―Querida ―dijo una voz. Una voz femenina, que sonaba maternal, demasiado maternal. ¿Era ella? ¿Atenea? ¿Mi madre? ¡Mi madre estaba conmigo!
―Mamá ―susurré.
Apareció mamá junto a un hombre, agarrados de la mano. ¿Qué? ¡Mis padres estaban juntos! Esto era demasiado perfecto, no quería salir de este paraíso. ¡Jamás me iría de ahí!
Apareció otra figura, una figura de un semidiós. Mi semidiós... Percy.
Estábamos los tres en la playa, lugar favorito de Percy, era su cumpleaños. Se nos unió su padre, Poseidón junto a su madre, Sally. Y su medio hermano Tyson.
Estábamos todos celebrando su cumpleaños, felices, sin monstruos, sin preocupaciones. ¡Teníamos una vida feliz! Nuestros padres estaban con nosotros, Atenea estaba junto a mi.
Me llegó una gran ola a la cara. ¿Pero qué? Me estaba llevando, arrastrando. Percy y mis padres me gritaban. No sabía que estaba pasando, ¿y mi paraíso?
―¡Annabeth! ―gritaron―. ¡Despierta, Annabeth!
Abrí los ojos.
―¡Despertó!
No podía respirar, ¿qué?
―¡Se está ahogando!
Respiré fuertemente, y voté lo que pareció ser mil litros de mar.
Me senté, y observé mi alrededor. Estaba empapada, estábamos en el Argo II. ¿Qué había pasado?
―¿Dónde estamos? ―pregunté.
―Estamos pasando por Chile y Argentina, para ir directamente a Europa.
―¿Qué pasó?
―Hipnos atacó ―contestó Cárter.
―¿Y?
―Ya lo resolvimos ―dijo Leo―. Si no fuera porque Cárter es Griego, estaríamos todos muertos. Estaba en un sueño, en un mundo perfecto. Con mis padres, tal vez un posible hermanito. Junto a Calipso, y a unos pequeños Leos. Era precioso, pero era toda una mentira. Cárter me despertó, y logré ayudarlo a sacar del camino a Hipnos. Pero él hizo casi toda la lucha mientras nosotros dormíamos.
―Vaya, Cárter. ¿Cómo pudiste tú solo? ―le pregunté.
―También soy un semidiós, Annabeth. Se pelear. No fue fácil, claro. Pero Leo logró despertar para lanzarnos lejos. Que fue cuando te caíste al agua.
Eso explicaba mi sueño, y porque estaba empapada.
―Me siento una inútil ―confesé―. Ustedes peleando mientras yo soñaba con una familia feliz.
―Todos soñamos con una familia feliz, Annabeth ―dijo Cárter―. Leo te contó su sueño.
―¿Y cuál sería tu sueño?
―Lo mismo que ambos, estar con mi familia. Mi padre es el rey del Inframundo, mi madre está muerta. Tengo que bajar para verlos, y eso no es nada fácil, ¿sabes? Ser hijos de dioses es muy difícil, nunca están con nosotros. Claro, mis padres no son dioses, pero son magos importantes. Eran, ahora ambos están muertos controlando el inframundo. Sadie y yo soñamos con lo mismo, y volver a confiar en el tío Amos.
Cárter me había contado la historia del tío Amos. Después de eso, no han vuelto a confiar en él. Es obvio que quisiera que todo eso haya pasado ya, aunque fuera difícil.
―Ahora nos iremos directos ―dije―. Nos emocionamos por el viaje, y no nos dimos cuenta que no estamos de vacaciones. Estamos en una misión, en una peligrosa misión. En donde cualquiera puede morir.
Ambos asintieron.
―¿Saben qué? ―dijo Leo, una hora más tarde. Cuando habíamos acabado de pasar el último país de América: Chile, para dar inicio a Europa―. Desde que conozco a Calipso ya no soy el mismo. Me refiero a que antes de conocerla era más despreocupado por todo, solo hacía chistes y ya. Y ahora no, creo que estar con una mujer tan grande como Calipso me ha dado un toque de madurez. Claro, no quería que ella sentía que salía con un niño (aunque lo hacia), cuando ella tenía mil años. Creo que me ha hecho bien conocerla.
―Yo opino lo mismo ―dije.
―Él amor te cambia ―dijo Cárter, mirándome.
―¿Y Percy? ―ahí vamos, la pregunta que tanto temí que hiciera―. Tú lo acompañaste a todas sus misiones cuando era el héroe, ahora que tú lo efes, debería estar aquí.
Bajé la mirada, no sabía que responderle.
―No están en su mejor momento ―respondió Cárter por mi.
―Oh, ya lo veo. ¿Han terminado?
Asiento.
―¿Qué ha pasado? Annabeth, somos amigos, puedes contarme lo que quieras.
―Lo sé, Leo. Pero no es fácil, dame mi tiempo, ¿vale?
―Vale ―y miró a Cárter―. ¿Y ahora estás con él? Ahora entiendo porque se miran tanto.
―No estoy con nadie, Leo.
Se hizo un incómodo silencio.
―¿Qué les parece si llamamos a los otros? ―preguntó Cárter, rompiendo el hielo.
―Sería perfecto ―respondí yo―. A Piper primero.
Leo sonrió, claramente quería hablar con Calipso. Y yo porque no quería ver a Percy, y no quería saber si algo malo había pasado. No quería que terminaríamos así. Sin poder hablar nunca. En algún momento hablaríamos, pero si moría nunca sería.
Los chicos se pudieron a hacer un arco iris, y acto seguido Leo dijo:
―Oh, diosa del Arco Iris. Acepta mi ofrenda. Piper McLean, en su búsqueda del traidor.
No se demoró nada, y ya estaban mostrando a Piper sosteniendo un cuerpo, a su lado estaba Magnus. Entonces el cuerpo era...
―¡Calipso! ―gritó Leo.
Calipso no se movió ni un pelo, pero mi primo y Piper si.
―Piper ―dije yo―, ¿qué ha pasado?
―Encontramos a alguien. ¡Pero se nos escapó! Calipso siguió a esa persona, pero la atacó y no ha vuelto a despertar. No sabemos que le hizo.
―Era él traidor dijo Magnus―. No pudimos averiguar su sexo, pero no es un semidiós cualquiera. Tiene que ser uno muy poderoso para provocar ese poder.
―Podría ser un dios ―intuí.
―Podría ser ―dijo Piper.
Se escuchó un ruido, algo de repente. En donde se encontraban Piper y Magnus. Me asusté, ¿qué pasaba?
―¡Es él! ―gritó una voz―. Hijo de Frey, te hemos estado buscando.
Y de pronto, el mensaje iris se apagó.
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Annabeth Chase y el Gran Viaje a Grecia
FanfictionTodo comienza con una traición. Luego sigue con una desaparición. Lo transcurre una misión. Hasta que acaba en un gran viaje. Un gran viaje a Grecia. Annabeth Chase, se enzarza en una búsqueda por todo el mundo. La nueva tercera gran profecía. ¿Será...