la casa de muñecas

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Capítulo 7
No me fijé demasiado en la "casa",
me limité a entrar lo más rápido posible y a cerrar de un portazo.
Enseguida oí sus carcajadas descontroladas a mi lado,y lo peor, era que yo también me estaba riendo,
-se puede saber que te hace tanta gracia de todo esto?!- le pregunté ahogándome entre risas,
-yo podría preguntarte lo mismo!- me contestó desternillándose.
Hacía un frío descomunal en ese lugar y los dos estábamos irremediablemente empapados. Me quité la chaqueta y se la di amablemente,
-que haces? No la quiero- me dijo borde,
-No me vas a hacer este feo!- protesté
-para que quiero yo tu chaqueta?- preguntó
-tu eres tonta. No ves que te vas a poner enferma con el frío que hace?- le expliqué indignado,
-pues no- dijo descarada
-pero...- intenté reclamar,
-que no tengo frío Mateo! Ya vale!- se irritó.
Me quedé en silencio y ella hizo lo mismo.
-que conste que sigo sin tener frío-dijo arrancándome la chaqueta de la mano. Me reí disimuladamente.
-donde vas?-
-a buscar mantas,no te muevas.-dijo levantándose,
la vi desaparecer en la oscuridad y me quedé sólo esperando.
Al pasar unos minutos empecé a cansarme de estar allí quieto y la curiosidad me pudo, no tuve más remedio que desobedecerle.
Me puse a dar vueltas por ese extraño lugar.
A medida que mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad veía más claramente lo que me rodeaba. Podía distinguir lo que parecían un par de sillones y una mesita sumamente pequeña.
Continué avanzando por la casa, había una larga mesa con lo que parecían platos muy pequeños,y unas sillas. Seguí observando el lugar perplejo, viendo de vez en cuando muebles extrañamente pequeños a mi alrededor,
cuando de repente oí una voz a mis espaldas,
-te dije que no te movieras-
-porqué? Si aquí no hay nada!- le contesté,
-por esto- dijo apuntado la luz de una linterna contra la pared,
esta me cegó unos instantes, hasta que puede ver cómo en el muro estaba escrito el número 17 en pintura roja de manera tan macabra que me hizo retroceder de un salto.
-que es eso??- grité asustado,
-no te asustes mateo, no es nada malo- me tranquilizó fríamente,
-sentémonos, toma tu manta.Y a ver si aprendes a hacerme caso.-contestó enfadada.
-vas a tener que explicarme eso!- solté indignado,
-si, pero cálmate- dijo molesta,
-vale,muy bien- respiré pausadamente unos segundos y recuperé la cordura.
-hace mucho mucho tiempo...- empezó,
-me vas a contar un cuento ahora?? te parece el momento??- me volví a poner nervioso,
-que te calles- se molestó,
-hace mucho tiempo,en esta casa vivía un hombre del cual desconozco el nombre- continuó,
-este tenía una hija pequeña llamada Talía, la cual amaba mucho,
pero un día le reclutaron en el ejercito para combatir la guerra que se aproximaba, y tuvo que dejar a su pequeña hija sola-
hizo una pequeña pausa y me miró a lo ojos,
-me estás asustando-le dije con desconcierto,
ella se limitó a seguir contando la historia:
-pero antes de marcharse le regaló a Talía una muñeca prometiéndole que en 100 días su muñeca sonreiría y que él entonces volvería a casa. hasta entonces le pidió que siguiera sonriendo igual que lo iba a hacer su muñeca cuando él volviera-
-vaya...y que pasó?- pregunté,
-la guerra se alargó varios meses, y cuando el soldado volvió finalmente a casa descubrió que su hija pequeña había muerto de enfermedad, y que su último aliento fue con su muñeca entre los brazos y una sonrisa en los labios.-
-dios mío...- murmuré
-Su padre recuperó la muñeca de Talía y volvió a su casa,
donde encontró escritos en las paredes los números del 1 al 100.-
-no puede ser, que horror- dije horrorizado,

-el pobre hombre destrozado se encerró en su casa el resto de su vida dedicándose a transformar su casa en una perfecta e impecable casa de muñecas para que su hija le perdonara.-
-No me lo puedo creer- dije desconcertado,
-pero eso pasó de verdad?-añadí,
-por desgracia sí- me contestó con una sonrisa tristona,
-y esta es la casa-dijo moviendo la linterna a su alrededor.
Me levanté y observé detenidamente los números sobre la pared,
-que triste...- dije tocando la pintura suavemente,
-todo este trabajo para que su hija le perdone, la casa está echa la perfección,es increíble...- dije,
-si, es muy triste, pero también es una demostración del amor de su padre por ella- me contestó sonriendo dulcemente,
-tienes razón, era una niña afortunada a pesar de todo- dije devolviéndole la sonrisa.
-y la muñeca? Sigue aquí?- pregunté dejando de mirar los números sobre la pared,
-si, en su cama- me contestó,
Los dos fuimos al dormitorio y vimos la muñeca sentada sobre la cama. Tenía el pelo largo y negro, y el aire especial que desprendía, hacía que fuera una muñeca preciosa,
sus ojos parecían esquivar nuestra mirada.
-parece triste- articulé con dificultad,
La melancolía de aquella historia se me había atascado en la garganta cómo un horrible pensamiento persistente.
-no te pongas así, no lo está, sólo espera volver a ver a Talía- dijo tranquilizándome.
-pero no la va a volver a ver nuca más- insistí,
me quedé mirándola y compadeciéndome de ella, hasta que volví en mí,
-bueno sólo es una muñeca- dije girándome hacia ella,
-nunca se sabe-me contestó con una sonrisa.

-bueno arriba ese ánimo!- soltó de repente,
-voy a tratar de encender el sistema de electricidad a ver si tenemos luz!- dijo animada,
-tú mientras trae más mantas y mira a ver si tienes algo que comer por allí- añadió desapareciendo detrás de una puerta.
Me sentí inmediatamente mejor al sentir la felicidad volver a salir por su boca y entrar en mi interior.
-de verdad que no te entiendo chica!- le dije riendo,
-nunca lo harás!- oí su voz alegre desde algún lugar de la casa.
Miré una vez más la muñeca sobre la cama y le sonreí fugazmente antes de salir de la habitación cerrando la puerta.
En poco tiempo pude reunir más mantas en el salón, y la vi presentarse con la linterna en la mano.
-no tenemos luz- dijo encogiéndose de hombros,
-que??- le dije,
-pero no pasa nada!-contestó alegre,
-va a ser cómo estar de acampada! Será divertido- continuó,
-claro, de acampada en una casa de madera con un diluvio cojonudo fuera,todo cuadra- ironicé,
-venga,no va a estar tan mal,tenemos mantas no? Pues ya es algo-dijo sentándose sobre las mantas.
-has conseguido algo de comer?-preguntó,
rebusqué insistentemente en los bolsillos de la chaqueta, pero sólo pude encontrar una triste barrita de chocolate.
-genial,sólo tengo esto.-
-que se le va a hacer- dijo mirándola.
Nos tumbamos mirando por la pequeña reja de la puerta,
-bueno, veo que te ha emocionado la historia de Talía- me picó,
-anda calla...- le contesté molesto mientras se reía descaradamente,
-la verdad es que tenía suerte...-dijo abriendo la barrita de chocolate,
-...quién tuviera un padre así- continuó mientras la partía por la mitad,
-cómo es tu padre mateo?-me preguntó pasándome un trozo de chocolate,
me quedé en silencio unos segundos mirando a la nada,
-pues mi padre está muerto-le contesté.
Noté como nos hundíamos lentamente en el sosiego de una conversación incómoda,
-y tu padre?-le pregunté a mi vez,
-supongo que también debe de estar muerto- me contestó sin parpadear.
-lo siento mucho- le dije mortificado,
-no no, no lo sientas,tampoco es que lo sepa con seguridad- me contestó,
-si puedo ser indiscreto, cómo puedes no saberlo?-pregunté,
-desaparecido en combate-dijo mirando hacia otra parte.
Los dos nos callamos y escuchamos el ruido de la lluvia caer sobre el tejado violentamente.
-entonces los dos tenemos razones para envidiar a la pobre Talía supongo- dijo mirándome con una sonrisa.
-supongo- le contesté contesté con otra sonrisa.
-deberíamos dormir- dije mirando distraído por la reja,
-mañana mi madre me matará- dije riéndome mientras me tumbaba.
Cerré los ojos, y con el sonido de sus risas en la mente, me dormí profundamente.

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