24. Quemando amor

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Salí del baño luego de darme otro vistazo al espejo, caminaba de un lado a otro, los tacones resonando, por suerte todos estaban abajo o de lo contrario sentiría algo de pena que me vieran arreglarme con tanta ansiedad.

Recuerdo que había usado este mismo vestido, que era bastante simple pero me gustaba la forma en la que marcaba mi cuerpo, junto con unos tacones negros para la boda de una prima pero desde ahí jamás volví a usarlos a pesar de que me gustaban y no era mala caminando en ellos, sentía que la ropa tan elegante no cabía en mi guardarropa diario menos cuando debía subirme al transporte público y me gustaba tener ocasiones especiales para arreglarme.

Mi mamá entró mientras estaba poniéndome la chaqueta de cuero negra que habíamos comprado hace unos días con Sofía cuando nos encontramos con que habían ofertas y enloquecimos.

—La dama de negro —bromeó mi mamá entrando despacio, sonreí girándome y me repasó con su mirada detallándome, acomodó mi cabello que había ondulado hoy un poco para verme diferente. —Te ves muy linda.

—Gracias.

—¿Necesitas dinero?

—No, yo tengo, tranquila.

Me entrego un billete envolviéndolo en mi mano. —Llévalo por si acaso.

Asentí sonriente guardándolo en mi bolso, mi celular vibró, tenía un nuevo mensaje.

            Santi: Estoy afuera, ¿quieres que te espere aquí o toco la puerta?

Escribí rápidamente diciéndole que entrará, que ya iba bajando, caminamos con mi mamá llegando a la sala, Santiago ya estaba ahí con mi papá, no sabía porque me causaba tanta gracia ver la actitud de los dos.

Apenas aparecí se quedaron viéndome, el cambio era notorio cuando me arreglaba y lo sabía, mientras mi papá tenía cierta expresión entre nostálgica y pensativa veía como Santiago se controlaba porque no se le salieran los ojos, mojaba sus labios cuando su mirada me detallaba casi con descaro aunque él siempre se las arreglaba para pasar desapercibido ante los demás.

Me evité el saludo solo sonriendo para poder detallarlo con disimulo, tenía unos pantalones y zapatos negros con una camisa azul clara, su cabello peinado y su piel afeitada, se veía tan jodidamente sexy y atractivo, más que de costumbre.

—Entonces, ¿a qué horas te recojo?

—No es necesario señor —se interpuso de inmediato, siempre tan decente frente a ellos, si solo supieran... —Yo la acompañó de vuelta a casa.

Mi papá mantenía su semblante serio. —¿No vas a tomar o piensas hacerlo y después manejar?

Negó, —Tengo un conductor que nos trae.

Asintió no muy convencido.

—¿A qué horas vuelves?

—A las 3, más o menos —supuse.

—Bueno, vayan antes de que el tráfico se ponga más pesado.

Aproveché la sugerencia de mi mamá para intentar darle un poco de tranquilidad a mi papá. —Sí, además tenemos que pasar por Sofía antes.

Lo sabía, su semblante se relajó considerablemente. —¿Y va a ir Carlos?

—No, él está de viaje con su familia.

—Ah, que mal... bueno hija, cuídate y llámanos si necesitas algo —aceptó dándome un beso en la frente, me despedí de mi mamá caminando hacia la puerta.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora