19. Entra en mi vida

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Volví a la realidad cuando vi una mano moviéndose cerca a mi cara entonces escuché la voz de Carlos a lo lejos, —¿eh? ¿qué paso?

  —Estás en las nubes.

Otra vez me había quedado como una tonta mirando hacia la nada pensando inconscientemente en él. —Creo que estoy muy cansada, ya no me cabe una fórmula más en el cerebro, estoy al borde del colapso.

Volteé a mirar a Sofía quien ya estaba dormida con la cabeza puesta sobre la mesa casi a punto de botar la baba.

—Tan raro en ella —se burló. —Vamos a tomar un descanso y seguimos estudiando después.

Salimos de la biblioteca y nos tiramos en el pasto sin ganas, por suerte el cielo estaba nublado disminuyendo la intensidad de los rayos del sol de la mañana, sentí a Carlos acariciando mi cabello, solía ser muy cariñoso con nosotras, era un chico muy tierno y sobre todo un amigo muy especial, sabía que me encantaba que me masajearán el cabello, para mi era tan relajante la sensación que llegaba al punto de casi hacerme dormir.

Después de varios minutos escuché la voz de Sofía.

—Oigan, amigos, tenemos clase y si no nos levantamos ya, ese señor nos dejará por fuera.

Gruñí, —Agh, recuérdame por qué necesito un título universitario... 

—Porque quieres ser una mujer independiente, prospera y exitosa.

Levanté mi dedo gordo en señal de aprobación, me puse de pie rascando mis ojos tratando de despejar la pereza de mi rostro. Agarramos nuestras maletas y corrimos hasta el salón llegando a tiempo justo cuando el profesor estaba por entrar.

—Silencio —nos calló toscamente siempre con ese tono tan altivo, —abran su libro en la página 54.

Sofía rodó los ojos cuando él se giró, estaba segura que de tanto hacerlo algún día le quedarían girados hacia otro lado.

—Parece que no le dieron anoche.

Ahogué una carcajada y Carlos se giró confundido. —¿Cómo así? ¿Qué no le dieron?

Lo miré con ternura mientras Sofía negaba,—Ay amiguito, eres muy inocente.

—No entiendo.

—Deja así, no quiero corromper tu limpia y sana mente.

El profesor carraspeó fuerte, —Jóvenes, si quieren detengo la clase para que puedan hablar más a gusto.

Carlos se disculpo girándose mientras las dos permanecimos en silencio, él continuó.

—¿Estaremos pagando alguna maldición? —susurró a mi lado.

—¿De qué hablas? ¿No te puedes quedar callada ni por un segundo?

—No y lo sabes, de verdad, si evalúas la mayoría de nuestros profesores son solterones, es por eso que son tan amargados.

La miré mordiendo la punta del lápiz. —Tú y tus extraordinarias conclusiones.

—Sabes que tengo la razón, no más mírate a ti, desde que sales con Santiago pareciera que tuvieses un arco iris pegado al trasero

La golpeé en el brazo y ella se rió con su sutil risa que se escuchaba a tres cuadras, el profesor vio todo y exasperado nos pidió que nos saliéramos del salón, intentamos convencerlo pero no cambió su postura por eso tuvimos que tomar nuestras cosas y salir ante la mirada de incertidumbre de Carlos, quién se quedó allí solo sentado sin comprender lo que pasaba.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora