16. Quítate la pena

1K 61 2
                                    











El calor era asfixiante, agarré mi cabello en un moño mal hecho mientras caminábamos saliendo del auditorio.

—¿Me acompañan a la piscina? Iré a nadar un rato, vamos a hacer competencias con Juan y los demás, pueden ir y compartir con nosotros además venden una comida deliciosa, allí cerca hay una tienda de postres...

—Me convenciste con los postres —aceptó Sofía y yo sonreí. —No es que quiera ir a espiar a los chicos sin camisa mojados, nada de eso.

Guardamos nuestras cosas en los casilleros y fuimos hasta el campo deportivo de la universidad, allí estaban los gimnasios, las impresionantes canchas para cada equipo, la piscina y demás. Compramos tres granizados y nos sentamos en una de las sillas algo cerca a la orilla, el clima aquí estaba mucho más fresco.

Carlos estaba con los demás chicos de nuestro salón y planeaban hacer carreras donde ganaba quién llegará primero; Isabela, Sofía y yo hablábamos entretenidas, había música de fondo y un poco de bullicio gracias a los pocos grupos de personas que también estaban en alguna parte de la inmensa piscina.

Miré mi celular por un momento hasta que sentí un punzante golpe contra mi estómago, esa maldita maña de Sofía de golpearme cuando quería mostrarme algo, sería más sencillo y sobretodo menos doloroso hablarme al oído como una persona civilizada.

La miré inquieta entonces seguí el rumbo donde su mirada y la de Isabela, además de las de las mujeres aquí presentes estaban posadas entonces comprendí, de la piscina salían riendo tres hombres: Santiago, Sebastian y Luciano, que le estaban haciendo salir los ojos a todas.

No estaba tan impactada como el resto, ya lo había visto así, mojado, sin camisa mostrando ese ejercitado pecho y abdomen, su espalda ancha y sus hombros bien marcados, las gotas bajando sobre su suave piel... sí, esa imagen me había estado atormentando desde entonces cada día.

Algunas gotas bajaban por su cara a causa de su cabello húmedo, caminaron hasta las sillas donde estaban sus cosas, agarró una toalla secando su cabeza rápidamente, levantó su rostro entonces esos ojos penetrantes se fijaron en mi con cierta sorpresa, tragué nerviosa y sin poderme contener aparté la mirada, tomé el vaso de mi granizado bebiendo precipitadamente haciendo que mi cabeza doliera.

Tosí un poco por el efecto del frío hielo en mi garganta. Como raro yo quedando en ridículo frente a él, era una extraña sensación, cierto magnetismo me obligaba a mirarlo pero a la vez la parte cobarde de mi me hacía querer evadirlo.

Mordía su labio inferior escondiendo una sonrisa, el aire se tensaba a mi alrededor con mi inquieta imaginación pensando en cómo me encantaría sentir su piel mojada y besar esa adictiva boca justo en este momento, si solo estuviésemos solos...

Mis pensamientos iban subiendo cada vez más de tono incluso sorprendiéndome a mi misma, él despertaba cosas en mi que nadie jamás había provocado. Aparté la mirada nuevamente derrotada, ya comenzaba a sentir calor y no solo en mis mejillas, me divertí al ver las expresiones de Sofía e Isabela.

—Que lindo país... —murmuró Sofía. —¿Dónde se hace la fila para tener uno así?

Carraspeé enarcando una ceja fingiendo estar molesta, ella alzó las manos abriéndolas. —Yo no tocó a tu macho, solo a los otros dos.

—En realidad solo te queda uno.

Las dos miramos a Isabela boquiabiertas. —¿Qué-qué?

—Sebastián me parece lindo.

La miré sonriente. —¿Te gusta?

Se encogió de hombros apenada. —Igual tiene novia.

—Pero algún día terminará con ella...

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora