21. Labios rotos

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Me levanté, esta vez desayunamos en familia ya que estaba mi mamá y salimos todos al mismo tiempo, cada uno en su auto.

Llegué unos minutos antes a la universidad, me bajé caminando hacia el salón, el sol era sofocante y quemaba, tuve las dos primeras horas de clase como de costumbre cuando de repente una extraña capa de humo con cierto olor a quemado comenzó a adentrarse por la ventana, creímos que había sido algún tipo de corto en la electricidad y tratamos de comprobar rápidamente.

—Hay que evacuar, vamos todos afuera, quedan canceladas las clases por hoy —informó el profesor.

Nos hicieron evacuar y es que tal parece que había un incendio forestal cerca y se estaba volviendo asfixiante el aire aquí, hasta que los bomberos no lo pudiesen controlar, quedaban canceladas las clases.

—¿Esto es un sueño, acaso estoy llegando al cielo?

Reímos con el comentario de Alejandro. —Más bien casi te quemas en el infierno.

Estábamos saliendo del edifico, la cara de emoción de todo el mundo aquí era evidente por el hecho de que se trataba de la semana de exámenes finales, que prácticamente estaban siendo aplazados.

Estaba hablando con Valentina, quedamos de vernos en el parqueadero como siempre, llegó unos minutos después sonriente. —Todavía no lo puedo creer, es como una especie de milagro.

—Yo tampoco, ¿qué quieres que hagamos? Creo que es muy temprano para ir a comer alitas, son las nueve, ¿que tal si vemos una película en mi casa?

—Suena bien, con todo el tiempo que tenemos podemos vernos hasta una saga o serie completa —bromeó y subimos.

Preparamos las palomitas acomodándonos en el salón de televisión, tenía una pantalla grande con amplios y cómodos sofás que se desdoblaban permitiéndonos acostar, nos cubrimos con una de las cobijas, el cuarto únicamente iluminado por la luz de la pantalla, decidimos ver una serie de drama, ella se acomodó sobre mi brazo con su mejilla recostada en mi pecho, mi nariz deleitándose con el aroma a fresa característico de su cabello.

—Creo que terminarán juntos —confesó cuando ya íbamos terminando el quinto capítulo.

—¿Por qué lo crees?

—Quieren estar tan lejos el uno del otro que tal vez por esa razón la vida los ponga juntos, no sé, Sofía ya me pegó su melancolía con esos dramas coreanos.

Sonreí divertido, —¿Crees en el destino?

Me miró atenta girándose recargando el mentón sobre su mano.

—Antes no lo hacía pero creo que ahora sí.

—Hace unos meses yo no creía en muchas cosas... —confesé jugando con un mechón de su cabello.

Enarcó una ceja interesada pero en vez de preguntar solo acarició con la palma de su mano mi barbilla suavemente, sus dedos rozaban mi piel causándome escalofríos, pasé mis manos peinando su cabello hacia atrás observando sus labios entreabiertos, cerró los ojos complacida ante las caricias que estaba haciendo en la parte de atrás de su cabeza, acorté la distancia besándola casi con devoción.

El beso se fue intensificando, me levanté ligeramente girándome hasta quedar sobre ella apoyándome en mis brazos para no dejar caer todo el peso de mi cuerpo, nuestras piernas estaban entrelazadas, mi boca no se despegaba de la suya, bajé con mi respiración agitada a la zona de su cuello lamiendo y succionando suavemente, metí mis manos debajo de su blusa, tocando la piel de su abdomen, subiendo por la superficie de sus costillas.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora