Corrí agitada subiendo las escaleras en pleno martes, tenía los segundos contados para no llegar tarde a clase, si lograba entrar antes que el profesor lograría recuperarme y así para cuando él nos hiciera sacar una hoja para el quiz que siempre hacía apenas entraba al salón, no estaría como una loca sudada, ahogada con su propia respiración.De repente sentí como mi maleta estaba siendo halada hacia atrás lo que le provocó a mi cuerpo inestable y en movimiento perder el equilibrio casi al punto de irme de trasero, de no ser porque esas mismas manos me intentaron sostener.
Al levantar mi mirada vi como un grupo que estaba cerca estaba bastante divertido con toda la escena, lo que hizo que mi rostro se pusiera como un tomate.
Maldita seas Sofía.
—Ay, lo siento, solo quería asustarte —se disculpaba entre risas.
—Hubiese sido mejor que me tirarás escaleras abajo —acepté sarcástica caminando lo más rápido que pude hacia el salón.
Ni siquiera fui capaz de levantar la cabeza hasta poner un pie dentro del gran aula, hoy teníamos clase en el auditorio, ubiqué a Carlos rápidamente y fui a sentarme junto a él, después de unos minutos olvidamos el tema.
Al terminar la clase sentí como mi cabeza palpitaba del dolor, estuve intentando soportarlo durante las dos largas horas pero sentía que estaban dándole con un martillo a mi frente sin piedad, a veces simplemente me estresaba de forma inconsciente.
Caminando por el pasillo decidí ir por una pastilla. —Voy a ir a la enfermería para algo que me quite el dolor de cabeza.
—Vamos, nosotros te acompañamos —se ofreció Carlos amable pero realmente quería ir sola para despejarme y de paso intentar relajar mi mente que solía traicionarme.
Sofía logró leer mi mente y lo tomó del brazo llevándoselo. —Ve y si puedes recuéstate un poco, nosotros te esperamos donde siempre.
Asentí agradecida y me alejé caminando, a veces lograba confundirme recorriendo la universidad, había intentando conocerla toda pero siempre surgía una nueva parte que jamás había visto antes.
Me acerqué a los consultorios después de haber sacado la cita en el módulo de la entrada para que me atendiera alguno de los dos médicos, esperé afuera al escuchar voces que provenían del interior, tomé asiento en una de las sillas que habían habituado para esperar poniendo mi chaqueta y la maleta sobre mis piernas, sujeté mi cabello en una cola mal hecha, tenía algo de calor en la cara.
Me había propuesto a que tomaría cada uno de los cambios, tanto externos como internos que iban llegando día a día, poco a poco, sin apresurarme, sin agobiarme, intentaba sobrellevarlo con paciencia, buscaba encontrar ese equilibrio emocional que me habían arrebatado.
La puerta del lado se abrió sacándome de mis pensamientos, al enfocar mi mirada vi a tres personas saliendo, el doctor seguía dándoles indicaciones a los tres chicos que tenían la sudadera del equipo de fútbol, al parecer uno había tenido una lesión.
La incomodidad me invadió al ver su rostro, desvíe mis ojos hacia el fondo del pasillo mirando la puerta del consultorio en el que me atenderían, mordí mi labio nerviosa sintiendo la mirada de Santiago sobre mi.
—Debes guardar reposo Camilo, te aconsejo un mes fuera de las canchas, es el tiempo prudente para ese tipo de desgarre muscular, ve a las sesiones de fisioterapia y estarás listo para empezar el campeonato en dos meses —concluyó.
—Bueno doctor.
—Mejor encuéntrenle una entretención que lo mantenga alejado de los entrenamientos por unas semanas.
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Destinados a encontrarse
RomanceDos personas diferentes, dos realidades tan opuestas, se cruzan por cosas del destino, como dirían algunos, o tal vez solo sea una mera casualidad esa que los hizo coincidir, quién lo sabe. A veces las cosas suceden, sin mayor explicación, cu...