- : siete : -

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entré en la cafetería, dirigiéndome al mostrador luego de saludar a Alan con un beso en la mejilla, como ambos acostumbrábamos a hacer.

— Ava, ¿eres lesbiana? – preguntó y yo suspiré. aquella era una pregunta que me hacía todos los días que iba por mi turno. en lugar de un "¿cómo estás?" el preguntaba acerca de mi sexualidad.

— no lo soy, Alan. – respondí. terminando de colocarme el delantal antes de tomar mi libreta y un bolígrafo.

— creí que dirías algo cómo "sólo por Lucy". – me dedicó una pícara sonrisa a lo que se ganó un golpe por mi parte, quejándose luego de éste.

comencé a tomar las órdenes de las distintas personas, antes de ir y entregárselas. normalmente Alan y yo trabajábamos solos algunos días, mientras en otros Yvonne era la que preparaba las órdenes y yo las entregaba.

una vez todos los clientes tenían sus pedidos, comencé a acomodar y limpiar las cosas en el mostrador, mientras Alan estaba en la sala de descanso, el idiota tenía fiebre y aun así había venido a trabajar.

— ¡hola, lindura! – oyendo aquel apodo que Lucy me había puesto lograba saber que se trataba de ella. me levanté y le dediqué una pequeña sonrisa. - ¿cómo estás?

— pues estaba bien hasta que llegaste. – respondí con un tono divertido, antes de mirarla. ella rodó los ojos con diversión.

— sé que me amas.

— ¡y cuánto! – gritó Alan desdela sala de descanso. le lancé el trapo sucio que había utilizado para limpiar el mostrador.

— ignóralo. – respondí, mientras comenzaba a preparar el té helado que Lucy me pidió.

— ¿por qué? tiene razón. – mis mejillas se sonrojaron ante lo que ella había dicho. por lo que le di un pequeño golpe en el hombro, sin llegar a hacerle daño.

— cállate. – ella rodó los ojos nuevamente, aunque no le salía cómo a mí. le entregué su té helado antes de ver como un grupo de tres chicos entraba en la cafetería, haciendo ruidos innecesarios, gritando y riendo.

— chicos. – Lucy suspiró, dándole un sorbo a su té helado. Alan salió de la sala de descanso y se acercó a la caja.

tomé mi libreta y me acerqué a ellos, había uno de ellos que estaba en su celular, tenía gafas y parecía estar ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. el otro estaba sonriendo ampliamente y hablando con el que era rubio, el rubio parecía uno de esos idiotas clichés mujeriegos.

— ¿puedo tomar su orden? – pregunté, mientras observaba a los tres chicos.

— café. – dijo el de gafas, sin mirarme, anoté eso.

— ¡café con leche! – habló el sonrisitas.

— tú número. – respondió el rubio.

alcé una de mis cejas ante la tercera respuesta, notando como el de gafas y sonrisitas se miraban entre sí, antes de volver su mirada hacia el rubio, quién acababa de levantarse de su silla y me había acorralado con una de las mesas a mis espaldas.

— ¿es eso posible? – preguntó en un susurro, mientras comenzaba a acercarse peligrosamente a mi rostro, hasta que nuestras respiraciones se mezclaran.

intenté golpearle la entre-pierna con mi rodilla, pero la posición no me favorecía. maldecí en voz baja, aunque, por la cercanía el pudo haberme escuchado perfectamente.

— ¡¿qué está sucediendo aquí?! – escuché la voz de Lucy, antes de que ella me abrazara por los hombros y me acercara a su cuerpo. – amor, ¿éste idiota está molestándote?

debido a lo que Lucy estaba diciendo, el rubio parecía algo estupefacto.

— descuida... — murmuré, logré ver una sonrisa de satisfacción formarse en los labios de Lucy al notar que yo seguía su estúpido juego, con un sonrojo presente en mis mejillas.

— mejor así. – habló ella, utilizando nuevamente aquel tono rudo. – amigo, la próxima vez que te vea así de cerca de mi novia, te patearé en los huevos. – dijo y yo abrí mis ojos como platos, antes de que Lucy caminara conmigo hacia el mostrador nuevamente.

— ¿por qué hiciste eso? – pregunté en voz baja, mientras me colocaba detrás, comenzando a preparar las órdenes de los tres chicos.

— deberías agradecerme. ese baboso estaba molestándote. – yo suspiré.

— ¡podías haber inventado otra cosa!

— ¿por qué? me gustó mi idea. – se encogió de hombros, dándole un sorbo a su té helado. yo suspiré. – sé que a ti también te gusto, Ava.

bajé la cabeza, pretendiendo que estaba buscando el bote de café de debajo del mostrador. aunque simplemente lo hacía para esconder mi sonrojo.

porque sí, la idea de Lucy me había gustado.    

lindura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora