8. Nada es normal

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—¿Cómo has seguido manejando esos cuadros de estrés y ansiedad?

Suspiré, —Intentó cerrar los ojos, respirar y en lo posible despejar mi mente caminando, eso me ayuda a relajar mi organismo como me lo recomendaron, también leo libros o escucho música, trato de no estar con la mente desocupada.

—Perfecto y ¿sigues teniendo dificultades a la hora de ducharte? ¿Hiciste los ejercicios que te recomendó la terapeuta?

—Sigue siendo un poco incómodo, supongo que sigo sintiendo esa repulsión hacia mi cuerpo pero cada vez es menos, ha ido disminuyendo, tengo presente esa sensación de suciedad y por eso debo darme un baño dos veces al día, en la mañana y en la noche, pero creo que ha ido mejorando.

—Debes volver a construir esa relación con tu cuerpo, no lo sientas como intruso, es importante recuperar esa confianza, esa seguridad de antes.

Asentí comprensiva.

—¿Tienes alguna otra inquietud?

Estaba por negar cuando una pregunta atravesó mi mente, le conté sobre lo que ocurrió con Santiago brevemente, después de todo me sorprendía mas mi impulsiva reacción más que su inesperado beso.

—Es completamente normal.

Seguí mirando perpleja a mi psicóloga, quien explicaba mis actitudes con total tranquilidad. —¿Es normal que un chico me haya intentado besar y yo histérica le haya dado una cachetada?

—Es una reacción, tú organismo está a la defensiva, llegará a una total regularización con el tiempo, asimilando toda esta nueva adaptación pero es algo que irás manejando y sobrellevando poco a poco, te vas a conectar contigo misma nuevamente, es totalmente normal si es lo que me preguntas.

—Ojalá se lo pudieras explicar a él... —susurré para mis adentros.

Ella prosiguió, —En todo este tiempo que llevamos de tratamiento debo admitir que tu evolución ha sido increíble, fue considerablemente sencillo iniciar el proceso porque estabas abierta a recibir ayuda, los grupos de apoyo a los que fuiste fueron muy importantes, tienes una gran capacidad para entender y tomar de la mejor manera los cambios que van llegando, sobra decir que eres muy madura para tu edad y tienes un gran manejo sobre tus emociones y tu mente; es como un breve diagnóstico y es que para este tipo de experiencias solo hay dos salidas: te quiebras por completo o sales más fuerte que nunca y me siento muy contenta con el hecho de que vayas superando y olvidando aquel tormentoso momento en tu vida.

—Todo esto es gracias a ustedes, gracias a las personas que me ayudaron desde el principio he logrado salir de esto poco a poco —acepté sincera, su rostro vino otra vez a mi mente.

¿Es que jamás podría sacármelo de la cabeza?

Terminamos la sesión, salí llegando a la recepción de la clínica después de bajar por el ascensor, guardando aquella credencial que me había dado Juan Pablo que me daba acceso a todas las zonas como si fuera una de las privilegiadas personas que pagaban por una salud privada de excelente calidad.

El sol caía con fuerza en pleno viernes a mediodía, caminé con algo de rapidez hacia el paradero donde pasaba el bus de la universidad, me daba miedo pasar por esas calles solas, faltaban un par de minutos para que fuesen las dos y si no quería perderlo debía apurar mis pasos, era eso o esperar otra hora ahí plantada.

Apenas giré mi cabeza hacia la calle el bus se asomó acercándose, me subí saludando al conductor sentándome en uno de los asientos que daban a la ventana, me fui mirando distraída las calles con los audífonos puestos, en pocos minutos estábamos en la primera entrada de la universidad, yo solía siempre llegar a la que daba hacía el estacionamiento pero la ruta del autobús era distinta y no tomaba la calle que recorría el bosque.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora