; le dolía un poco la cabeza y le ardían los ojos, y además sentía un poco de hambre, puesto que la noche anterior no quiso cenar, sólo había tomado un poco de té. Abrió los ojos y se sintió desorientado por un par de minutos, no sabía dónde estaba; esa no era su habitación, tampoco era el departamento de Kirishima, y no parecía la habitación de un hotel.

Apartó las mantas que lo cubrían e intentó levantarse, pero una fuerte opresión en su vientre se lo impidió. Buscó el origen de su anclaje, y se encontró con Zen aferrado a él por la espalda; entonces recordó todo lo que había pasado la noche anterior; sonrió un segundo, y enseguida trató de zafarse del abrazo, pero Kirishima sólo se aferró más al sentir inconscientemente que perdía su presa. Volvió a intentar zafarse, pero el abrazo no cedía ni un milímetro; de pronto, un par de golpecitos suaves en la puerta lo distrajo, la voz de una niña preguntó si estaba despierto y si podía pasar, a lo que él contestó afirmativamente. Se abrió la puerta y la silueta de Hiyori se recortó en la luz del pasillo, ya estaba vestida, y quería saber si iban a hacer esas cosas que habían acordado. Yokozawa dijo que sí, pero que al parecer necesitaba un poco de ayuda para poder levantarse, y al ver la situación en la que se encontraba el hombre, la niña soltó una sonora carcajada, para, enseguida, darle un buen pellizco en el brazo a su padre, lo que le causó un pequeño dolor al hombre que soltó por unos segundos a su presa, lo suficiente como para que Takafumi saliera volando de la cama, antes de ser vuelto a agarrar. Hiyori seguía riendo, bromeando con Yokozawa, mientras éste le contestaba que, si las cosas siempre iban a ser así, quizás no querría dejar su apartamento, porque si esto iba a pasar todos los días, nunca llegaría a tiempo a ningún lugar, pues aún no se había levantado y ya estaba agotado, pero la niña le recordó que él había hecho una promesa, y que debía cumplirla.

Le pidió a la niña que se fuera adelantando a la cocina, mientras él se ponía ropa adecuada e iba al baño; todas las cosas que habían pasado la noche anterior ahora le parecían parte de un sueño, el cual había empezado casi como una pesadilla, pero que a la larga tenía un dulce final. A decir verdad, por él no se hubiese levantado, pues habían sido tantas las emociones por las que había pasado la noche anterior, que se sentía como si se hubiese bajado recién de una montaña rusa y hubiese corrido una maratón. Pero había valido la pena, todo valía la pena, cada miedo y cada angustia, todo valió la pena.

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