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Damián y yo estábamos mirando una película demasiado mala en la televisión cuando la abuela irrumpió furiosa en la sala.

Habían pasado tres días desde que leí la carta de Hanna. Damián y yo habíamos hablado y arreglado todo.
Mi cita con Emily era al día siguiente, todo marchaba simplemente increíble.
Hasta ese momento.

—¡¿Me pueden explicar en qué están metidos ustedes dos?!

Se acercó gritando al lugar en el que nos encontrábamos. Damián tampoco parecía saber de qué hablaba.

—Díganme qué fue, ¿Apuestas? ¿Drogas? ¿Qué? ¡Explíquenme ahora!

Replicó molesta. Damián y yo estábamos perplejos, realmente no entendíamos nada.

—¿De qué hablas, abuela?

Le pregunté totalmente desconcertado.

—No se hagan los desentendidos. ¿Creyeron que no me iba a dar cuenta? ¡Imposible no darme cuenta de lo que están haciendo!

Continuó gritando, su rostro se tornó de un color carmesí y sus manos no dejaban de moverse de un lado a otro.

—¿Por qué no mejor nos explicas lo que está pasando? Porque evidentemente no sabemos.

Habló mi hermano tratando de tranquilizar a nuestra pobre abuela.
Después de pensarlo finalmente cedió y se sentó frente a nosotros, su expresión era demasiado seria así que inmediatamente me di cuenta de que algo grave estaba pasando.

—Yo siempre monitoreo sus cuentas bancarias, cada centavo que ustedes gastan yo lo sé. Había notado irregularidades hace un par de semanas porque generalmente no gastan tanto dinero, pero este mes gastaron más de treinta mil.

Mis ojos se abrieron frenéticos y Damián tragó con fuerza. A pesar de tener dinero treinta mil sonaban a una cifra inimaginable. Nunca me había percatado realmente de cuánto dinero gastaba, definitivamente no pude ser yo el responsable de esto.

—Yo no fui.

Me desentendí inmediatamente.

—Tú no, el dinero desapareció en la cuenta de Damián. Lo que tú hiciste fue empeñar tu automóvil, me llegó un recibo para pagar la suma que te dieron al inicio.

Me explicó y sacó de su bolsa el papel que indicaba una suma gigante.

—¡Pero si mi carro está ahí afuera! ¿Cómo lo voy a empeñar? ¿No se supone que te lo quitan?

Le pregunté alarmado, no entendía cómo estaba sucediendo esto. Damián no decía nada, parecía estar todavía meditando todo lo que mi abuela nos estaba contando.

—Puedes empeñarlo y quedártelo, mientras que les pagues cada mes cierta cantidad de dinero.

Me explicó Damián mientras su pie izquierdo se movía de arriba a abajo. No entendía qué carajo estaba pasando.

—Nosotros no fuimos, abuela. Tienes que creernos.

Le supliqué. Damián podía estar loco, pero no al grado de gastar esa cantidad de dinero.

—Ellos no fueron, fui yo.

Habló una voz a nuestras espaldas.
Era Ethan.

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¡Hola! Quedan muy poquitos capítulos para que esto llegue a su fin.
lqm.

Mientras tú dormías. |En edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora