3. Todo pasa

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No pude simplemente quedarme en casa, creía que incluso el mantenerme ocupada, sintiéndome útil me ayudaría más que quedarme en mi cuarto mirando las paredes pensando en cosas que debería evitar, por eso me tomé solo dos día aprovechando para ir a las citas, tarde bastante en las consultas, fue un poco difícil al principio pero finalmente ellas sabían y supongo habían tenido casos peores al mío.

Todo estaba bien corporalmente, mi organismo fue fuerte y resistió, esperaba que mi mente y mi alma también lo fueran.

Salí un poco más aliviada debo admitirlo, me reconfortaba el saber que no atravesaría por esto sola, si tenía algún miedo o duda tenía personas que me ayudarían a despejarlas, durante la semana debía ir a consultas, las había programado en los huecos entre mis clases y como quedaba cerca a la universidad podría ir y volver con facilidad.

Podía dormir muy poco, me levantaba con un sudor helado mojando mi cuerpo, me sentía sucia y debía levantarme a medianoche o en plena madrugada a tomar una ducha, me sentía retraída la mayor parte del tiempo, intentaba actuar normal, lo que me costaba el doble, quería lucir ser como antes pero francamente ya ni recordaba cómo se sentía todo antes.

Mi papá no me dio más opciones y me llevó casi hasta la puerta de la universidad cuando mi mamá así se lo pidió, les había hecho creer que me habían robado saliendo de la universidad en la tarde y eso resolvió todas sus dudas, me confortaron y creía que así era mejor, tal vez algún día me atrevería a hablar sobre lo ocurrido pero por ahora prefería mantenerlo así.

Convencí a mi papá de que no cruzara por el bosque, no estaba preparada aún para eso, él sin preguntar mucho se dirigió hacia la entrada principal a la que llegaban todos los que no debían guardar su carro en el parqueadero.

—Hija me llamas cuando salgas, si estoy cerca te recojo o me esperas en la casa de Sofía y yo veo como paso por ti —repitió una vez más, asentí despidiéndome solo para calmarlo.

Me había convencido, repitiendo mentalmente una y otra y otra vez, que mi vida tenía que seguir.

No me gustaba ser una molestia para los demás aunque evidentemente no volvería a atravesar ese camino sola, tal vez me iría pegada a esos grupos de personas que bajaban por allí de vez en cuando.

Me había quedado sin celular, mi maleta debería estar en alguna parte del bosque tirada, por suerte me sentía mejor, ese molesto espasmo en mi espalda había disminuido, las pastillas habían sido casi milagrosas y junto con las cremas que untó mi mamá en las heridas del rostro pasaría casi desapercibida, procure ponerme ropa que pudiera cubrir las manchas moradas en mi cuello y mis muñecas.

No era una de esas personas a quienes les agradaba llamar la atención normalmente, hacerlo provocaba más bien el efecto contrario en mi, en realidad disfrutaba del hecho de mantener un bajo perfil, de ser "invisible", odiaba que los demás se metieran en mi vida y quería mantenerme así, aún más en esta situación.

No podía pretender seguir como si nada hubiese sucedido, algo había cambiado en mi y supongo que jamás volvería a ser la misma de antes por más que lo intentara, mi salvación era el hecho de que debido al corto tiempo que llevábamos aquí los demás no me conocían lo suficiente como para descifrar que algo estaba diferente en mi, así que eso me ayudaría a mantener todo bajo control mientras organizaba mis pensamientos y emociones.

No me dejaría derrumbar, no le daría el gusto a ese idiota miserable de destruirme la vida.

Mientras atravesaba por las escaleras cargando el bolso provisional que mi madre me había prestado, reconocí ese grupo y el rostro de Santiago se apareció en mi mente aunque él no se encontraba allí aparentemente, bajé la mirada esquivándolos.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora