El último lugar en el que Gabriel había planeado terminar era una escuela en el medio de la nada, enseñando a un montón de muchachas ricas y malcriadas.
Era el último lugar en el que quería estar.
Cuando tomó las órdenes sagradas, se había propuesto trabajar entre los necesitados, en alguna zona pobre del centro de la ciudad, donde los niños estaban desesperados por encontrar a alguien que les abriera una puerta. Niños que no tenían futuro alguno a excepción de la drogadicción y privación. Era un trabajo que valdría la pena. Así podría usar su vocación para hacer la diferencia.
En cambio, lo habían enviado al internado St. Winifred's en Whingers, al menos eso parecía. Estas estudiantes no tenían ni idea de cuán afortunadas eran o cómo era la vida real en la mayor parte del mundo.
-Esto no es lo que tenía en mente para mi servicio,- se había quejado ante Canon Francis, director del seminario.
-El señor frecuentemente tiene otros planes en mente para nosotros,- Canon le dijo.
No era una respuesta que Gabriel quería escuchar.
Pero su vida ya no era suya. Pertenecía a la iglesia y a Dios, así que apretó los dientes, oró por paciencia e hizo las maletas para ir a lo desconocido.
Incluso en una escuela de varones estaría mejor. Tenía sus propias razones para desconfiar de las mujeres.
Esa mañana, Gabriel sentía algo de ira mientras caminaba por el lado de la escuela. No tenía clase que enseñar en el primer período, por lo que aprovechó la oportunidad para sentir el sol otoñal después de la asamblea. El cielo estaba impecablemente azul, las hojas se volvían color cobre sobre los árboles: era un día en el que se podía sentir la plena gloria del Creador en su creación.
Era remoto, pero hermoso. Le vinieron a la mente las líneas de Gerard Manly Hopkins, uno de sus poetas favoritos.
Y las lomas colgadas de azul son su hombro; de Él, que sostiene con majestad el mundo,
Robusto garañón, dulce, violeta.
Debía volver a trabajar en su tesis. El único consuelo de este lugar era la paz y el silencio para volver a absorberse en él, al menos fuera de las horas de clase.
Cuando Gabriel se acercó al edificio, vio a una niña sentada en un muro bajo que se extendía desde unos escalones de piedra. La reconoció al instante, era quien había dejado caer todos sus libros frente a él. Americana, recordó. También había recordado sus ojos: un inusual color verde y dorado.
Ojos que a medida que se acercaba, se dio cuenta de que se veían brumosos. ¿Ya se había metido en problemas? No podía pensar en otra razón por la que ella estuviera fuera de clases sola, llorando.
Aquí era donde entraban sus deberes de cuidado pastoral. -¿Te encuentras bien?- Le preguntó.
Leonie levantó la cabeza y un rayo de sol iluminó su cabello de color ámbar como si fuera fuego.
Gabriel se sorprendió momentáneamente. Por un segundo, la podría haber confundido con la estatua dorada de un ángel que una vez había visto y quedó paralizado. Pero ella era solo una chica de carne y hueso, se recordó a sí mismo. Trató de no dejar que sus pensamientos se quedaran por mucho tiempo en esa "carne y hueso."
-Estoy bien, gracias.- Dijo ella.
Ahora podía ver que en sus ojos había un tipo de pena diferente al de arrepentimiento por haber sido enviada fuera de clase. Nostalgia, supuso. St. Winifred's estaba lo suficientemente lejos de la mayoría de las civilizaciones inglesas, y mucho más de los Estados Unidos.
-¿Si pudiera ayudar?- Él no sabía lo que había ofrecido exactamente. Probablemente sería más apropiado para él llamar a una de las Hermanas.
-Sólo echo de menos a mi familia, ¿sabe?- Dijo Leonie. Entonces pensó que probablemente no lo sabía, ya que los sacerdotes y los monjes y las monjas dejaban a sus familias por Dios, ¿no es así?
Pero pareció compasivo.
-Entiendo. ¿Tu familia está bastante lejos?A Leonie le gustaba su acento. Era muy... inglés. No era como el tipo de payasada de Hugh Grant que puedes encontrar en las películas, sino un acento solemne y claro.
-Boston, Massachusetts.
-¿Brujas?
Ahora ella sonrió. Gabriel se encontró inesperadamente contento de haber logrado esto.
-No tantas en estos días, eso espero de todos modos,- dijo ella. -nos hemos modernizado desde los días de Las brujas de Salem*1.
-Ese será uno de los textos en el plan de estudios de este año, si es que decides tomar inglés. Estarás en ventaja, habiendo vivido allí,- le dijo.
Era una gran noticia. Naturalmente, Leonie había estudiado Las brujas de Salem antes y lo había visto media docena de veces en los teatros de Boston. Estaba un poco sorprendida de que la estuvieran estudiando en un internado católico, y lo dijo.
-Está en el plan de estudios de nivel avanzado,- Gabriel le dijo. -Es exigido por el estado, no por la escuela,- comenzó a recordar sus propios niveles avanzados. Macbeth y Tess la de los D'Urberville.
Sabía que debería volver a su salón de clases, pero no pudo resistirse a preguntar. -¿Qué te trae a una escuela Inglesa?
-Mi abuela. Es inglesa,- dijo Leonie. Aunque no le dijo porqué su abuela había insistido en que asistiera a un internado. Esperaba que nadie lo descubriera.
-¿Te ha gustado por aquí?- Debía regresar, pero algo lo atraía hacia ella.
Leonie aún no estaba segura. -He llegado hace dos días, así que todavía estoy descifrando las cosas.
Gabriel estaba sorprendido. -¿Este es tu primer año acá? Pero estás en el último año, ¿verdad?
-Sí. Terminé la escuela secundaria en Estados Unidos, pero mi abuela quería que probara una escuela Inglesa,- explicó Leonie.
Había algo de misterio aquí, Gabriel estaba seguro de eso. Pero no era su lugar para preguntar. Aún así, esto se había agregado a la intriga que sentía por esta chica.
Ella lo miró a los ojos y se observaron por un momento.
Fueron interrumpidos por un fuerte sonido de la campana. Recreo. O tiempo libre, como lo llamaban aquí. -Tengo que irme,- le dijo Gabriel a Leonie. Sintió un extraño rechazo a dejarla y se dijo que solo se debía a que se encontraba sola y afligida.
-Supongo que lo veré en clase.- sonrió, y por un segundo la luz del sol la hizo un ángel otra vez.
Gabriel sintió un nudo dentro de él que no había sentido en años. Pensaba que es sentimiento había sido enterrado hace mucho tiempo.
Pero incluso los ángeles podían ser brujas debajo de la superficie, se recordó a sí mismo. Tendría que ser muy cuidadoso.
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*1: Las brujas de Salem o El crisol (en inglés: The Crucible) es una obra de teatro de Arthur Miller escrita en 1952 y estrenada en 1953 ganadora del Premio Tony. Está basada en los hechos que rodearon a los juicios de brujas de Salem, Massachusetts en 1692. Miller escribió sobre el evento como una alegoría de la represión macarthista de los años 1950.
Macarthista: es un término que se utiliza en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se respeten los derechos del acusado.
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Invocando el pecado - Noël Cades (traducción) BAJO EDICIÓN.
RomanceÉl es su profesor y su sacerdote... ¿Qué pasa cuando se enamoran irremediablemente? Un amor erótico, prohibido, el verdadero romance entre una estudiante estadounidense y un sacerdote católico. *** Esta es una traducción, pueden encontrar la novela...