Capítulo 11 "La Hora de la Verdad"

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-Piper, explicate por favor.

-Aclis, la hija del dios Caos ha sido la primera en salir del tártaro. Conoce la profecía, conoce nuestra ubicación. No se como, pero la conoce. ¡Annabeth, hay que irnos ya!

-¿Y cómo lo descubrieron?

-Una larga historia, en el camino te cuento. Ahora, ¿podemos irnos?

No podía ser, ¿cómo nos habían encontrado? ¿Cómo salió tan rápido? Todavía no comenzábamos con la búsqueda del traidor. ¿Qué haríamos? No teníamos tiempo para nada.

Pero nos arreglaríamos, teníamos que encontrar al traidor antes de comenzar el viaje.

-¡Carter, vamos! -grité como primer instinto. Me cogió de la mano y salimos corriendo con Sadie, Piper y Hazel detrás.

-¡Tengo que dejar todo organizado! -gritó Carter. ¿Cómo podía pensar en esos sabiendo que su vida estaba en peligro?

-¡Carter! -lo regañó Sadie-. Si no nos vamos ya, no podrás decir nada nunca más, y tal vez no haya nadie a quien se lo digas. Si nos quedamos más tiempo, los arriesgaremos a todos.

-Les harán daño -dijo, algo nostálgico.

-No, Carter -dije-. Les harán daño si seguimos aquí, no los quieren a ellos. Ni a ustedes, esto es algo de Atenea, y sus hijos. No tiene porque venir si no quieren, pueden salir lastimados. Y no me lo perdonaría nunca.

-Annabeth -me dijo Sadie-. Carter y yo vamos por elección propia. Porque eres nuestra amiga, y queremos estar junto a ti.

-Así es -la secundó Carter.

-Bien, ¡hora de irnos! -zanjó Hazel.

Y así los cinco nos fuimos de la casa de la vida sin dejar a Carter hablar con nadie (ni despedirse de Zia). Cuando ya estuvimos lo bastante alejados, Sadie dijo:

-¿Y ahora qué? -preguntó-. ¿Cómo encontraremos al traidor? ¿Tienen alguna pista?

-Ninguna -dijo Hazel, triste.

-Podríamos conseguir un vehículo -propuse-. Así será más fácil encontrarlo, y luego nos vamos directo a Grecia. Será mucho más rápido que ir a pie o en autobús.

-¿Y qué vehículo? -preguntó Piper.

La miré unos segundos.

-Creo que tú ya lo sabes.

Pensó un momento, sabía exactamente a quien me refería. Me miró, sorprendida.

-Leo -pronunció, con voz temblorosa.

-¿Qué? -preguntó Hazel-. Annabeth, ¿tú también? ¿Es que ambas están locas? ¡Leo está muerto! Piper, metetelo de una vez en la cabeza. Me duele tanto como a ustedes, tal vez no lo conozca tanto como los conoces, Piper. Pero si le tenía mucho cariño, y lo extraño. Pero no por eso me voy a mentir, Leo está muerto.

-¿Cómo lo sabes? -le pregunté.

-¿Enserio? ¡Lo vimos morir! Gea lo mató, ya no existe.

-Tenía la cura, Hazel. ¡Él se la robó a Piper!

-Es cierto, Hazel -intervino Piper-. ¿Quién más me la iba a robar? Te contó su plan, te dijo que pensaba sacrificarse. Él más que nadie necesitaba la cura.

-Pero, ¿dónde está? ¿No creen que, si estuviera vivo, no nos hubiera contactado?

-Tal vez no puede, Hazel. Tú no sabes.

-¡No! Tú no sabes, Annabeth. Me duele tanto como a ustedes esto, pero es la verdad. ¡Leo está muerto!

Cuando Piper abrió la boca para revatirle a Hazel, Sadie la interrumpió.

Annabeth Chase y el Gran Viaje a GreciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora