11.

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Eran las 8:00 am y mi alarma llevaba sonando alrededor de cinco minutos. Damián se había quejado unas ocho veces y mi teléfono vibraba desde hace veinte minutos. Hoy había un escándalo bárbaro.

Era el cuarto día en el que ocuparía mi automóvil para ir a la escuela y me daba cuenta de que sólo por eso la gente comenzaba a notarme, lo que me resultaba un tanto desagradable e incómodo.

Antes de levantarme medité un minuto más si debía seguir con la idea de utilizarlo para fastidiar a Damián o simplemente regresar a mi rutina habitual de tomar el autobús.
Mi hermano se había ofrecido ya un par de veces en llevarme pero qué horror.

—¿Qué no piensas callar tus malditos aparatos de una buena vez?

Gritó Damián irrumpiendo en mi habitación y sumándole un ruido más al día.
Su aspecto era terrible, podía verse la resaca que se cargaba. Era un tipo alto, casi del mismo tamaño que yo, sólo que yo lo era más que él. Su cabello era rizado y de color castaño, igual que el mío. No me gusta admitirlo, pero teníamos rasgos físicos muy similares, a excepción de nuestros ojos, los de él son color miel y los míos son verdes. Y claro hay que sumarle sus músculos muchísimo más inflados que los míos.

—Ya voy.

Le respondí de mala gana y con pocos ánimos de comenzar una pelea. Era demasiado temprano para lidiar con él.

—¿Te vas otra vez en el auto?

—Sí.

Respondí sin pensar.

—¿Por qué?

—Porque para eso sirve un automóvil, Damián. ¿Cuál es tu maldito problema?

—Ninguno.

—¿Entonces por qué te molesta tanto que lo lleve a la escuela?

—Ya cállate y apúrate, se hace tarde.

Dijo a lo último y salió de la recamara dando un portazo, o estaba enfermo mentalmente o algo le ocurría. Y puedo apostar que ese algo eran celos; no quería que yo fuera parte de su mundo perfecto.
Pero no era capaz de ver que no tenía interés alguno en socializar con su círculo.
Ethan y Jenna eran la perfecta compañía, aunque todavía me hacía sentir culpable tenerlos cerca, como si de algún modo estuviera traicionando a Hanna.

Tomé mi teléfono y lo desbloqueé, lo que llevaba vibrando durante veinte minutos era un recordatorio, anunciando que tan sólo faltaban cinco días para el 8 de Septiembre.
Y así comienza mi día, con otro ruido que nadie más que yo lograba escuchar.

Mientras tú dormías. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora