6. Absurdo

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Estaba en la biblioteca, iba por el tercer libro de francés para principiantes y aún seguía sin poder decir más que 'me llamo Valentina'.

Gruñí en frustración, me levanté decidida a buscar en la zona infantil, tal vez los dibujitos podrían cooperar con mi terrible concentración y comprensión en este nuevo idioma. Volví al mismo lugar, en la mesa amplia tenía todos los libros que había sacado intentando fallidamente aprender algo que no me hiciera perder el examen que tendría en un par de días, mi cabeza estaba a punto de estallar del estrés.

Estaba organizando todo, me levanté sin notar que mi maleta tenía el cierre abierto provocando que desocupara todo lo que había en el interior de esta. —Mierda.

Tomé los libros y metí todo de mala gana bufando, hoy me había levantado con el pie izquierdo. Lleve los libros de niños que podrían ser de ayuda y me acerqué hacia la parte donde estaba una de las las bibliotecarias, habían siete personas más esperando a que ella pusiera su sello y registrara el carné estudiantil, la señora francamente no podía ser más lenta y mi impaciente yo estaba a punto de salir corriendo.

—¿Leyendo cuentos infantiles? —una voz gruesa me hizo sobresaltar tomándome desprevenida.

No había que ir muy lejos para saber de quién se trataba, tenía ese tono de voz muy bien guardado en mi memoria.

—¿Así de desesperada estás? —bromeó tomando el libro en sus manos, leyendo el título, en serio no sabía de qué clase de magia extraña se trataba o si era lo que Sofía denominaba como "destino", pero cada que tenía un día pesado, cuando estaba a punto de explotar me lo cruzaba a él y era como si me ayudara a lidiar con esa carga, la hacía más llevadera.

—Es el último recurso que me queda por intentar.

Había querido recurrir a su ayuda pero realmente no quería ser intensa y menos ocuparlo con mis asuntos, él también estudiaba y tenía sus propios trabajos.

Estaba recargado contra el muro con una pequeña sonrisa en la esquina de sus labios repasando las hojas rápidamente. Traía una chaqueta de cuero negra que hacía contraste con la camiseta blanca que llevaba debajo, era uno de esos hombres que realmente tenía un guardarropa de lujo y sabía lucir cada prenda.

—Deja eso, vamos, voy a ayudarte ahora mismo —concluyó llevándome fuera de la fila, su cálida mano sujetaba la parte de mi antebrazo, yo lo seguí hasta que se detuvo frente a una mesa, mucho más tranquila.

Me senté y él hizo lo mismo a mi lado.

—Saca un lápiz y una hoja —pidió y apenas lo hice comenzó a escribir unas cosas. —Empezaremos por lo más básico.

Me sentía como una niña pequeña pero comencé a repetir lo que él me indicaba, escribiendo no era tan mala, solo cometía algunos errores, unos minutos después seguía pronunciando mal a pesar de que él me corregía. A él incluso el acento francés le salía muy natural y he de admitir que era muy placentero de escuchar para mis oídos.

—No puedo, ¿cómo tengo que hacer? No pronuncian algunas letras, además ¿cómo se supone que haga ese sonido extraño de la r?

Recargó sus codos sobre la mesa inclinándose un poco hacia mí, como reacción pegué mi espalda contra la silla. —Es un sonido gutural, lo haces en la garganta, no sé como explicarlo sólo tienes que escucharlo y tratar de imitarlo.

—¿Tengo que sonar como si algo se hubiese atorado en mi garganta?

Trato de ahogar sus carcajadas mirando a su alrededor aún divertido por mi comentario. —Si eso funciona para ti, hazlo.

Destinados a encontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora