30. Tú no me pertences

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Eché mi cabeza hacia atrás cansada, —¿Y qué piensas hacer?

—No sé —suspiré, constipada tras haber llorado de la impotencia que me generaba todo esta situación.

Me dolía lo que había sucedido con Carlos pero nada se comparaba con la indiferencia de Santiago, sabía que no había hecho las cosas bien y por eso en vez de estar entre sus brazos ahora siendo consolada, tenía que verlo tan distante y molesto, hasta el punto que no me quería ni ver y tenía razón.

—Deja que los dos se calmen un poco y trata de hacerlo tú también... —Sofía me estaba aconsejando mientras estábamos recostadas en las grandes hamacas balanceándonos en el aire.

Esta parte de la universidad era la más relajante y tranquila, rodeada por tanta naturaleza.

Isabela llegó uniéndosenos. —Chicas, ¿saben lo que pasó?

—¿Qué?

—Santiago y Carlos se pelearon.

Me senté de un brinco al igual que Sofía diciendo al unísono, —¿Qué-qué?

—Eso escuché, dicen que se golpearon en el parqueadero, muchos los vieron y dicen que fue por ti.

Cerré los ojos agarrándome la cabeza. Esto no podía ser cierto, lo sé, en las películas parece súper romántica y halagadora la escena pero en realidad no se siente así, no en mi caso.

—Pero dicen que fue Carlos quién fue a buscarlo —añadió. —Tengo una idea para que olvides todo esto por un rato.

La miré atenta.

—Vamos a cantar un poco y a reírnos de la gente.

—Ah sí, verdad que es miércoles de karaoke... no estoy muy segura y qué tal si me pongo toda sentimental con las canciones.

Sofía se sentó a mi lado abrazándome. —No te dejaremos sola.

Al final me convencieron para ir, guardé mi maleta en el casillero, no quería estar encartada con tantas cosas, metí el celular en la pretina del pantalón y caminamos hacia el bar.

Cuando entramos ya no había ni una mesa libre, por suerte estaba Laura, quién nos integró a su mesa, me giré y lo vi en esa mesa cerca de la barra, Sebastián y Andrés estaban a su lado, tenía una pequeña herida en su labio, estaba bebiendo concentrado con sus ojos puestos en mi probablemente desde que puse un pie en el lugar, estaba serio con su semblante inexpresivo vigilándome sin siquiera disimularlo.

Me senté, habían pedido vodka con naranja, para mi sorpresa no era tan amargo como esperaba, veía a la gente que pasaba a cantar pero no podía ni concentrarme al sentir sus ojos penetrantes sobre mi aunque no me quejaba, lo prefería antes que me ignorara como si no existiera.

Mi pulso comenzó a acelerarse cuando reconocí a Carlos, se estaba subiendo a la tarima, su pómulo hinchado tornándose morado, ni siquiera había notado que estaba aquí, sabía que había tomado porque sus pasos no eran firmes, no acostumbraba a hacerlo a menudo así que probablemente unos pocos tragos lo habían puesto mal.

—Corre al baño antes de que este la cagué peor —me sugirió Sofía afanada intentando sacarme de mi perturbación.

Aún no podía creer que sí iba a cantar, tenía el micrófono en su mano y cuando me miró con esa expresión llena de dolor, supe que lo que vendría no sería bueno. Cuando mi cuerpo reaccionó y quise ponerme de pie la canción comenzó, ya era demasiado tarde, todas las miradas estaban sobre mi pero la que más me afectaba era ese par de ojos que tanto me gustaban.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora