14.

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Tan sólo faltaban tres días para que fuera 8 de Septiembre, debía estar solo en mi habitación, con la música a todo volumen.
Pero no lo estaba, en cambio me encontraba en la entrada de la casa de la tonta fraternidad, pensando en cómo era posible que otra vez los hermanos hicieran de las suyas, sobre todo Ethan.

—Vamos, Thomas.

Habló el culpable de todo esto e hizo un gesto para que de una buena vez dejara de pensarlo tanto y simplemente me adentrara al mundo adolescente.
La música estaba a todo volumen y una peste a sudor, drogas y alcohol inundaban el lugar. El montón de gente por todos lados me asfixiaba, incluyendo el humo a cigarro y la poca luz que lograba iluminar.
Qué mala idea haber venido.

—Miren nada más, Thomas Winfield nos ha honrado con su presencia.

Gritó detrás de mí una particular voz femenina y logré reconocerla de inmediato: una de las chicas que me invitó.

—Hola, ¿tú eres...?

—¡ADELINE!

Dice muy fuerte, para asegurarse de que la estaba escuchando. Era una chica guapa, su cabello rojizo hacía que cualquiera le prestara atención y sus grandes senos, por supuesto.
Con un gesto me indicó que la siguiera y yo les hice lo mismo a los gemelos para que fueran conmigo.
Nos sentamos en varios sofás acomodados en círculo y comenzaron una ronda de juegos que al principio eran absurdos y aburridos pero después de unos cinco shots se volvieron bastante divertidos.
Luego de un par de horas nos habíamos cansado, ya todos estamos bastante borrachos así que sólo quedaba disfrutar el resto de la fiesta.

—Ven a bailar Thom.

Me dijo Jenna arrastrando las palabras, dejando ver que estaba mucho más ebria que yo y me tomó de la mano llevándome al centro de la sala en donde la mayoría de los adolescentes se restregaban los cuerpos y saltaban al ritmo de la música.
Jenna colocó sus manos sobre mi nuca y yo jalé su cadera contra mi cuerpo.
Vaya que estoy ebrio.

—Déjate llevar.

Me susurró al oído e hice exacto lo que sugirió.

Sonaba una canción que no reconocía pero lograba que todo mi cuerpo se moviera pegado al de ella, su respiración era agitada, su aliento tenía un olor a arándano y alcohol.
Antes de darme cuenta de lo que hacía ya me encontraba acercándome a sus labios, dispuesto a saborear el delicioso aroma que desprendía, aunque no muy seguro de lo que sucedería después. Sin embargo a Jenna parecía no importarle, incluso parecía estar deseándolo tanto como yo hasta que me apartó de golpe, cuando nuestros labios se rozaban vagamente y me dejó solo, en el centro de la pista, borracho y con unas enormes ganas de besarla.

Mientras tú dormías. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora