El fin de semana había estado colapsada, teníamos miles de trabajos, todos para entregar la semana siguiente, dejando la pereza a un lado me concentré y logré acabar la mayoría de ellos, yo no era ese tipo de personas que trabajan y funcionaban más bajo presión, haciendo todo a último minuto como Sofía, yo debía tomarme mi tiempo para que las cosas quedaran tal y como quería, era bastante perfeccionista y me frustraba cuando algo no salía de la forma planeada.Y que mejor forma de empezar la semana, con el horrible ambiente de lunes donde todos andan con prisas porque les cogió la tarde, ir aplastada en el vagón del medio al que ni tuve que caminar para entrar sino que los demás me llevaron a empujones, era asfixiante pero había llegado a acostumbrarme.
Traía una chaqueta abrigada, estaba helando, la neblina cubría lo más alto de la montaña, por suerte había traído botas, el césped estaba húmedo y lodoso, una especie de humo se formaba cuando el aire salía de mi boca, por fin entré al edificio que tenía calefacción, mis huesos dejaron de sentirse tan tullidos, no quería ni dar un paso por eso tomé las escaleras eléctricas, algunos edificios las tenían.
Escuché un grito y unos brazos me envolvieron estrujándome. —¿Adivina qué?
Admiraba su emoción en plena mañana tan gris. —¿Qué?
—El profesor de Microeconomía no vino así que... tenemos libre.
—¿Es en serio? —seguía mirándola incrédula.
Era ese tipo de profesores que no faltaba así se le muriera algún familiar cercano.
—Deberitas, deberitas —confirmó. —Ayer llovió toda la noche, el aeropuerto está cerrado y el señor gruñon parece que no pudo regresar a la ciudad.
Miré a mi alrededor, los demás estaban fuera del salón caminando hacia otras partes, Carlos hablaba al fondo con otros chicos con los que se la solía pasar a veces.
—¿Y qué haremos? Teníamos tres horas de clase más las dos de hueco libres, es demasiado y el pasto está mojado, ni siquiera podemos dormir, de haber sabido no hubiese madrugado.
—Yo amiguita ya tengo un plan, iremos a comprar de esos ricos pastelitos que venden de chocolate y arequipe, vamos a mi casa, nos meteremos en la cama, miraremos alguna película romántica de esas que a ti te resultan tan empalagosas y seremos felices durmiendo como marmotas, ¿qué te parece?
—Me encanta, tengo tanto frío y sueño... ¿Y Carlos?
—Creo que se va a ir con los nerds a jugar vídeojuegos o algo así.
Sonreí negando, —Son solo chicos muy inteligentes que aman los videojuegos, eso es todo.
—Por eso geeks-neerds.
—Que manía la tuya por denominar todo... ¿cómo crees que nos llamarán a nosotras?
—Las amigas solteronas y perezosas.
Reímos divertidas, nos despedimos de Carlos y fuimos hacia la cafetería para comprar los dichosos pastelitos que eran la perdición de Sofía, aunque debía admitir que mezclados con leche y una cobija calientita sonaban fantástico.
—¿Sabías qué el pendejo con el que iba a salir el sábado tiene novia?
Giré mi cabeza, tal como lo hacen las personas en esas películas en las que están siendo exorcizadas, alzando las cejas sorprendida, —Nooooo.
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Destinados a encontrarse
RomantikDos personas diferentes, dos realidades tan opuestas, se cruzan por cosas del destino, como dirían algunos, o tal vez solo sea una mera casualidad esa que los hizo coincidir, quién lo sabe. A veces las cosas suceden, sin mayor explicación, cu...